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sábado, 2 de julio de 2016

Cuando se acaben los mangos, por Miguel Méndez Rodulfo



Miguel Méndez Rodulfo 01 de julio de 2016

Al principio, cuando leía en diferentes medios que una porción importante de la población venezolana estaba paliando el hambre mediante el consumo de la deliciosa y nutritiva fruta del mango, creí que se trataba de una exageración o de una chanza. No es que no estuviera claro del hambre que se enseñorea en el país, que por lo demás afecta a casi toda la población, sino que no pensé que los mangos tuvieran un rol tan importante en calmar el estómago de la gente. Pues resultó que esta cosecha de mangos ha sido para millones de venezolanos maná bajado del cielo. Si uno observa con cuidado, verá muchos padres y madres de familia, caminar por la calle con una bolsa de mangos dirigiéndose a sus casas; y si le preguntan a los residentes de edificaciones contiguas a los sitios donde se hacen colas desde la madrugada para comprar alimentos, medicinas o pan, cuyos patios tengan sembradas matas de mango, nos dirán que desde el amanecer la gente comienza a tumbar los frutos, maduros o verdes y con ellos desayuna.


Antes se veían mangos maduros caídos al suelo, ahora seguro que no se va a encontrar ninguno. Lo que supongo es que, como en la Caracas de los años 40 y 50, los jóvenes se iban a Los Chorros a buscar mangos, ahora hay “expediciones” hacia cualquier urbanización de la capital en búsqueda del preciado fruto. Por cierto que a la entrada de San Carlos en el estado Cojedes una estatua de un indio recibe al visitante (y se supone que también recibió a los conquistadores españoles) con un mango, parece que al escultor de la obra, y a las autoridades, se les olvidó que este fruto es originario de la India. En tanto que el Cendas nos dice que el Salario mínimo solo cubre 6% de la cesta alimentaria y que los profesionales deben trabajar más de 4 meses para comprarla, el Centro de Estudios del Desarrollo de la UCV nos refiere que: “Las madres del país están en situación de hambre”.

Las madres han hecho gala de una creatividad desbordada para sustituir los alimentos que faltan en los anaqueles y que se ausentan de la mesa familiar. Así las arepas de yuca, de plátano, de avena, intentan sustituir a la de maíz. El problema es que la yuca subió a Bs. 1.000 por efecto del desplazamiento de la demanda; la avena desapareció y el plátano que se conseguía hace un año a 3 unidades por Bs. 300, ahora uno sólo vale esa cantidad. Entonces la creatividad debe no solamente resolver el problema de la escasez, sino también el de la inflación. Ya en los detales de Petare una cucharada de leche en polvo vale 300 bolívares y según rumores madres relativamente bien alimentadas, amamantan los hijos de otras, por sumas razonables. El drama humano en Venezuela es pavoroso y la realidad supera la imaginación. Eso dicen los corresponsales extranjeros que nos visitan hoy día.

Uno oye estas noticias con una mezcla de estupor y pena. Que seamos una república africana muy mal administrada (porque los “Leones Africanos” son de las economías que más crecen en el mundo) es una vergüenza que nos encoge el corazón. La hambruna en Venezuela tiene rostro de niños y de ancianos. Los enfermos esperan resignados, abandonados a su suerte. Pero en todo esto las madres sufren por recaer en ellas el peso del hogar.

Los mangos también han ayudado al gobierno a sobrellevar la crisis y a paliar el tremendo error de pagar los millones de dólares de la deuda externa, sin intentar renegociar su pago y liberar recursos económicos con los cuales importar alimentos y medicinas. Pronto terminará la cosecha de mangos y no parece haber a la vista otro sucedáneo disponible que sacie el hambre como el mango. Entonces veremos que pasa.

Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 30 de junio de 2016

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