Por Arnaldo Esté
La perversión ética de los
poderosos no es cosa nueva. Creo que se puede decir que acompaña a todas las
culturas y está reseñada en historias, artes y literatura. No solo está su reseña
sino también los precios que los poderosos corruptos tuvieron que pagar.
No obstante la cosa sigue y
tal pareciera que el peligro que acompaña a la corrupción la hace más valiosa.
La tentación de una cuerda floja, de un filo de navaja.
En la educación, en la
pedagogía, el proceso de construcción de valores y competencias depende mucho
más de lo que ocurre que de lo que se dice, de lo que se modela mucho más que
de lo que se predica.
Los poderes públicos, y con
mayor importancia, jueces, magistrados, rectores, todos los días se muestran,
actúan y parecieran mirar para otro lado. Las carencias y la violencia no
desvelan su actuar.
La crisis general se come al
País pero las trácalas se hacen más frecuentes y cotidianas. Y no solo eso: se
hacen populares.
El bachaqueo es la
corrupción democratizada. Con una peculiaridad: por años hemos oído el cuento
de la guerra económica pero ahora es que entendemos quien es el enemigo del
gobierno en esa guerra. Es su propia caída ética que se personifica en hordas,
en colas desesperadas, como una plaga. Uno entiende las maneras de haberse
simbolizado los avernos.
Es la plaga de los jueces,
magistrados y rectoras que baja en una funesta pedagogía del contagio.
Lo más grave es que la
corrupción no se resume a los dineros y símbolos de poder. No, invade todo en
esta nación en maceración y con valores tenues: comunidades, familias,
escuelas, universidades, empresas, ministerios… El trabajo, la producción, la
creación se hacen pájaros raros. No hay tiempo para ello.
Uno, más que saber, huele
que se cocinan negociaciones. Que los gobernantes, jueces y magistrados además
de practicar ese equilibrio seductor, temen que se les juzgue y sancione y, tal
vez, estén pidiendo una “justicia transaccional”. Una memoria frágil y generosa.
Tal vez un personaje, con agenda propia, que la garantice y recoja el
desperdicio.
Si tal cosa estuviese
ocurriendo, yo sería partidario de ella, porque mucho más caro que mis valores
éticos es, indudablemente, este pantano bituminoso en el que nos hundimos.
20-08-16
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