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miércoles, 6 de julio de 2016

“La desconexión entre pensamiento y praxis convirtió el quehacer político en un acto de fe”, por @soficarol21



Prof. José Rafael Herrera
Sofía Torres 05 de julio de 2016
@soficarol21

“Una necesidad urgente consiste en repensarse”. Esta es una de las convicciones que sostiene con fuerza  José Rafael Herrera, Profesor Titular de la Escuela de Filosofía de la UCV, al hablar de Venezuela. Insiste en que un concepto político es indispensable y denuncia que no se puede mantener un país en función de emociones, de instintos.

En este sentido, el también doctor en Ciencias Políticas, exhorta “a la gente pensante” a reestructurar programas serios para los próximos 30 ó 40 años. Además, advierte que la era de los caudillos tiene que terminar entre nosotros definitivamente para dar paso a la era de la civilidad yeticidad.

Las ideas vs las pasiones

El pensamiento dirigido hacia la praxis en Venezuela desapareció hace algún tiempo. Me motivó hace poco una entrevista en radio de César Miguel Rondón a Inés Quintero y otros invitados. Conversaban acerca de Rómulo Gallegos, a propósito de la profanación de su tumba en el Cementerio General del Sur.  Gallegos fue un gran hacedor de esa concepción que brilló en el país: los 40 años de democracia –en los que hubo fortaleza de criterios- desagradables para ciertos individuos hoy en día, pero un buen recuerdo para mí.

Creo que Gallegos y esa generación tuvieron un pensamiento que se separó finalmente de la realidad. Uno de los motivos fundamentales por los que llega un acto de fe al poder es justamente por haber perdido la conexión entre pensamiento y praxis. La política se convirtió en un asunto de relaciones interpersonales.

Yo estudié en una universidad en la que existía el pensamiento socialcristiano, socialdemócrata, socialista y comunista, de repente a medida que pasaron los años,  esas referencias se extinguieron y se escuchaba hablar del giannettismo, trinismo o el fuenmayorismo. ¿Qué era eso?, ¿qué tendencia conceptual representaba?, resulta que representaba a una persona y cómo esa persona concebía a la universidad.

Recientemente Moisés Naím escribió un artículo en el que decía que parece que en el mundo no son las ideas lo importante sino las pasiones. Vemos personas como Donald Trump, lo que pasa en la Comunidad Europea con Gran Bretaña, y en América Latina,  la verdad es que se perdió la brújula política. Hubo una suerte de conversión del quehacer político a un acto de fe, de milagro. Chávez era eso, un sentimiento, con lo cual no se puede estructurar una concepción para instaurar un  Estado dentro de determinados parámetros.

La pérdida de la visión orgánica de la vida

Me formé en el Movimiento al Socialismo, MAS, recibí clases de la crema y nata de los intelectuales venezolanos, que me incentivaron a estudiar filosofía.

Tengo contacto con pensadores en España, Alemania y Argentina, ellos se ocupan de la filosofía con una visión absolutamente abstraída de los problemas del medio en el que viven. Estudiar Hegel o Spinoza es una cosa meramente técnica y parece que esto nada tiene que ver con la sociedad en la que nos encontramos, contrario a lo que toda la gran filosofía ha indicado. Platón escribió la carta VII para dirigirse a su entorno político y Hegel decía que no había filosofía de su tiempo.

Hay que recuperar el desarrollo conceptual, en esto la escuela de Frankfurt tuvo peso en la sociedad contemporánea, a partir de la postmodernidad empieza  la filosofía a hacerse muy especializada, no se ocupa del problema inmediato, específico. Es preocupante, porque sucede lo mismo en otros ámbitos del saber, en la cultura, por ejemplo. Decía Shakespeare que no existe ninguna cultura que no tenga contenido político.

La visión cada vez más abstracta que nos hace perder la visión orgánica de la vida ha hecho mucho daño y ha permitido que se cuelen por las ramas las perspectivas meramente sensibles, cuasi religiosas que parecen despreciar el empeño científico, para desarrollar una relación entre la teoría y la praxis, en forma coherente.

El caudillismo se resiste a morir

Hay condiciones objetivas para que se produzca un cambio, pero ello no niega la necesidad de pensar hacia dónde se va, cuál es el modelo de sociedad en la que quisiéramos vivir. Hay atisbos de esto, una especie de olfato político que puede lograr una sociedad más libertaria, tolerante, lo suficientemente civilizada para poder convivir y en la que se desarrolle un patrón objetivo de estructura económica y social que nos permita salir del atolladero.

Con independencia del cambio, objetivamente inminente, el pensamiento tiene la responsabilidad de comprometerse con un ideal que haga posible una sociedad capaz de modificar  sus convenciones actuales.

 Este país no por casualidad tuvo el modelo chavista todo este tiempo. Venezuela tiene que deslastrarse del caudillo, de la idea del cuartel, del cesarismo de Laureano Vallenilla Lanz. Los problemas son atinentes a la resolución de las comunidades, la sociedad civil es capaz de resolver los problemas que ella misma se plantea y si no nos convencemos de esto, seguiremos en una visión retrógrada. Parece que no estuviéramos en el siglo XXI sino en el XIX, aún con las revoluciones a caballo, las montoneras. El pranato lo demuestra, eso que llamo malandritud es lo que nos ha quedado del caudillismo, que se resiste a morir.

Las universidades deben salir a las calles

Es una verdadera estupidez que no sean los médicos quienes atiendan los problemas de la salud, sino un militar, o que no sean los mejores ingenieros y economistas los que estén al frente de Pdvsa, y los que están sean puestos a dedo por sus relaciones con el caudillo.

Se ha despreciado la idea de ser mejores, de tener una mejor calidad profesional, es terrible, muy presto al irracionalismo fascista. Las pasiones son importantes siempre y cuando no estén desbordadas. Se debe desarrollar el estudio, una ideología en la que la sociedad entera comprenda que mientras más se investiga y se estudia, se es mejor.

Hay que sacar las academias a la calle, en la sociedad italiana o alemana vas al supermercado y consigues libros de JuberHagerman. Cuando dices que eres profesor de filosofía en Venezuela te preguntan para qué sirve eso. Hay una desconexión entre la vida académica y la sociedad venezolana.

Las universidades deben salir a las calles, en el buen sentido, no como lo pensó Elías Jaua en su época. No hay forma de que una sociedad crezca sino tiene propósitos, todo esto se desprende del riguroso ejercicio del hacer y el saber.

Uno de nuestros grandes defectos de la última década es creer que estudiar no da dinero, ser bachaquero da mucho más, entonces ¿para qué estudiar? Eso hay que revertirlo.

El rescate de los valores civiles, obligación ineludible

No percibo esa necesidad de repensarse en los centros políticos tanto del oficialismo como de la oposición, al menos no a gran escala, de manera abierta y directa. En la Mesa de la Unidad, me consta, hay intentos de educar y desarrollar los cuadros políticos medios, de convertir a esos hombres en hombres para la civilización y no para la barbarie, sin embargo, esos intentos no conforman la gran línea política de los partidos..

Entiendo que hay cosas urgentes como la lucha del referéndum revocatorio, las trabas del CNE, entre otras, pero estas nublan el trabajo de construir un proyecto de país para el futuro. Exhorto a la sociedad civil a hacerlo y a los partidos a tomar la vanguardia en este sentido, de lo contrario correremos el riesgo de tener una sociedad como la que hemos tenido hasta ahora.

Esta es la sociedad que ha dejado un líder carismático, un caudillo que murió y dejó una secuela. Los venezolanos se habituaron al mesías. Lo más triste en una sociedad postchavista sería considerar que tenemos que buscar un nuevo elegido, que insistamos en un modelo, independientemente de su dirección, da lo mismo que sea de izquierda, centro o derecha, porque se trata de un caudillo igualmente, fenómeno que ha provocado un gran daño por lo menos durante los últimos 300 años.

Hay que rescatar nuestras tradiciones civiles, realzar a José María Vargas, Luis Razetti, Gil Fortul, hombres que en sus letras, en sus ciencias, construyeron el país. Así tendremos una visión más racional y apegada a la inteligencia.

El rescate de los valores civiles implica la recuperación de nuestros valores académicos, porque los primeros se han formado en la universidad. Nuestra universidad, la UCV, es más vieja que la república, esto tiene que tener un significado importante. Antes de convertirnos en una república tuvimos un patrimonio intelectual.

En la institución hay un sabotaje interior, además de la asfixia del gobierno, hay una pranato para generar violencia, lo que nos ha dado mucha tarea para poderla superar. Ahora hay asaltos, tráfico y consumo de droga, nos impiden instalar las puertas de control para saber quién entra al  recinto. Se evidencia que la universidad es lo último que puede haber para un régimen cuya característica fundamental es el militarismo.

Los sectores de la oposición están en la obligación de recuperar la universidad, que es el reservorio de lo que es ser autónomo, al recuperarla se rescata la civilidad y los grandes valores de la democracia.

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