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jueves, 9 de noviembre de 2017

Una élite autolegida no es la salvación del país por @DiarioTalCual


Por Beltrán Vallejo


Se extiende el creciente malestar contra la MUD, pero creo que ahí hay una  percepción inexacta de la crisis política que sufre el movimiento opositor, crisis que hoy ayuda a atornillar a Maduro en el poder y que significa prolongar  la hecatombe de hambre, desesperación, muerte de los enfermos crónicos, y prolongar el delito callejero en todas sus formas por un tiempo (me aterra el no saber cuánto).

El problema contemplado en el fondo del precipicio de la actual crisis oposicionista  radica, más que en el ámbito institucional unitario, en la conducta de los partidos políticos, de todos, toditos; desde los militantes del concurrentismo a las elecciones, hasta los abstencionistas procesados, radicales, graduales y de pillamadas. Lamentablemente, la toma de decisiones dentro de la instancia unitaria llamada MUD se vio afectada por las carencias, particularismos, inoculado tacticismo y caudillismo que impera en las representaciones partidistas que la conforman, convirtiendo el espacio unitario en una licuadora de mala marca que convirtió en líquido espeso  las esperanzas de todo un pueblo que se había levantado a raíz de la épica de la elección parlamentaria del 2015. Debido a eso, lo que predomina es la desesperanza agobiante, el desamparo, la frustración y la incertidumbre nacional.

En eso de revisar el proceder infecundo de todos los partidos políticos que se han opuesto al chavomadurismo, sobresale en ellos la escasa capacidad para proteger a los demás; por ejemplo, antier fue su escasa capacidad para proteger a los manifestantes, para consolidar el carácter pacífico y masivo de las manifestaciones; luego fue su escasa capacidad para proteger nuestro voto en las mesas de votación en las elecciones regionales, su escasa capacidad para proteger la importancia del voto en ese evento; y ahora también predomina su escasa capacidad  para proteger la esperanza de la gran mayoría de los venezolanos, el cual  ya tiene pesadillas pensando en un Maduro haciéndose viejo en el poder.  Entonces, pareciera ser que la premisa es sálvese quien pueda.


Lo que está evidenciando la aparatosa derrota de la sociedad democrática en este año 2017 apunta a que en definitiva una élite autolegida no va a parir el cambio sistémico en Venezuela; un grupo de partidos políticos y su dirigencia autosuficiente, soberbia, inculta y sin grandeza histórica jamás logrará conducir a la sociedad por la ruta del cambio, por la ruta del derrocamiento de un gobierno pandillero, semejante al de Putin, similar al de Raúl Castro.  Una élite autolegida no es la salvación de la nación.

De esta manera pongo el dedo en la llaga, señalo el meollo del asunto: la democratización del país surgirá de un proceso sociopolítico global cuyo norte será ubicar a Venezuela en un siglo XXI de consolidación de una sociedad plenamente democrática, en un siglo XXI donde se consolide  un modelo socioeconómico que propicie calidad de vida;  y eso, por supuesto, pasa por la definitiva erradicación de la tribu de incapaces y corruptos  que nos gobierna y que han convertido a la sociedad venezolana en un vaso de cama, en una bacinilla.

En este año 2017, que ojalá se vaya pronto y sin ruido por la puerta de atrás, los déficits de liderazgo, organización, táctica y estrategia de los partidos políticos sobresalieron; y lo peor de todo, demostraron que son unos grandes irresponsables. En estos momentos, la palabra partido político es una palabra perdedora. Quizás vayamos a una nueva oferta política para enfrentar con éxito al totalitarismo, regocijado éste en unas elecciones semejantes a las que hizo el PRI mexicano durante setenta años (la dictadura perfecta).


08-11-17




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