Por Carolina Gómez-Ávila
Me gusta distinguir entre
“pueblo” y “ciudadanos” atendiendo a deberes y derechos. La diferencia estriba
en conocerlos y estar dispuestos a cumplirlos o ejercerlos. En general, se nota
en los reclamos: unos se centran en aspectos que no están relacionados con el
orden legal y los otros procuran ceñirse a él.
Pero esto se desvanece cuando
nos convocan a una protesta. Entonces, pueblo y ciudadanos nos volvemos masa y,
en la dinámica de la manifestación, se mezclarán artículos constitucionales con
otras quejas igualmente legítimas: el hambre, la mortal escasez de medicinas,
la delincuencia impune, el repudio e indignación creciente por la represión
sufrida y la exigencia de justicia por las vidas arrebatadas.
Sucede que la masa exalta lo
que hay de primitivo en cada uno, nos vuelve sugestionables e impulsivos y nos
hace sentir invencibles. Durante la caminata nos contagiamos con las emociones
que nos rodean, aceptamos consignas y acciones que quizás crucen el límite de
nuestro comportamiento habitual y que imitamos o dejamos pasar sin objeciones.
Horas más tarde podríamos
hacer una evaluación confusa, sobre todo si aún nos sentimos indignados: ¿Fue o
no fue correcto? ¿Fue bueno o malo en función de los objetivos planteados? Las
respuestas pueden herir la opinión que tenemos de nosotros mismos.
Usted puede torear la
confrontación -interna y externa- declarándose incapaz de juzgar, sin darse
cuenta de que ese es un juicio en sí mismo. Puede apuntar a la ineficiencia del
método ante la espantosa ausencia de medicamentos: herida, infección y muerte,
¡como si no tuviéramos pocas que lamentar! Puede advertir que el método
desestimulará la convocatoria porque se habrá acabado el miedo, pero no tanto
el asco.
O puede reclamarle al
liderazgo, conmigo, que falta ofrecerle cauce a la frustración; que para
prevenir reacciones desordenadas se necesita militancia a modo de brigadas de
orden, que se deben programar actividades llenas de significado para no dejar
espacio al desahogo grotesco. Lograr mayor convocatoria será posible si podemos
protestar sin infiltrados, manteniendo a raya a los extremistas y apelando
siempre a la civilidad.
¿Civilidad ante criminales? Sí.
Si no le resulta tolerable es porque entiende que usted debe ser civilizado
para otros en vez de serlo para sí mismo. La civilidad es nuestra garantía de
trascendencia. Ningún valor tendrá la libertad si cuando la logremos no ha
quedado a salvo nuestra dignidad.
Civilidad, para no convertirse
en lo mismo que se ha usado de proyectil.
Sí, somos como manifestamos.
13-05-17
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