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domingo, 7 de agosto de 2016

¿Dolencia o indolencia moral?, por @rafluciani



RAFAEL LUCIANI 06 de agosto de 2016
@rafluciani

En la actual coyuntura sociopolítica, en la que vemos a hermanos nuestros padecer hambre o desesperarse por la falta de un medicamento, todos tenemos el deber moral de hacer algo por recuperar el sendero perdido de humanidad que siempre nos ha caracterizado como nación. Estamos llamados a redimir la dolencia moral del venezolano. De otro modo, seguiremos inhabilitándonos como sujetos humanos y perdiendo la capacidad de tratarnos los unos a los otros como hermanos, sin tener que mirarnos con sospecha o temor, con rabia o con indiferencia.

Pero la crisis es también una oportunidad para cambiar, para transitar hacia una realidad mejor en la que todos podamos vivir con dignidad. Aún tenemos la posibilidad de iniciar el reordenamiento de los espacios políticos y las relaciones socioculturales en Venezuela. Para ello, la inclusión sociocultural debe ser el eje de un nuevo discurso político que no responda a ideologías, sino a la construcción de un bien común que parta de la recuperación de los vínculos y el trato entre los venezolanos.

Cualquier propuesta alternativa debe hacer un discernimiento moral de la gestión pública y rectificar el modelo político que nos ha llevado a esta crisis moral y humanitaria. Y si alguien dice que tal crisis no existe, es porque no sabe lo que realmente sucede en las calles de nuestro país y no ha visto el rostro del hambre y la desesperación de las madres que dejan de comer para que sus hijos puedan alimentarse.

El lenguaje y las prácticas excluyentes sólo profundizan la actual fractura moral y la polarización sociocultural. Quien sólo piensa en el propio beneficio vive de fetiches, da primacía a lo ideológico y a la conquista del poder por sí mismo, y relativiza su vínculo con las personas concretas y sus historias de vida. Por años los discursos oficialistas han manipulado nuestros modos de ser y pensar creando falsos antagonismos y divisiones socioculturales que si no se superan, seguiremos padeciendo las consecuencias de la indolencia moral que nos está deshumanizando.

Lo que está en juego

Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar la dolencia moral. Esto significa comprender que lo que está en juego es la vida y la dignidad de las personas, y no nuestras adherencias ideológicas o cuotas de poder. El Estado debe recuperar la senda perdida de la moralidad pública y proveer de condiciones de vida digna a esa mayoría del país que está sufriendo las consecuencias alimentarias y médicas.

El camino de la inclusión sociocultural no pasa por la homologación de todos los individuos en función de un marco ideológico. Apunta, más bien, a los deberes comunes, al bien común y, por tanto, a nuestra corresponsabilidad moral como ciudadanos de una misma nación, pero en el respeto de una diversidad de modos de pensar, vivir y actuar. La igualdad supone la construcción de un marco de condiciones comunes de vida -leyes- basadas en relaciones recíprocas -derechos y deberes- que respeten y favorezcan las diferencias socioculturales.

No somos iguales porque existan políticas de homologación socioeconómica. Somos iguales en la medida en que cada sujeto pueda vivir en las mejores condiciones humanas y goce de posibilidades reales de desarrollo. Esto será cuando la política apueste por el bien común independientemente de las posiciones sociales, políticas o religiosas de los ciudadanos. Cada uno debe pensar qué puede hacer para sanar la fractura moral y la polarización sociocultural existente porque de ello dependerá si queremos tener paz y bienestar para todos.

Rafael Luciani
Doctor en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani

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