Por Mirla Pérez
El año 2018 arranca con la
mayor incertidumbre de los últimos tiempos. Fuera de las sombras
del poder se producen las más duras vivencias en los ciudadanos
comunes. Una pregunta resuena en cada uno de nosotros: ¿podremos los
venezolanos de a pie, sin dirección política, salir de este régimen? ¿Será
posible enfrentarnos con un sistema que destruyó todo el aparato
productivo y muestra una gran capacidad de eliminación?
El fin de semana pasado (6-7
de enero) el régimen puso a circular entre sus seguidores (a quienes llaman
pueblo) el nuevo Plan de la Patria para el período 2019-2025. El
lapso temporal señalado, puede plantear la coincidencia entre un nuevo período
presidencial y dicho plan, sugiriendo, por lo menos, dos cosas: descarte de
unas elecciones presidenciales anticipadas y seguridad de que el
régimen no abandonará el poder.
El régimen socialista
venezolano define pueblo como agrupaciones corporativas:
trabajadores, profesionales, líderes de los Comités Locales de
Abastecimiento y Producción (CLAP), comunas, movimientos sociales, fuerzas
políticas, etc. ¿Serán estas las agrupaciones que conformarán el nuevo sistema
electoral?
Ya en diciembre de 2017 un
diputado de la inconstitucional ANC decía que debía producirse
un nuevo reglamento electoral. Pregunta fundamental: ¿elegirá el pueblo de
modo directo o lo hará desde las representaciones que el régimen determine? ¿Se
puede, desde un régimen totalitario, redefinir el significado de pueblo vaciándolo
de sus determinaciones socio-antropológicas y colocándolo como entelequia que
favorezca una ideología de la dominación?
A continuación transcribo, por
lo revelador, lo que en el “Libro Verde” Gadaffi (2006, p. 29)
entiende por democracia: “Primeramente el pueblo se divide en congresos
populares de base. Cada congreso elige un comité para que lo dirija. El
conjunto de estos comités forman los congresos populares para cada zona,
diferentes de aquellos de la base para cada zona. Después, las masas de los
congresos populares eligen a comités populares administrativos para sustituir a
la administración del gobierno. A partir de ese momento, todos los centros de
la sociedad se encuentran dirigidos por los comités populares, y estos comités
que dirigen estos centros responsables ante los congresos populares de base…
Así, la administración será popular y el control será popular y se pondrá fin a
la definición anticuada de la democracia según la cual: la democracia
es el control del gobierno por el pueblo. La definición justa que la sustituye
es: la democracia es el control del pueblo por el pueblo”.
El pueblo viene a constituirse
en apéndice del poder político totalitario. Este fragmento resume con claridad
el camino que viene transitando el régimen socialista venezolano al sustituir
la democracia liberal representativa por la democracia directa socialista. En
las referencias históricas-conceptuales y políticas del chavismo está
el socialismo libio, el cual termina erigiendo a los “comités
populares” como la base del poder: “No hay democracia sin congresos populares y
los comités en todas partes” (p. 29).
Este es el camino que busca
consolidar el régimen político venezolano en este momento. Los CLAP, comités
locales, es una idea poderosa para el régimen, no porque abastezcan o produzcan
bienes y servicios sino porque son órganos de poder. Es al pueblo
ideologizado a quien se le transfiere el poder del gobierno pero bajo su
tutela. Gadaffi no lo dice, pero toda su propuesta se sostiene en la mano
invisible del régimen político capaz de controlar y vigilar a toda la sociedad
a partir de los comités, órganos similares a los que tienen lugar en Cuba:
los comités de defensa de la revolución (CDR) o los soviets en la
extinta Unión Soviética. El punto de confluencia de estos regímenes está en la
organización político-territorial controlada por el poder central.
El régimen “socialista de
masas” en Libia logra mantenerse en el poder por más de cinco décadas, los
comités populares sustituyen al pueblo, se delega en ellos la capacidad de
dirección política con claridad ideológica y organizativa, no está en duda que
el poder último está en el gran dictador: Gadaffi y el órgano
político que le acompaña, por tanto, no hay autonomía popular, el pueblo y la
democracia son constructos falsos en la boca de regímenes como estos.
Ahora bien, la estabilidad del sistema político libio no se debe únicamente al
establecimiento del poder local como apéndice de la orientación política
central sino a la estabilidad económica y financierade un país con poca
densidad demográfica y altos ingresos económicos. Por un lado, el control
funciona (en lo político, militar y religioso) y por el otro ofrece algunas
garantías de bienestar a la población dadas las enormes riquezas
petroleras que administra. Con esto quiero decir que no hay determinaciones
políticas ni situaciones universales, pero lo que destaco es que el régimen
venezolano emula las estructuras organizativas libias, sin que esto implique
tener los mismos resultados, sobre todo cuando las condiciones
económicas son totalmente distintas.
Mis primeras tres preguntas
son en realidad tres afirmaciones que fui desarrollando a lo largo de estas
líneas. El régimen no juega, elimina, se reorganiza, se radicaliza; se sabe
poder. Sus ideólogos conocen los alcances y límites de la democracia
liberal por eso plantean la democracia directa, juegan con el
lenguaje y las intenciones. No hay ingenuidad en el poder constituido en
Venezuela. Si van a elecciones lo harán a su manera.
En el pueblo, el verdadero, no
ese que define el régimen a su medida, hay un gran descontento, dolor y
rabia, ¿será capaz la oposición de hacer una adecuada lectura de
estos tiempos? ¿Nos dejarán solos o decidirán acompañar y organizar fuera de
las determinaciones del régimen?
12-01-18
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