Por René Núñez, 5/07/2016
Hoy quiero referirme a un tema sensible, delicado e ignorado en la
discusión país: el eje familia. Para algunos, tal vez, insignificante e
inoportuno tratarlo en un momento tan catastrófico como el que
atravesamos la inmensa mayoría de los venezolanos. Para otros, la oportunidad
de plantearlo por el daño estructural y brutal a que viene siendo reducida y
sometida por unas políticas públicas excluyentes.
Mientras se tengan familias cohesionadas, con valores, mayores
posibilidades habrán para contar con mejores sociedades. Ella personifica la
fuerza que determina una formación, una educación en la vida de un ser humano.
La fuente originaria natural de los valores. La constructora de personalidades
y conductas humanas, solidarias y generosas.
Estas características han desaparecido del común denominador familiar.
Presentan un linaje desconocido y diferenciado. Han estado inmersas de
contradicciones, falencias, desviaciones y abusos. Avivadas por un
sistema anti valores que las desnaturalizó, las dividió, les sembró
odios y resentimientos sociales; conminándolas a respirar un clima emocional
disímil fuera de su control. La secuela: reducción del afecto, del respeto, del
entendimiento, de la solidaridad y de la tolerancia. Los conflictos se
multiplicaron.
Un daño estructural que obliga a los venezolanos de bien y de fe a
aunar esfuerzos sinceros y juiciosos para recuperar las buenas costumbres, los
valores y los principios perdidos. Su identidad criolla.
El valor nace y se desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con
responsabilidad el papel que le ha tocado desempeñar en su seno, procurando el
bienestar, el desarrollo y la felicidad de todos los demás.
Son muchas las familias donde hay carencia de la presencia física, la
orientación correcta y espiritual de los padres. Muchos separados. Enfrentados.
Dónde los hijos no cuentan para nada. Ni están dentro de sus prioridades y
responsabilidades. Un Estado inexistente que tampoco vela por su integridad y
futuro, provocando la deserción y toma de la calle de hijas e hijos mal
formados y criados. Desprotegidos e indefensos ante las amenazas de los vicios
del entorno.
Acudir al diálogo y a sus encuentros para recuperarlos, una necesidad
de caridad y humanidad ineludible e impostergable. Las propuestas de cambio que
no están basada en valores y principios, son inaceptables, no tienen sentido ni
propósitos comunes nobles.
Las estadísticas de todos los estados muestran cifras aterradoras. Una
acelerada descomposición social que alcanza niveles inimaginables; cuyos
víctimas y victimarios provienen de las familias más vulnerables en lo
educativo, lo económico y lo social.
La recuperación de nuestra sociedad pasa inexorablemente por la
recuperación de la familia. Haciendo de su estabilidad, los fundamentos de la
libertad, de la seguridad y de la generosidad.
Se trata de un compromiso superior colectivo con la vida social de los
tiempos por venir. Fortaleciéndola de virtudes, y preparándola para resistir y
sobrevivir los ciclos de los desequilibrios políticos, económicos y sociales
que son parte de la naturaleza humana. Así como del engaño y de las
manipulaciones perversas del populismo.
Esta experiencia de malos ratos de estos últimos tiempos, ha de
servirnos de cobijo espiritual, vivificando los conocimientos, las alegrías,
las emociones y las tristezas de los mejores y peores momentos sufridos para
encarar en positivo y con dignidad los conflictos que se presenten.
Ningún proyecto de futuro tendrá éxito social sino hace de la célula
familiar su principal protagonista. Reconociendo y valorando su trascendencia e
impacto en la comunidad. Dejando abierto y libre la participación de todos los
factores y actores interesados en el progreso y desarrollo humano.
“El que es bueno en familia, es también
buen ciudadano”.
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
René Nuñez
@renenunez51
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
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