Por Roberto Casanova
1
Si el régimen convoca a
elecciones regionales habremos obtenido nuestra primera victoria en este
resurgimiento de nuestra incansable voluntad democrática. Es una razón
inequívoca para mantener la presencia en las calles, con el fin de generar el
ansiado cambio. El asunto es cómo lograrlo y al respecto nuestras diferencias
no son menores. A las pocas horas de Maduro mencionar la idea de elecciones
regionales, han surgido fuertes reacciones encontradas entre quienes hemos
protestado unidos durante estos días, y es importante que nuestras
interpretaciones sobre las implicaciones de esas eventuales elecciones no nos
encierren en un falso dilema.
2
¿Persigue Maduro, al asomar la
idea de las elecciones regionales, que los partidos descuiden la movilización
en las calles, defraudando así a los ciudadanos que protestan? ¡Por supuesto!
Pero convocarlas significaría una derrota para el oficialismo, pues todo indica
que esas elecciones le supondrán la pérdida de importantes cuotas de poder,
escenario que han tratado de evadir. Y el costo de seguir reprimiendo un
movimiento de protestas que crece y que cuenta con la simpatía de muchos países
democráticos puede llegar a ser enorme. El gobierno evalúa, pues, ir a
elecciones regionales con, al menos, dos objetivos inmediatos: aparecer ante el
mundo como un país democrático y dividir a la oposición. Ello le permitiría
minimizar el costo de reprimir e ir a esas elecciones en mejores condiciones.
Si aun así perdiese numerosas gobernaciones, podemos prever lo que haría:
tratar de convertir esa derrota en una oportunidad, como siempre lo ha hecho.
Seguiría arrebatando competencias y recursos a los gobiernos regionales en
provecho del llamado Estado comunal y sus espurias autoridades regionales.
3
Es posible que varios partidos
se planteen la conveniencia de participar en las elecciones regionales y
recuperar para la democracia a la mayoría de los Estados. Eso sería algo
valioso en sí mismo y la mencionada pretensión del gobierno nacional de anular
a los gobiernos regionales se encontraría ante el muro de contención conformado
por las tres cuartas partes de los gobernadores del país. Esta posición puede
ser discutible, pero tiene un punto fuerte a su favor: es cierto que la
oposición no debe dejar de ir a elecciones. De no participar luciría como un
sector contradictorio que lucha por elecciones pero que no participa en ellas
cuando se abre la oportunidad. Pero ¿no sería también contradictorio participar
en elecciones convocadas en el marco de una dictadura? Lo sería solo desde una
perspectiva principista pues la experiencia ha mostrado que unas elecciones,
por amañadas que estén, pueden ser magníficas “emboscadas” democráticas para
enfrentar a una dictadura. ¿No fue acaso eso lo que se logró hace poco más de
un año? Por otra parte, aunque no se participase, tales elecciones se
realizarían y se entregarían espacios institucionales al gobierno, el cual se daría
el lujo de ocuparlos a través de elecciones sin trampas.
4
¿Y qué pasaría entonces con
Maduro, responsable máximo de la tragedia nacional? Su
salida constitucional debe ocurrir mediante su renuncia o mediante
una elección presidencial adelantada (que supone una reforma puntual
de la Constitución). Su salida puede ser también el resultado del legítimo
desconocimiento de su presidencia ante, por ejemplo, graves violaciones a la
Constitución. Se sabe que muchos piensan que Maduro ya hizo esto hace rato. El
asunto es que el golpe de Estado que ha sido reconocido como tal por
innumerables países es el que recién dieron los magistrados de TSJ. Las
sentencias que éstos aprobaron son una monstruosidad antidemocrática. Es por
eso que hoy podemos exigir, con la comprensión internacional, la destitución y
enjuiciamiento de los magistrados. Y no sólo de ellos sino también de quienes,
como el Contralor y el Defensor del Pueblo, los han apoyado. Ese no es el caso
de Maduro quien, ante la inmediata reacción nacional e internacional generada
por la sentencias golpistas, supo ponerse al margen de lo que calificó como un
desencuentro entre poderes. Todo lo anterior no significa que sea imposible que
Maduro abandone el poder sin elecciones. El camino del desconocimiento a Maduro
resulta menos claro, por ahora.
5
De cualquier modo, no se puede
dejar de protestar. Intercambiar protestas por elecciones regionales sería una
nefasta equivocación. Conduciría, de nuevo, a la división de la oposición en
varios pedazos: entre “radicales” y “moderados” pero también entre “ciudadanos”
y “políticos”. Por eso es fundamental no plantear un dilema entre las
elecciones regionales y protestas. Eso es lo que el gobierno pretende. ¿Qué
hacer entonces? Pues prepararse para cosechar la primera victoria en este nuevo
ciclo de movilización democrática y, al mismo tiempo, continuar movilizados en
contra del golpe de Estado y de la crisis nacional y por elecciones. Voto y
calle, se ha dicho incontables veces, y hay que repetirlo. Este reto político supone
algunas complicadas cuestiones estratégicas y organizativas. En cuanto a lo
estratégico, menciono solo que la protesta no debe ser percibida por la gente,
equivocadamente, como un tema exclusivamente político. Aquella debe conectarse
entonces con las necesidades y expectativas de la mayoría de los venezolanos,
víctima del socialismo del siglo XXI.
6
En cuanto a lo organizativo,
la oposición tiene que reinventarse. En su sentido más amplio, tiene que
trascender a la Mesa de la Unidad Democrática. La Mesa tiene que convertirse en
parte de algo mayor, de un Movimiento de Unidad Democrática. Debemos
pasar de la MUD a el MUD. Este Movimiento debería estar integrado, al menos,
por tres instancias, coordinadas entre sí: 1) La Mesa, instancia político-electoral;
2) Un frente de protesta social y, 3) Un sistema de diálogo para crear y
promover una estrategia de desarrollo. Si se llegasen a convocar unas
elecciones regionales, la división del trabajo que este esquema organizativo
supone cobraría importancia. La Mesa debería dedicarse a organizar elecciones
primarias y a diseñar la estrategia para participar en esa contienda electoral.
Por otra parte, quienes han comenzado a liderar el nuevo ciclo de protestas,
con coraje y creatividad, deberán continuar su heroica tarea de organizar y
movilizar a miles y miles de ciudadanos.
7
No podemos descartar que
dentro del régimen se imponga su ala más radical y que las elecciones
regionales no sean convocadas. Estaríamos ante un escenario de represión
abierta y de cierre democrático total. En ese caso la lucha sería aún más dura
pero, sin duda alguna, finalmente victoriosa. La inmensa mayoría que constituye
hoy la oposición ha cobrado nueva e inesperada fuerza y, de actuar con
inteligencia, derrotará a un régimen cuya vigencia histórica ha terminado.
11-04-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico