Por Ismael Pérez Vigil, 06/08/2017
Los resultados del 30J de julio fueron los esperados, a nadie
medianamente informado lo pueden sorprender; lo cual no quiere decir que sean
fáciles de asimilar y manejar. La cifra de 8 millones es el múltiplo 4, 5 ó 6
veces, de cualquier otra cifra real según todos pudimos ver en la ausencia de
votantes. La cifra fue escogida para que superará la del 16J y no se les enfrió
el guarapo al lanzarla, aunque significará la votación más alta del chavismo en
toda su historia, ni en vida del propio Hugo Chávez. En cualquier caso no es
una cifra creíble, sino risible y Smarmatic lo único que hace es confirmarlo.
Abruma el cinismo de la trampa, nadie se puede acostumbrar a semejante
descaro por parte del CNE, órgano supuestamente encargado de defender el
derecho al voto y que no tuvo ningún empacho en sepultar ese derecho y junto a
él cualquier credibilidad que pudiera tener ese organismo. Ahora habrá que
arrasarlo hasta sus cimientos, reconstruirlo a partir de nada, tan pronto
recuperemos la democracia y la decencia en el país. Poco a poco se irá sabiendo
la explicacion más detallada de los vericuetos de la trampa y sabremos las
cifras reales de asistencia a un proceso, que agrega a su inconstitucionalidad,
la ausencia de votantes y la característica de ser un acto fallido.
Lo que está ocurriendo ahora, al momento de escribir esta nota, apenas
a pocas horas del "evento" tampoco es una sorpresa. Una ardua
negociación política para confeccionar la lista final de constituyentistas -el
borrador ya estaba hace tiempo- haciendo los "acomodos"
correspondientes, cuadrando cuotas, facciones, para reducir al mínimo las
fricciones internas. Vendrán despues las arremetidas más duras contra la
oposición y contra la AN, terminándola de despojar de los pocos recursos que le
habían dejado; contra dirigentes emblemáticos de oposición que puedan ser
candidatos a gobernadores o alcaldes, etc.
Del lado opositor también vendrán acomodos. No estamos igual que el 29
de julio. Se impone afinar una estrategia, común (¿Será necesario decirlo?).
Estamos frente a una dictadura abierta completamente, que se dispone a acabar
con cualquier vestigio de institucionalidad y estado de derecho. Se impone
jugar a cuadro cerrado. No son tolerables las disidencias, ingenuas o no, que
en otro momento podrían ser toleradas. Como por ejemplo las -para mí-
desafortunadas declaraciones de Antonio Ledezma, cuyas críticas a la
oposición no aportaron nada positivo, fueron más de lo mismo que hemos venido
viendo desde hace meses. Tampoco aportan mucho los radicalismos -el ahora
llamado "dibujo libre"- a la causa opositora, simplemente nos
predisponen unos contra otros, para beneplácito del régimen dictatorial. Se
impone una resistencia mucho más consciente de que nos enfrentamos a un proceso
inédito y que no se pueden hacer cálculos alegres del estilo "falta
poco" que hasta ahora eran tolerados como supuestamente
"motivadores".
Se nos viene encima un hecho político ineludible, una convocatoria a
elecciones regionales, que debemos analizar mucho más políticamente de lo que
lo hemos hecho hasta ahora, aludiendo alegremente a los resultados del 16J, que
por lo visto dan para todo. No es una decisión sencilla, pero es bueno recordar
que el CNE solo puede hacer trampa cuando nadie se opone a esa trampa; si no
fuera así, no hubiera ocurrido el 6D de 2015 que ya vemos todos los
inconvenientes que ha causado a la dictadura, hasta el punto de llevarla a
promover una ilegal constituyente que le ha traído cuatro meses de revueltas y
el rechazo internacional.
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