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miércoles, 18 de marzo de 2015

Hasta las costas del Esequibo, @jfd599


Por José Felix Díaz Bermudez, 18/03/2015

Al considerar con criterio histórico, geográfico y cartográfico el mapa de la Nueva Andalucía elaborado por don Luis de Surville en el año de 1778 comprensivo de las provincias de Cumaná y Guayana, se aprecia un territorio orgánicamente estructurado y que había adquirido entidad administrativa, militar, comercial, religiosa y poblacional.

Las posesiones hispánicas se encontraban claramente demarcadas en el mapa en el límite este del río Esequibo indicando hacia el sur los territorios denominados Naturayos y Macusis, más allá del nacimiento de sus aguas fluviales, más allá del Lago de Parima y del cerro El Dorado donde la antigua tradición de conquistadores y exploradores españoles afirmaban la existencia de ricas posesiones al norte de la línea equinoccial.

Los nombres castellanos e indígenas en esos dominios forman una estrecha unidad: los Aruacas, el río Cuyuní, los 39 saltos, los caribes Uraños, la laguna Amaca y la sierra de Tumurucaraque, la cual aparece en ese mapa y erradamente algunos historiadores de Guyana indican que por primera vez fue publicado en el "Atlas de las Dos Américas" en 1825. Entre esa serranía y el llamado: "cerro Dorado" es donde se origina, según apunta el mapa, el propio río Esequibo, "provincia rica" como la denominó Gumilla y que fue durante varios siglos parte esencial de los esfuerzos de exploración y posesión que realizó España en el territorio.

Una referencia geográfica y poblacional de lo que se han llamado las: "Naciones del Orinoco" y lo que constituyeron los dominios españoles nos la aportó el padre Joseph Gumilla (1686-1750) en su autorizada obra: "El Orinoco ilustrado y defendido, historia natural, civil y geográfica de este gran río, etc." (1745) al indicar que el pueblo Caribe: "Ocupa esta nación parte del río Orinoco, y mezclada con indios aruacas, puebla la costa marítima de Barlovento, hasta la Cayana (hoy Cayena), fundación del rey cristianísimo, en donde de esta inhumana nación, tienen formadas misiones muy lucidas los padres jesuitas franceses...". El ilustre misionero español también hizo preciso señalamiento sobre lo que eran esas tierras: "...antes que los holandeses formasen las tres colonias de Esquivo, Bervis y Coretín, y la opulenta ciudad Surinama, que demarqué en el plan de la costa de Barlovento, que corre hacia el río Marañon...".

En el año de 1733 Gumilla reclamó formalmente al gobernador holandés establecido en la otra parte del Esquibo los daños cometidos a las misiones y el tráfico ilícito de armas e infiltración con los caribes en las mismas indicando que: "daría cuenta a mi cathólico monarca, para que su majestad se querellase a las altipotencias de Holanda".

La formación y desarrollo del territorio de Nueva Andalucía y posterior Guayana fue un empeño constante de la corona hispánica y sobre ello fray Antonio Caullín (1719-1802) dejó un importante testimonio en cuanto a cómo especialmente a partir de 1759 se extendieron los reales dominios, se estimuló el poblamiento, se incrementó el comercio y además fueron: "...desalojados los olandeses, desterrado su ilícito tráfico, y establecida la navegación y recíproco comercio de España y Orinoco..." , lo cual implicó asentamiento, cultura, trato y civilización entre aquellos pueblos.  Se llegó a estimar entonces la presencia en esos lugares de 18.000 habitantes y además fueron poblados: "vastos desiertos de los ríos Caura, Erebáto,  Paráva, Paríme, el Alto Orinoco, Casiquiare, y Río Negro" empresa de notable proporciones humanas.

Los límites de esa región fueron precisados por el padre Culín en el libro: "Historia coro gráfica natural y evangélica de la Nueva Andalucía, etc." (1779), quien indicó: "...por la parte oriental termina en el mar, que circunda la Costa de Paria, Golfo Triste, Bocas del Orinoco, y las Costas de Esquivo, y Cayana...".

El mapa de Surville representativo de la Nueva Andalucía tenía pues evidente sustento, tal y como otros anteriores y posteriores que confirmaron sus dimensiones geográficas y más allá de éstas las profundas implicaciones sociales y políticas que ello representaba, que bien sustentan los derechos de la Capitanía General de Venezuela en base a la cual se constituye la nación desde que nacimos como República en 1811.

Si se quiere cumplir con la Constitución y defender nuestra soberanía sin ambages y vacilaciones, sin otros intereses que no sean los nuestros, sin omitir nuestros derechos e incurrir en actos indignos a la patria, debemos reivindicar nuestro Esequibo.

La defensa de la patria no tiene otro requisito sino el valor de sostenerla, la certeza incuestionable de nuestros derechos y la resolución que inspira la justicia y la verdad.

La integridad histórica, territorial, política, jurídica y moral de Venezuela tiene en la recuperación del Esequibo una de las más elevadas exigencias que demanda el honor nacional y el verdadero patriotismo.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599


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