Trino Márquez 18 de enero de 2018
@trinomarquezc
Contra
Óscar Pérez el régimen cometió un asesinato. Violó el derecho humano
fundamental: el derecho a la vida La responsabilidad básica del crimen la
asumió Nicolás Maduro, con el fin de quitarles el protagonismo de la operación
a Diosdado Cabello y a Freddy Bernal, quienes al comenzar a circular las
primeras informaciones de lo que ocurría en El Junquito, se mostraron como los
artífices del ataque. De nuevo Maduro pone a Cabello en el lugar subordinado
donde quiere mantenerlo.
La reacción del gobierno fue confusa al
comienzo y cínica luego. Al principio parecía que no se hubiese enterado de la
existencia de internet, de los teléfonos
inteligentes y de las distintas redes que han convertido a los usuarios en
reporteros y protagonistas de la noticia. Pérez fue describiendo a lo largo del
asedio cómo la policía los atacaba, sin tomar en cuenta los llamados del grupo
para deponer las armas y entregarse. Las
primeras versiones del gobierno apuntaron a señalar que Pérez se había negado a
negociar abriendo fuego contra los agentes que le habían propuesto rendirse.
Cuando la patraña se hizo insostenible debido a la amplia difusión alcanzada
por los videos grabados por Pérez, optaron por adoptar una estrategia más
agresiva. Los voceros del régimen pasaron a hablar de la “célula terrorista”
descubierta y desmantelada por la revolución en defensa de las legítimas
instituciones de la República. Más tarde, como había que implicar a la MUD de
cualquier manera, Néstor Reverol señaló que la ubicación del grupo había salido
de una delación del equipo negociador que asiste a Dominicana. Calumniador y
desvergonzado, el hombre. Ni siquiera tuvo el gesto de darles los créditos a
los cuerpos de inteligencia del Estado.
Maduro, repito, asumió la responsabilidad de
haber ordenado la matanza. El heredero de Hugo
Chávez decidió aplicar la pena de muerte aunque la aventura de Óscar
Pérez se encontraba a años luz del delito perpetrado por los conjurados del
4-F, cuyo jefe más visible fue el mentor del actual Presidente. La democracia
se comportó frente a los conjurados de aquella fecha con una benevolencia que
hoy luce ingenua. A los alzados se les respetaron todos sus derechos y se le
agregaron otros no contemplados en ningún código, a pesar de haber provocado la
muerte varias centenas de jóvenes soldados, quienes siguieron las órdenes de
sus irresponsables comandantes. En cambio a Pérez y sus acompañantes se les
masacró sin contemplaciones de ningún género. La Constitución, tan maltratada
por sus redactores, fue de nuevo violada, esta vez acompañada de sangre. Maduro, el responsable, pretende enjuiciar a
los obispos de Barquisimeto y San Felipe, quienes con sus homilías del fin de
semana pasado no hirieron a nadie, solo lastimaron la sensible piel del
gobernante. ¡Qué desproporción!
Al sitio donde estaba ejecutándose la labor de
exterminio no dejaron entrar ningún periodista, ni se encontraba presente
ningún fiscal del Ministerio Público o de la Defensoría del Pueblo, pero sí se
hallaban grupos civiles paramilitares. Al parecer el Fiscal y el Defensor
tenían algo más importante que hacer ese día, por eso se desentendieron de
resguardar la vida de unos venezolanos sitiados y condenados a muerte por los
organismos de seguridad. Tarek William, por cierto, se ufana de ser uno de los
redactores del extenso capítulo de la Carta Magna dedicado a la protección de
los derechos humanos. Parece que su sometimiento total a los designios de
Maduro le hizo perder la memoria, y la lengua, porque hasta ahora no ha dicho
ni pío sobre el acribillamiento. El colectivo “Tres raíces”, cuyo jefe era
Henker Vásquez, actuó en coordinación con los cuerpos policiales. Esta acción
se encuentra totalmente fuera de la ley. El uso de la violencia y las armas
está exclusivamente reservado a los órganos competentes del Estado. El
operativo mostró la asociación entre grupos irregulares civiles y policías. Ya
no se saben dónde están las fronteras entre unos y otros. Esta es una de las
características de los Estados
forajidos. El silencio cómplice de la FAN es escandaloso.
El crimen de El Junquito forma una pieza más
del expediente que se le levanta a Maduro. Su costo político puede ser elevado.
En el plano internacional, la condena ha sido unánime. Hasta los defensores del
régimen han tenido la decencia de guardar un discreto silencio. Human Right
Watch y la Unión Europea lo repudiaron de forma terminante. Ahora, cuando el
régimen busca auxilio financiero internacional y se desarrolla el ciclo de
negociaciones en República Dominicana, esa operación de exterminio alertó de
nuevo a una comunidad que proscribe cada vez más a Maduro.
El mandatario con su decisión le envió un
mensaje claro a toda la oposición: será aplastada si se opone a la hegemonía
madurista. En contrapartida, sin proponérselo, sentó las bases de un mito. Óscar
Pérez, a pesar de haberse equivocado en sus métodos, se convertirá en un
símbolo de valentía y resistencia. Y a los valientes, con un programa y una
estrategia, resulta duro vencer.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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