Por Elías García Navas
Tibisay Lucena activó una
bomba de tiempo que estallará el 30 de julio.
Con su tradicional parsimonia,
la presidenta del Consejo Nacional Electoral ha dispuesto para esa fecha la
elección de los miembros a la Asamblea Nacional Constituyente que tendrán como
objetivo fundar un país a la medida del presidente Nicolás Maduro.
Y como era de esperarse,
semejante anuncio de Lucena le ha dado nuevos bríos a los manifestantes,
quienes ya acumulan más de dos meses de protestas continuas contra la dictadura
que busca consolidarse en Venezuela.
Se siente en el asfalto de las
principales ciudades del país una sensación de “punto de no retorno”, en una
confrontación que semana a semana suma nuevas víctimas y mayor violencia.
¿Cómo desactivar esta bomba
que amenaza con volar lo que queda de República?
Para David Smilde, profesor de
Sociología y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Tulane e
investigador y senior fellow de la Oficina en Washington para
Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés), la
respuesta es iniciar un proceso de negociación.
Habla desde la perspectiva de
quien ha estudiado a Venezuela durante 25 años.
–¿Y con toda la experiencia
que usted tiene sobre el comportamiento político en Venezuela, cree que es la
hora de negociar? Cualquiera que mencione la palabra “negociar” en la oposición
venezolana puede ser acusado de traidor en este momento.
–En este momento no hay
disposición para negociar. Ninguno de los dos lados está listo para eso: la
oposición siente que tiene al gobierno contra la pared y que podría provocar un
punto de quiebre. Y el gobierno está pensando que si puede llegar a Asamblea
Nacional Constituyente ya estará a salvo porque tendrá poderes de origen:
eliminará el Ministerio Público, la Asamblea, y podrá formular un Estado
Comunal. Es decir, construir algo muy distinto a lo que conocemos.
–¿Usted descarta la
negociación como solución al conflicto de Venezuela?
–Es difícil verlo en este
momento, pero la gente tiene que vivir, estudiar, trabajar. Es difícil mantener
un conflicto así por mucho tiempo.
–¿Cómo plantear una negociación
que evite más muertes y una salida pacífica a este conflicto antes de la
Asamblea Nacional Constituyente? ¿Ve usted una manera hacerlo, sin proyectar
debilidad?
–Hablamos de las razones que
tiene cada uno para decir que no tiene necesidad de negociar, pero por lo
general, lo que se dice públicamente no es lo mismo que ocurre entre los
actores políticos de parte y parte en privado.
–La energía que se percibe en
las calles hace impensable en la posibilidad de un diálogo. ¿Cómo se imagina
que eso pueda darse?
–Es que en Venezuela no puede
haber diálogo. Lo único que puede haber es una negociación.
–¿Por qué no hay posibilidad
de diálogo?
–Luego del fracaso del diálogo
a finales del año pasado, solo es posible la negociación. Y es importante que
sea vista así, como una negociación, no como un diálogo.
–¿Cómo diferenciarlo?
–Para empezar, debe enfocarse
en acordar un calendario electoral, con mecanismos de monitoreo de todo el
proceso. Y este calendario debe estar contemplado en el marco de la
Constitución Nacional vigente. Hay mucha gente hablando de elecciones
adelantadas, y no hay ninguna provisión en la Constitución actual para ello.
Debe suceder fuera del país, en un terreno neutral, donde los representantes no
se sientan presionados por grupos locales o por filtraciones de información.
Creo que pudiera ser en el Vaticano.
–¿El Vaticano? La
representación del Vaticano también quedó chamuscada con la experiencia del
2016.
–El Vaticano está dispuesto a
facilitar una salida en Venezuela, pero va a ser muy cauteloso, porque salió
con las manos quemadas con el llamado diálogo del año pasado. Sé que están
dispuestos a participar, pero serían muy cuidadosos.
–Recientes declaraciones del
Papa Francisco sobre Venezuela, le generaron fuertes cuestionamientos sobre su
posición en este conflicto.
–Está claro que no tiene una
aceptación unánime, porque hay gente que opina que el Vaticano ha sido ingenuo,
no entiende a Venezuela y está engañado por el gobierno. También hay chavistas
que no creen en la religión, y lo desconocen como institución. Sin embargo, el
Vaticano tiene credibilidad y creo que es muy importante tenerlo en cuenta.
–¿Quién convoca a las partes?
–Para eso necesitas designar a
un grupo de cuatro o cinco países amigos que funcionen como mediadores, y que
permitan construir una agenda en conjunto. Si hubiese un esfuerzo concertado,
con gente de prestigio internacional, sí se podría lograr una negociación.
Puede ser algo como el grupo Contadora
en los 80.
–¿Y qué hacer con los
mediadores actuales?
–Ellos también se quemaron las
manos en el diálogo. Hay que buscar otros que sean aceptados por ambas partes y
que tengan intereses concretos en que la negociación tenga éxito. Si no pasa
eso, no creo que haya éxito.
–¿Quiénes pueden ser esos
países amigos?
–Hay algunos países como
Uruguay y El Salvador que han sido simpatizantes del chavismo, pero han marcado
distancia. Otro país que pudiera participar es Colombia, que tiene un perfil de
centroderecha, es vecino y trabajó con Venezuela durante el proceso de paz con
las FARC. Posiblemente Ecuador, que ahora está sin Rafael Correa. También hay
espacio para un país europeo, como por ejemplo Noruega, que tuvo un papel
importante en el proceso de paz de Colombia.
–¿Cuál es el papel de Estados
Unidos? ¿Qué tanto ayudan las sanciones de Estados Unidos a altos funcionarios
de Venezuela en estas circunstancias?
–Es un tema delicado. Por un
lado, esta política de sanciones es una de las pocas cosas que pueden hacer los
países para expresar su desacuerdo con otro, sin emplear la violencia. Por otro
lado, las investigaciones sobre el uso de sanciones indican que, la mayoría de
las veces, no logran su objetivo. En el caso de Venezuela hay varias razones
adicionales que pesan.
–¿Cómo cuáles?
–Por ejemplo, las sanciones
ayudan al gobierno a jugar su carta antiimperialista y mostrar que está
siendo asediado por Estados Unidos. También tienen un impacto negativo en los
países de la región que quisieran presionar a Venezuela, pero que se inhiben
para no verse como ejecutores de la política exterior estadounidense. Y también
tienen un efecto delicado en la dinámica interna del país: dejan al funcionario
sin margen de maniobra. Solo le dejan al chavismo como alternativa.
–¿A qué se refiere?
–Hace tres años el senador de
Estados Unidos, Marcos Rubio, quería sancionar a la
Fiscal General, Luisa Ortega Díaz por violaciones a los derechos humanos. Y en
este momento la Fiscal General se ha convertido en un actor político
fundamental frente al gobierno. Si ella hubiese sido sancionada, puedes estar
seguro de que no se habría manifestado como lo ha hecho en las últimas semanas.
–A menos de dos meses para las
elecciones de la Constituyente, ¿quién se encuentra más fuerte para sentarse a
negociar?
–En el 2014 hubo un ciclo de
protestas intensas. Desde entonces el gobierno ha comprado equipos antimotines,
carros blindados, bombas lacrimógenas, perdigones. Tiene todo para enfrentar
este tipo de rebelión que vemos ahora.
–Pero desde el punto de vista
de apoyos, ¿con quién cuenta Maduro?
–Maduro cuenta, hasta ahora,
con la cúpula de la rama judicial y de las Fuerzas Armadas, además de la
administración de los ingresos petroleros. Está en una posición bastante fuerte
para negociar. El gobierno tiene la ventaja. Tiene el tiempo de su lado.
–¿Y en cuanto a la oposición?
–La oposición apostó a la
presión sobre el gobierno desde la calle y desde la comunidad internacional,
con el objetivo de generar fracturas internas entre quienes apoyan a Maduro, y
han tenido éxito. Chavistas moderados como Gustavo Dudamel, la Fiscal General,
y otros se han venido pronunciando en contra de la posición del gobierno. Si
hay más reacciones de este tipo, podrían hacer que el gobierno se retracte de
la Asamblea Nacional Constituyente.
–No parece mucho.
–Tiene las movilizaciones y la
Asamblea Nacional, que aun cuando sus decisiones están neutralizadas, se
encuentra activa. Por eso, pienso que las relaciones internacionales van a ser
un punto clave.
–Además de las fortalezas, el
cómo se negocia tiene relevancia.
–La oposición tiene más
posibilidades para negociar, porque es más diversa en los objetivos que
persigue. Hay gente que quiere que renuncie Maduro, otros quieren elecciones
anticipadas. El gobierno, en cambio, no tiene. Solo quiere permanecer en el
poder.
–Según el activista Gene Sharp, hay 198 métodos de protesta pacífica. En
Venezuela se han concentrado en las marchas. ¿Cómo se le sube la presión a
Maduro?
–Para que las protestas
pacíficas sean más efectivas el liderazgo deba incrementar el control de las
mismas. Luego de que la marchas son reprimidas por la Guardia Nacional o la
Policía Nacional, hay muchachos que tratan de pasar los piquetes con escudos,
chinas, molotov, y terminan enfrentándose a la GNB. Eso no es una protesta
pacífica, y es importante decirlo.
–Los escuderos son vistos como
un mecanismo de defensa durante las manifestaciones, y en términos de
percepción, como unos “héroes de la resistencia”.
–La oposición tiene que hacer
un esfuerzo mayor para que la protesta sea pacífica. Muchos de estos muchachos
están actuando por su cuenta, fuera del control del liderazgo. La resistencia
tiene que seguir siendo pacífica. Si no lo es, pierden el carácter masivo y se
presta a imágenes o análisis que muestren una equivalencia moral con el
gobierno y su represión. La violencia nunca jugará a favor de la oposición.
–¿Los incidentes ocurridos en
Táchira o Los Nuevos Teques representarían un quiebre del liderazgo opositor
que pregona las protestas pacíficas?
–No lo veo como un quiebre del
liderazgo de la MUD. Los líderes han disfrutado de un alto nivel de
popularidad, y de unidad entre ellos.
–¿Hay posibilidad de que los
líderes políticos pierdan el control de la protesta?
–El país está en una condición
miserable. El orden social depende de la situación de la gente y cuando sienten
que no tienen nada que perder y no tiene nada qué hacer, porque están sin
trabajo, están dispuestos a tomar el orden social con sus manos. Es imposible
que la MUD mantenga el control de eso, y siento que se les va de las manos,
porque hay un gran descontento y fuertes deseos de cambios. Hay lugares que se
vuelven anárquicos.
–¿Qué ocurriría en la
práctica?
–Existe el peligro que en las
próximas semanas esta situación se generalice, y se produzcan nuevamente
guarimbas como las del 2014, pero más grandes y no tan enfocadas en sectores
clase media, sino en sectores más populares. Si el gobierno no da señales de
negociar o cambia de rumbo, se va a ver eso. Una vez que esto comienza, es
difícil que el Estado lo controle, mucho menos el liderazgo de la oposición.
–Se percibe al gobierno en una
posición de fortaleza, reacio a negociar su salida, ¿qué hacer?
–La oposición debe conectarse
con las bases populares en los barrios a través de mecanismos como ciclos de
charla, visitas. Extender su alcance en estas zonas. Y adicionalmente,
presentar proyectos e ideas sobre el proceso de negociación con el chavismo.
Creo que debería presentar un proyecto de transición a las Fuerzas Armadas,
donde explique cómo se imaginan la transición, qué tiene pensado hacer.
–¿Cómo explicarle a las
Fuerzas Armadas esa propuesta, sin que haya delaciones o neutralizados por los
mecanismos de vigilancia implementados por el G2 de Cuba?
–Hay gente en la oposición que
tiene cómo mandar esos mensajes a las Fuerzas Armadas, y ya han expresado
públicamente planteamientos a los militares. Obviamente, hay asesoramiento
cubano en cómo garantizar la lealtad de los militares. Al acompañar durante 18
años al chavismo, han depurado sus mecanismos para usar la lealtad como
criterio máximo.
–El ministro de la Defensa
–Vladimir Padrino López– ha sido claro en su apoyo a Maduro, aunque ni el
Ejército, ni la Aviación ni la Armada han participado en la represión.
–En las declaraciones del
general Vladimir Padrino López no percibimos ningún quiebre, pero también es
cierto que si hubiese esa disposición, no la veríamos. Las fuerzas armadas son
una caja negra.
–A la hora de negociar hay un
punto de tranca: amnistía para funcionarios que tienen procesos abiertos por
violaciones de derechos humanos o narcotráfico. ¿Cómo manejar eso?
–Sin algún programa de
justicia transicional, es muy difícil imaginar un regreso a la democracia en
Venezuela. Hay muchas personas muy comprometidas, hay miedo dentro del
oficialismo, del chavismo, de que va a haber cacería de brujas y represalias.
–Es difícil ver a algunos
salir de este conflicto sin enfrentar la justicia. Hay acusaciones por delitos
que no prescriben.
–Hay que negociar los
términos, porque hay violaciones de derechos humanos, crímenes de lesa
humanidad, crímenes por narcotráfico. Por ejemplo, en el proceso de paz de
Colombia se acordó la no extradición. Es un mecanismo difícil, pero hay que
tener en cuenta que estás cambiando la justica por la paz.
–Supongamos que no se produce
ni el punto de quiebre ni la negociación y llegamos al 30 de julio. ¿Qué pasa
el día de las elecciones de los constituyentes?
–Creo que habría acciones para
complicar esas elecciones.
–¿Por qué lo dice?
–La oposición tendrá que
pensar en acciones de mayor impacto para complicar la realización de esa
elección. Por ejemplo, puede convocar a un paro nacional que impida la
logística y la movilización de quienes vayan a participar en ese proceso.
–¿Y qué pasaría el día después
de elegirse los constituyentes?
–La pregunta es cómo actuará
el gobierno. Puede comenzar a anular ramas del Estado que le son incómodas.
Puede suspender derechos. Puede haber un incremento significativo de la
represión.
12-06-17
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