ALFREDO MEZA
Caracas 12 ENE 2015
El desabastecimiento de productos básicos en los supermercados aumenta
la tensión
Los
empleados del supermercado Unicasa de la urbanización Cumbres de Curumo —un
sector de clase media alta donde residen muchos militares retirados y activos
por su cercanía con Fuerte Tiuna, la principal fortaleza militar de Venezuela—
vivieron una semana muy tensa. El miércoles llegó la leche en polvo, un
producto que en Venezuela es tan escaso como el agua en el desierto. De
inmediato, alertados a través del teléfono móvil, los vecinos y clientes de
otras zonas de Caracas hicieron una larga fila para comprar cuatro paquetes, el
máximo permitido.
En
un esfuerzo por tratar de garantizar que los bienes más buscados —leche, café,
arroz, papel higiénico, azúcar, jabón y aceite de maíz— alcancen para todos,
los supermercados han regulado su venta, pero la demanda supera cualquier
previsión. Y entonces, con la escasez, aparece la desesperación. Ese miércoles
una señora, que llevaba las cuatro bolsas de leche, cayó al suelo empujada por
la turba que corría hacia el pasillo donde estaba el insumo. Un hombre
aprovechó para quitarle los paquetes. Una vecina reía mientras otros se lo
recriminaban: “Pero es que esto es consecuencia de la situación que vivimos. Y aún nos falta mucho por ver”, se
defendía.
En
Catia, un bastión chavista del oeste de Caracas, una multitud saqueó el jueves
un camión que transportaba pañales, otro de los productos muy demandados en
estos días, mientras esperaba en una fila para entrar a una de las tiendas de
la cadena de ventas al por mayor más importante del país. El mismo jueves, al
supermercado de Cumbres de la Curumo llegó la harina de maíz precocido —la base
para preparar las arepas, el desayuno tradicional venezolano— y varias cajas de
pañales. Tampoco alcanzó para todos. Los que no tuvieron suerte pensaban que el
encargado del supermercado había escondido los paquetes. La policía del municipio
se acercó para pedirle que, si las sospechas eran ciertas, reiniciara la venta.
“Podría decirle que pasen hasta el depósito para que se cercioren de que no
estamos escondiendo nada”, decía. Después de comprobarlo, los clientes se
marcharon hacia otros locales de Caracas para continuar con la caza de los
productos que no consiguen.
El
desabastecimiento siempre es más marcado a principios de año, pero las escenas
de desespero y las largas filas en esta época del año, que se repiten en casi
todo el país durante varias horas al día, sí son una novedad. En diciembre
suele haber vacaciones en las fábricas y la falta de producción es compensada
con el inventario. Sin embargo, desde 2013, para paliar la escasez, el Gobierno
obliga a las empresas a sacar todas su existencias y considera al inventario un
modo de acaparar. Las leyes aprobadas por el oficialismo castigan al empresario
con prisión o la eventual expropiación del negocio. De esta manera Venezuela ha
llegado a 2015 en una situación crítica y con un ambiente muy tenso en los
supermercados.
Para
evitar que la violencia campe las grandes cadenas distribuyen los alimentos
escoltados por su propio personal de seguridad y la Guardia Nacional
Bolivariana (GNB). Ocurrió el jueves en un supermercado de la urbanización
Valle Arriba, una colina sobre la que están construidos edificios de lujo y
donde se ubica la sede de la Embajada de Estados Unidos en Caracas. Al mediodía
llegó la leche líquida y se repitieron las escenas de todos estos días: gente
corriendo desesperada para llevarse el máximo permitido (seis unidades),
desespero y reclamos. En menos de una hora ya no había leche. Dentro del local
otras personas formaron una fila para esperar la entrega de una cantidad
limitada de papel higiénico. Cuatro oficiales de la GNB, con armas largas,
vigilaban a los clientes.
l
principio de la semana el Gobierno pareció restarle importancia a las filas,
pero hacia el final de la semana prefirió reconocer el desabastecimiento y
salvar su responsabilidad argumentando que el sector productivo nacional
adelanta “una guerra económica” en su contra con el objetivo de provocar
desórdenes que lleven a su eventual resignación. El jefe de gobierno de
Caracas, Ernesto Villegas, añadió más polémica al asegurar que los “hijos de
papá” (una despectiva manera de referirse a los descendientes de las personas
pudientes) infiltraron personas para incitar a los saqueos.
El
viernes, el vicepresidente de Seguridad y
Soberanía Alimentaria, Carlos Osorio, recordó en
el palacio de Miraflores que las leyes venezolanas impiden el cese de
operaciones de productores y distribuidores de alimentos. “Si no quieren
trabajar entréguenle esa planta a otro que sí lo haga”, dijo.
Entretanto,
por las redes sociales comenzaron a circular rumores de una convocatoria para
un paro nacional a partir de hoy, pero la coalición opositora Mesa de la Unidad
se desmarcó. “Es un plan diseñado por el Gobierno para desviar la atención del
drama de la escasez”, dijo su secretario general, Jesús Torrealba.
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