Por Gabriela Batatino
La cineasta opina que es
"insólito" lo que sucede con "El Inca", y asegura que,
"aquí sí hay censura, y eso inhibe a los cineastas venezolanos en la
escogencia de su temática, evaden el tema político, y si lo tocan es porque
están fuera del país"
Solveig Hoogesteijn,
directora, productora y guionista de cine, gerente cultural y coordinadora
general del Trasnocho Cultural, y una de sus fundadoras, nació en Suecia, pero
está "plantada" en Venezuela desde que tenía un año de vida, cuando
sus padres la trajeron a esta tierra en la que se convirtió en una de las
personalidades destacadas del sector cultural.
Hoogesteijn dirigió una de las
películas referenciales del cine venezolano, Macu, la mujer del policía, y
sabe bien lo que se siente estar delante y detrás de una precandidatura a los
Premios de La Academia. Maroa, otra de sus películas más conocidas, luchó
por ser una de las candidatas en la categoría de Mejor Película Extranjera, no
lo logró, pero ha sumado esfuerzos como jurado en la elección de otras tantas
películas nacionales que al igual que la suya hubiesen podido representarnos.
Recibió a nuestro equipo
de Contrapunto en su oficina del Trasnocho, el centro cultural que
por más de 15 años ha logrado sobreponerse a las dificultades políticas,
económicas y a la inseguridad. En este sentido, comenta que ese centro no fue
la excepción y durante los meses pasados sufrió una grave merma de público
debido a las protestas y manifestaciones antigubernamentales, pero, dice,
"gracias a Dios" ya se están recuperando.
Con su particular temple y
timbre de voz, Hoogesteijn comienza hablando del cine en Venezuela. Sobre la
baja en la taquilla venezolana, asegura que "la pérdida de público en
nuestras salas no se debe tanto a la calidad de cine que se produce en
Venezuela, sino a la nefasta situación económica que estamos viviendo en el
país".
Y añade que, en general,
"una de las grandes tragedias como sector es no contar con una política
cultural que utilice los múltiples logros del cine venezolano para tener una
mayor presencia en el mercado cinematográfico internacional. Es como si cada
vez, años tras año, empezáramos desde cero".
La eterna deficiencia: no hay
política cultural del Estado
–¿Cómo cree usted que se ha
ido transformado el cine venezolano, tanto en la taquilla como en la
distribución de los contenidos? ¿La gente sigue yendo masivamente a las salas o
migraron a otras pantallas?
–El desarrollo del cine en
Venezuela ha estado atado al desarrollo económico y cultural del país. Si
pensamos en los años dorados, que son los años 80, yo diría más atrás, en los
70, cuando se empieza realmente con una cierta continuidad que nunca tuvimos,
pero sí se produjeron más películas; el público venezolano, no importa a qué
clase social perteneciera, se descubrió en la pantalla. Un público acostumbrado
a ver películas en inglés, subtituladas al castellano, de repente descubre
historias propias y lenguaje propio. Por ejemplo, la clase media y la clase
media alta, que no conocía a la clase popular, por la acción de los cineastas
de desarrollar sus temas en esas clases para darle visibilidad a ciertos
conflictos y problemas que existían, acerca la vida del barrio a la clase
media.
"¿Qué sucede? Cuando el
público venezolano se ve por primera vez en pantalla es como un milagro, es un
gran descubrimiento y el público va al cine, el público copa las salas, además
no existían otras pantallas como las que hoy en día tenemos, no existían las
computadoras, ni el celular, ni el iPad, ni los 'quemaditos'. Existió siempre
la piratería, pero la difusión estaba más concentrada en las salas de cine. Eso
hay que tomarlo en cuenta. Además, el cine siempre ha sido el entretenimiento
más barato, lo sigue siendo, pero con el decaimiento económico que tenemos hoy
en día si una familia de cuatro personas tiene que decidir si va a ir al cine o
si va a hacer mercado, porque no tiene suficiente dinero para invertirlo en
entretenimiento y en cultura, se va a decidir por el mercado y eso va a ayudar
a que florezca ese mercado paralelo o 'pirata' de obras que se propagan sin
pagar derechos de autor", describe la cineasta.
"Yo diría que la pérdida
de público del cine en Venezuela no se debe tanto a la calidad de cine que se
produce, sino a la nefasta situación económica que estamos viviendo. En cuanto
a las temáticas, cuando el cine comienza en los 70, en los 80 cómo financiarse,
porque a partir del año 81 ya existe Fonprocine que es una institución que
financia al cine venezolano en dependencia a lo que le daba el Gobierno…
Nosotros tenemos una ley de cine a partir del 93, la cual es reformada en 2005.
Quien paga la producción del cine venezolano es el sector privado a través de
un presupuesto parafiscal que paga la televisión abierta. Entonces, el mito de
que hoy en día el Estado financia el cine no es real, es el sector
cinematográfico el que financia el cine venezolano. La producción se ha
limitado. ¿Por qué? Porque si va menos público al cine es menor el impuesto que
paga la exhibición y por ende la distribución. El que hoy en día más contribuye
a ese pote que se llama Fonprocine son las televisoras por suscripción.
Entonces, yo diría que la temática le ha dado cabida a muchísimos jóvenes
realizadores. Vemos que la cantidad de óperas primas es enorme, favoreciendo a
los más jóvenes y no dándoles continuidad a los que tienen más experiencia,
quienes sin embargo han seguido trabajando, pero de una manera más limitada. Es
lógico por la contracción de la economía en todo el país. El cine es parte de
esa economía, es una industria cultural, une los dos factores: el negocio y la
expresión artística en un solo producto", explica.
–¿En qué ha avanzado el cine
venezolano y qué le falta a su criterio?
–Ha avanzado tal vez en el
lenguaje cinematográfico. En líneas generales, con sus excepciones siempre,
diría que está más cuidado, se ha aprendido más a cómo expresarse en imágenes,
en diálogos. Los guiones han ganado también, porque debemos pensar que en
Venezuela la formación cinematográfica es de joven data. Mi generación se formó
afuera, sí tuvo formación o se formó en la práctica. Indudablemente, nuestro
cine es un cine de autor, tiene que serlo, porque los recursos que tenemos a
nuestra disposición más el desarrollo de la tecnología en el país que es toda
importada, así lo define.
"Yo no me atrevería a
hacer un juicio de valor contrario a otro mito que existe de que el cine
venezolano solo tenía historias de policías, ladrones y prostitutas, porque ese
cine era el más popular, el que más quería ver la gente, eso no es un problema
de los realizadores, los realizadores también responden al mercado con sus
temas, todo es dialéctico en la vida, todo fenómeno influye sobre el realizador,
sus ideas, sus expectativas. El cine venezolano siempre ha sido de una temática
muy amplia, yo lo que creo es que en nuestra mentalidad, muchas veces anidan
ideas muy cortas, mitos que se consolidan y se propagan de generación en
generación cuando no tienen una base real", considera.
"La primera persona que
hizo un estudio serio, cuantificado, sobre cuántas mujeres cineastas habían en
Venezuela fue una norteamericana que realizó un libro aquí y ella es la que
descubre que en los 80 había 84 mujeres cineastas en Venezuela. Un número que
dejó pasmado a Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos y al mundo entero,
porque éramos más mujeres cineastas de las que se hubiese podido sospechar.
Entonces, yo creo que ya no somos una minoría y en realidad nunca lo hemos
sido, que hemos avanzado fuertemente, que hoy en día nos atrevemos a tener una
voz propia. Yo creo que hay muchos mitos que debemos revisar dentro de nuestro
cine porque todo fenómeno expresivo, artístico, tiene una base cuantificable.
El día que algún investigador se siente a ver las cifras del cine venezolano,
qué película en su momento, con qué número de habitantes hizo cuántos
espectadores, porque esos son factores que hay que tener en cuenta, cuántas
salas de cine existían, cuántas entradas, todos esos son parámetros que hoy en
día con la computación pudiéramos meter dentro de un programa para tener una
visión un poco más objetiva, pragmática de lo que hacemos. Venezuela es el país
de las ideologías, de los mitos y de lo real maravilloso, ese es su ingrediente
simpático, pero a veces nos hacen pisar en falso, nos hacen
extraviarnos…".
–¿Hay en Venezuela un cine de
resistencia?
–No. Yo no veo un cine de
resistencia, yo veo esfuerzos de algunos cineastas como Hernán Jabes y Elia
Schneider que hicieron unos cortos, pero que son más que un cine reflexivo, son
piezas que buscan motivar a la resistencia. En ese sentido, sí son un cine de
resistencia, pero eso no ha pasado a la producción de largometraje, más bien yo
diría que existe mucha autocensura, que sí existen grandes esfuerzos, por
ejemplo en lo que es la diversidad de géneros, películas como Tamara, la
última película de John Petrizelli o Azul y no tan rosa. Yo creo que en
ese sentido ha habido una actividad mucho más llamativa que, por ejemplo, en el
tema político porque está atado al temor y el miedo es libre, está atado al
temor de que ese proyecto no sea financiado por el CNAC, está atado al temor de
sufrir censura, y veamos lo que pasa con El Inca por ejemplo, que es
insólito. Gana un juicio, la programamos, a los tres días tenemos que volverla
a sacar de cartelera, porque nuevamente está impedida su exhibición. Aquí sí
hay censura, existe una censura, y eso ha inhibido a los cinestas en la
escogencia de su temática, o evaden el tema político o si lo tocan lo hacen
porque están fuera del país.
–Cada vez más entran películas
venezolanas en certámenes internacionales.
¿Qué puertas le abren al cine de
nuestro país?
–Ese es un tema muy
interesante porque, fíjate, es aprovechable individualmente por el cineasta sin
duda alguna, pero si no existe una política de Estado, una política cultural
que aproveche esos premios internacionales para tener una mayor presencia del cine
venezolano en los mercados de venta de este producto; es una tragedia que
desaprovechemos los premios que nuestro cine gana internacionalmente. No es la
primera vez que películas venezolanas ganan premios importantes, yo he estado
en Cannes con una de mis películas, en la quincena de realizadores, pero si
hubiese habido en ese momento un estand de cine venezolano en el Festival de
Cannes, sin duda alguna se hubiese aprovechado para el cine venezolano en su
totalidad. No tenemos todavía estructurada ni concebida una política de
posicionamiento del cine venezolano en el mundo, es como si cada vez
empezáramos desde cero y no se aprovechan algunos pasos previos para darle
continuidad, porque no hay el financiamiento para ello, y ese financiamiento no
puede salir del bolsillo privado, tiene que ser un financiamiento del Estado a
través de sus instituciones culturales. Sin presencia en el mercado
cinematográfico internacional y una buena promoción, que cuesta dinero, no
vamos a salir nunca de ese estado fetal que no nos permite realmente crecer. Es
una política que los cineastas pueden propulsar pero no pueden financiar.
–¿Cuál era su película
favorita para representar a Venezuela en los premios de la Academia este año?
–No formé parte del jurado,
hasta ahora siempre lo había sido pero no quiero hacerlo más porque uno se
canjea más enemistades que amistades. Es muy ingrato y ya he sido muchas veces
jurado, ya he cumplido.
Sí hay resistencia cultural
–Frente a toda esta situación
que vive el país, ¿cree usted que los artistas y creadores han mantenido una
actitud activa?
–Extremadamente activa… Yo
diría que el esfuerzo de los directores de teatro, de los productores de
teatro, de los actores de teatro, de los técnicos, igual en el cine, hay muchas
películas que se financian sin ayuda del CNAC. Ha crecido porque cuando la
realidad es dura, se hace muy difícil, el arte no se calla, parece ser todo lo
contrario, florece más, resiste más, crece, porque necesita resistir. Tú no
puedes callar al individuo y el arte es un cauce por el cual tú puedes expresar
muchas cosas, justamente el arte permite escapar del cerco de la censura, del
cerco del miedo... Hasta para soportar la realidad, el arte es un ámbito que
por producir realidades diferentes, es un refugio. El arte no lo calla ningún
totalitarismo, no lo calla ningún régimen, la historia de la humanidad así lo
ha demostrado. Gracias a Dios… O gracias a los artistas, creadores y
realizadores.
–¿Cómo ha hecho el Trasnocho
Cultural para sobrevivir a la situación país, crecer en número de salas y
permanecer abierto incluso estando ubicado en uno de los principales escenarios
de protestas y manifestaciones antigubernamentales (Las Mercedes)?
–El Trasnocho es un nuevo
modelo gerencial en el campo de la cultura venezolana, porque el Trasnocho es
accionado gracias al público que viene a las salas. Es decir, esa taquilla que
está allá afuera es la manera como se mantiene toda la operación de los cines,
de los teatros, de las salas de exposiciones y la supervisión general de lo que
sucede aquí que es mi función en esta institución; además es el concepto: reúne
en un solo espacio todo tipo de expresiones artísticas y culturales. Ese es el
fuerte del Trasnocho. No depende de subsidios, no depende del Estado, eso nos
da libertad en la programación, además nos hemos concentrado en el cine de
autor y en el cine independiente, más difícil de conseguir, menos
comercial".
"Ya tenemos 15 años de
existencia. Empezamos con dos salas de cine, hoy en día tenemos cuatro. La
tercera se abrió tres años después de la fundación y la cuarta dos años
después. ¿Por qué? Porque hemos ido creando un público para ese cine. Un cine
que no se presenta en otras salas. Ese es nuestro fuerte. El otro fuerte es ese
programa tan amplio, con dos salas de teatro, con un centro de yoga y una
librería. Cada uno de los proyectos que hacen vida aquí tienen una gran
independencia, y a la vez, hay una sinergia muy grande. Por eso nos hemos
mantenido en el tiempo, y a la vez es nuestra fragilidad", explica.
"Los cuatro meses entre
abril y julio, en los cuales nuestra ciudad se vio imbuida en manifestaciones
ciudadanas de protesta, sufrimos una baja de público enorme, tan grande que
gracias a una junta directiva que es muy solidaria y que sabe que nuestra
misión principal es difundir cultura y no hacer negocio, me exoneró de ciertos
pagos durante ese lapso. Pagos que tengo que realizar cuando me recupere, pero
sin duda esos meses incidieron enormemente en el funcionamiento de este lugar.
En todos los frentes se sufrió una grave merma de público, pero como las
personas que trabajan aquí son grandes profesionales y es gente muy
comprometida con lo que hacemos aquí, aguantamos esos cuatro meses. El mes de
agosto gracias a Dios ha repuntado, el público ha vuelto masivamente y nos
estamos recuperando".
–¿Cuáles son los retos del
Trasnocho Cultural?
–Yo creo que el crecimiento
del Trasnocho y su éxito está basado sobre todo en la escogencia de las
personas que trabajan aquí. Nuestro norte ha sido la excelencia, queremos
preservar –a pesar de la vulgarización general y de ideologías populistas– esa
excelencia, y esa excelencia encuentra su expresión en las personas que hacen
vida aquí. Todo es muy cuesta arriba, pero como el compromiso es muy grande y
hemos tenido éxito y no hay mejor aliciente y motivación que el éxito, hemos
podido seguir adelante, al punto de jugar con la idea de abrir un segundo
Trasnocho al norte de El Guaire (La Castellana, Chacao). Eso todavía demora,
son varios años que van a pasar antes de poder hacerlo, pero esperemos que sea
mejor antes que más tarde.
–¿Cuál debería ser, en este
momento, la línea del sector artístico venezolano?
–Yo pienso que el arte si se
caracteriza por algo, es por su amplitud, por permitirle a voces totalmente
individuales y que pueden ser muy disidentes, de corrientes que puedan tener
mayor importancia, a expresarse. A mí me preocupa algo como la autocensura, yo
misma soy realizadora cinematográfica, escribo guiones, dirijo y produzco
películas y la censura existe y está basada en el miedo, en el miedo a la
represión, en el miedo a no conseguir el financiamiento para hacer algún
producto de arte. Pero si algo caracteriza a la cultura y el arte es justamente
la libertad de expresión. En el momento en que nosotros no tengamos eso, vamos
a vernos terriblemente limitados y restringidos. En ese sentido, yo no tengo
una respuesta a esa pregunta. No hay un deber ser, es un campo vivo, es un
campo que se transforma continuamente y que le da cabida a voces nuevas, a
voces disidentes, a voces tal vez disonantes, malas, de malas producciones. El
campo del arte, gracias a Dios, es un campo abierto a la creación, a la
imaginación y a la inspiración en la realidad, porque todo artista se inspira
en su pasado, en sus vivencias y en la realidad que lo circunda.
Agregó que existe una
autocensura en la escogencia de temas por parte de los creadores
cinematográficos venezolanos por el temor a sufrir censura. "Lo que está
pasando con El Inca es insólito", lamentó.
10-09-17
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