Por Carolina Gómez-Ávila
Adherirnos nos da la idea de
unirnos a otros por obra de alguna sustancia, una que se encarga de
aglutinarnos siendo de distinta naturaleza, sin que perdamos identidad. Como lo
hace nuestra Carta Magna.
Esta sustancia no sólo logra
la cohesión, sino que también nos proporciona soporte y contención; y hoy concentra
nuestra atención porque valoramos su presencia o porque diferimos la
importancia de mirar los cuerpos a los que quedaremos adheridos, aun cuando
hacerlo resultará un auténtico ejercicio ciudadano para la paz.
¡Cuán distintos y tanto que
tenemos en común: la patria! La patria es, en principio, la tierra de nuestros
padres, lo que siempre implica afecto y lealtad. La patria es común a la nación
-es decir a todos, a absolutamente todos los habitantes de un país- así que
también es una emoción de adhesión fraterna. Cuando decimos patria, en dos
sílabas abrazamos a las generaciones pasadas, con las que coexistimos ahora y a
las futuras, por lo que en la patria viven juntas nuestra memoria, nuestra
realidad actual y nuestra esperanza. La patria nos da arraigo, pertenencia a
algo más grande y trascendente que nosotros mismos y nuestras familias. Y sobre
todo la patria es un vínculo de solidaridad que, al decir del filósofo Charles
Taylor, “está basado en un sentido de destino compartido, en donde el mismo compartir
es valioso”.
Igual que en la estructura de
Venezuela, en su fundación, igual que en el nombre mismo de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, en mí está primero la República. Pero
encuentro un profundo lazo patriótico con lo bolivariano en estas palabras de
El Libertador, dichas en Angostura el 15 de febrero de 1819: “El amor a la
patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados son las nobles pasiones
que deben absorber exclusivamente el alma de un republicano. Los venezolanos
aman la patria, pero no aman sus leyes porque éstas han sido nocivas, y eran la
fuente del mal; tampoco han podido amar a sus magistrados, porque eran inicuos,
y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en que han entrado. Si no hay
un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la
sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a
hombre, de cuerpo a cuerpo.”
La sustancia por la cual me
adhiero al “Recurso Contencioso Electoral de Nulidad, conjuntamente, con Amparo
Cautelar y subsidiariamente Medida Cautelar Innominada de Suspensión de Todos
los Efectos de la Constituyente”, interpuesto por la Fiscal General de la
República ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, el pasado 8
de junio, es la República misma. Me refiero a la República personificada por el
imperio de la ley; ante ella, somos iguales, la ley nos unifica y nos permite
descansar al dejarnos saber el límite exacto de lo que debemos tolerar.
Propongo que nos sequemos las
lágrimas - es posible que esto incluya algunas que aún no hemos derramado -
respiremos hondo y restituyamos la República, que es la única sustancia capaz
de adherirnos. No en balde, hasta en el nombre de nuestra Carta Magna, la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, está claro que la
República está primero.
Y adhirámonos, venezolanos
todos.
10-06-17
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