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domingo, 4 de septiembre de 2016

PANDILLA SALVAJE, por @trinomarquezc



Trino Márquez 03 de septiembre de 2016
@trinomarquezc

La pandilla que controla el Estado, acorralada por el descontento de la gente ante la crisis nacional, decidió amenazar y reprimir sin rubor con el fin de impedir el éxito de la Toma de Caracas. La horda sacó la guadaña para degollar a modestos empleados públicos que firmaron solicitando la activación del referendo revocatorio, allanar la casa de Daniel Ceballos, secuestrar a Yon Goicoechea y a Carlos Melo, perseguir a Lester Toledo, impedir la marcha de los indígenas que salieron de Amazonas y  bloquear todas las manifestaciones de apoyo a la gran concentración en la capital, registradas los días previos al 1 de septiembre. El Foro Penal confirmó 37 detenciones en las 48 horas anteriores al acto. 


Desconcertados por el apoyo popular a la iniciativa democrática, tramaron el artificio de la violencia y el golpe de Estado. Venezuela es el único país donde el Ministro de la Defensa y jefe del Comando Estratégico Operacional de la FAN advierte sobre la posibilidad de una asonada, como si la conjura estuviese urdiéndose en Mesopotamia.

La camarilla instalada en el poder volvió a los días más oscuros de las dictaduras en el Cono Sur durante los años 70 y 80 del siglo pasado. El sello de esta represión lleva grabados los signos del fidelismo. Durante seis décadas el anciano déspota caribeño y su hermano Raúl han conservado el mando aplicando métodos como los que utilizan Maduro y compañía. Detalle: en la isla caribeña el éxito ha sido absoluto. En Venezuela la historia transcurre de forma distinta. La resistencia y organización de los partidos políticos, medios de comunicación, universidades, gremios, sindicatos y todos los sectores de la sociedad civil, han impedido que los sátrapas venezolanos alcancen la eficacia de los dictadores antillanos. Aquí sólo han podido replicarse parcialmente sus métodos.

El despido de los funcionarios que firmaron a favor del RR representa la reedición, en pequeña escala, de la oprobiosa Lista Tascón. Constituye un atentado y un delito contra esos funcionarios, posible de analizar desde tres vértices complementarios.

Se viola la Constitución en sus artículos 141 y 145. El primero señala que la Administración Pública está al servicio de los ciudadanos y se fundamenta en los principios de “honestidad, participación, celeridad, eficacia transparencia” y otros similares. En ningún lugar se señala que deba responder a las directrices políticas o ideológicas del PSUV. El 145 aún es más preciso: “Los funcionarios públicos están al servicio del Estado y no de parcialidad política alguna”.

En segundo lugar, se vulnera un derecho humano que encarna una conquista civilizatoria y una de los grandes logros de la modernidad: la libertad de conciencia, la libertad de pensamiento y el libre albedrío, valores establecidos con claridad en la Exposición de Motivos de la Carta Magna. Solo en regímenes totalitarios este derecho esencial se quebranta, pues lo que se persigue es la creación de una ideocracia en la cual el individuo queda sometido al Estado, al Partido y al modelo de Nación que los jerarcas engendran en sus cerebros.  Los chavistas regresaron el reloj a la época stalinista, cuando el marxismo-leninismo era la religión del Estado soviético.

Sus desafueros revelan una inmensa torpeza por parte de Maduro y sus cómplices. Las medidas de expulsión intentan demostrar, al igual que las demás embestidas, una fuerza de la cual carecen. Stalin y Fidel Castro acostumbraban a emprender este tipo de razias o purgas. Lo hacían prevalidos del inmenso poder que detentaban y salían fortalecidos. Maduro acomete el ataque a humildes funcionarios con más de 80% de rechazo popular. En vez de demostrar fortaleza, evidencia un miedo atávico, su soledad y su patética debilidad. El atropello fue tan grotesco que hasta los sindicatos oficialistas se sintieron obligados a defender a sus compañeros defenestrados. De paso, se distanció aún más de la  OIT, organización con la cual nunca ha mantenido buenas relaciones. Hasta el Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, tuvo que condenar el abuso.

Todos los reflectores del mundo democrático están colocados en los díscolos e irresponsables herederos del comandante fallecido. Brasil resolvió de forma pacífica su crisis política e institucional. Venezuela también lo hará. Mientras más tarde Maduro en comprenderlo, más tardará el PSUV en recomponerse, deslastrarse y volver a ser opción de poder. América del Sur está girando hacia el centro democrático. No serán los ataques de la pandilla salvaje los que detendrán ese giro.

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