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viernes, 20 de mayo de 2016

Estado Total y Violencia por @garciasim


Por Simón García


El Estado total excluye el principio del poder compartido, por lo tanto no admite separación ni autonomía entre los poderes públicos. Esa visión, en la que coinciden los totalitarismos que así comiencen por la izquierda, como Stalin, siempre terminan en la derecha, funda la política en una oposición presentada como irreconciliable, como la expuesta en la prédica oficialista que divide a los venezolanos entre patriotas y enemigos de la patria.

Se busca ( o se inventa) una narrativa del pasado porque se carece de una en el presente.  Se cuenta la historia actual como reencarnación de la gesta independentista. En consecuencia, Maduro es presentado como Simón Bolívar, mientras a los líderes de la oposición se les asigna un papel en el reparto realista.


Ese discurso de tono militarista es una exaltación de la guerra, el telón de fondo para justificar ahora la violencia contra críticos y disidentes. Si todos los que piensan distinto al gobierno son traidores, hay que tratarlos como enemigos del pueblo y de la patria. El recurso siempre ha sido apestosamente aplicado por dictadores, como lo hace ahora la cúpula del gobierno y sus subordinados en los otros poderes colonizados, para desatar persecuciones patrióticas.

La cúpula está tratando de imponer por todos los medios un Estado total. No se ciñen a normas ni a leyes sino a sus propios arbitrios. En ese camino no vale lo que establezca la Constitución sino lo que el gobernante interpreta, por más brutal que resulte.

La cúpula gubernamental es hoy el principal motor de la violencia. Lo peor es que ya no la esgrime para defender una revolución sino para mantener sus privilegios y proteger sus negocios ilícitos. Están usando el poder para eximirse de cumplir la ley. Usan un doble rasero, convirtiendo el gobierno en un burladero para perpetrar una estafa constitucional. Mandan a despedir al empleado público que apoye al revocatorio, mientras ellos intentan revocar de facto y contra la Constitución, al poder legislativo.

Apoyados en violencia intentan imponer la sustitución de la institucionalidad por la lealtad obligada a las decisiones que contra la Constitución Nacional están tomando Maduro y Cabello. Pero la institucionalidad la confiere el respeto y acatamiento a un cuerpo colectivo, a la Constitución y al país, nunca a una persona.

La cúpula roja está empujando al país hacia la violencia, porque es un terreno donde puede actuar con ventaja y montar una gran provocación policial para diferir el revocatorio para el 2017 y suspender la elección de gobernadores. Para esa maniobra cuentan con una mayoría en un CNE cuya misión es no hacer elecciones.

Pero a la maniobra gubernamental de amenazar, ejercer violencia policial, provocar, infiltrar y mentir, le pueden resultar las patas cortas frente a la voluntad de paz de todo un pueblo. La cúpula debe saber que las provocaciones, los chantajes y las agresiones no están atemorizando a la oposición democrática sino aumentando el rechazo del pueblo a la crisis y a la cúpula.

Maduro y Diosdado, son el último piso de una pirámide de privilegiados y están ocupando el papel de la nueva derecha frente a la demanda de cambios de la mayoría de la población: son el obstáculo para las soluciones, existen exclusivamente para conservar el poder y están transformándose en agentes de represión. La enloquecida conducta de la cúpula gubernamental está recibiendo una impugnación que le está restando más gente y más legitimidad, incluido el de buena parte de quienes aún la siguen.

No será fácil recorrer este tramo final en la que el nefasto poder se resiste a morir y el nuevo entendimiento nacional no termina de surgir. Pero, cuando más aprieta la urgencia más hay que cuidarse de avanzar con firmeza, inteligencia y eficacia. El revocatorio está en las colas, la transición ya comenzó.

20-05-16




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