Por Oscar Bastidas Delgado
Las monedas sociales, al igual
que el trueque, constituyen una interesante e importante opción de gente con
ánimo de enfrentar problemas comunes como valorar sus trabajos o buscar salidas
a comercialización de productos locales. Ambas modalidades existen en pequeñas
escalas a lo largo del planeta y se justifican en la medida en que son útiles a
quienes las practican. En Venezuela son varias las experiencias de trueque
mantenidas por años; algunas se sumaron por influencia de Chávez como la ya
inexistente “Red Nacional de Sistemas de Trueke” constituida por seguidores del
fallecido que en el 2008 que autodeclararon el 4 de octubre como “Día Nacional
del Trueke” con base en supuestas experiencias.
Hoy, ante la escasez de bienes
por la destrucción sistemática de la red empresarial venezolana y la caída en
picada de la producción petrolera, ambas situaciones por la inoperancia
gubernamental, es común observar trueques de comida, medicinas y repuestos de
vehículos entre ciudadanos y hasta en empresas: un restaurante de comida
mexicana del Centro Comercial Trasnocho, Las Mercedes, en Caracas intercambia
dos cervezas por un paquete de Harina Pan.
Con las monedas sociales pasa
otro tanto. Su concepto es respetable siempre que obedezcan a necesidades
reales de valoración del trabajo cristalizado en bienes y servicios y faciliten
la intermediación entre sus productores, considerando el tiempo de trabajo
invertido, los riesgos inherentes al trabajo, las necesidades de sus
demandantes, y por supuesto, como toda moneda, la confianza que brinden y la
usabilidad o aceptación de ellas; confianza y usabilidad negadas con toda razón
al bolívar. Estas razones justifican la puesta en marcha de las monedas
sociales aún en sociedades con monedas fuertes y de amplia circulación como
Brasil o Argentina, países estos en los que las monedas sociales tienen cierta
presencia; recomendamos leer a la especialista Eloísa Primavera.
En Venezuela el último grito
de la moda es El Panal, moneda dizque comunal impresa por el colectivo Alexis
Vive, afecto al fallecido, en un sector de la Parroquia 23 de Enero de Caracas.
Ella equivale a 5.000 Bs. y, a pesar del pretendido sesgo anticapitalista de
sus emisores, está anclado al bolívar y a la hiperinflación por lo que cada día
pierde poder adquisitivo; ojalá que cuando sus poseedores exijan sus
reembolsos, el colectivo que tiene “la maquinita” de hacer panales tenga
guardada la contraparte en bolívares y no imite a un BCV que ni barras de oro
posee.
El Panal es consecuencia
directa del harakiri económico de un gobierno que hace un año conmovió al país
al proponer eliminar el billete de 100 y es incapaz de construir un cono
monetario apropiado a las necesidades de circulante del país. Aunque El Panal
tenga como excusa la compra – venta de arroz, fue la escasez de billetes de
apropiadas denominaciones para las transacciones cotidianas lo que obligó a ese
colectivo a emitirlo. Sobre El Panal se especula mucho, discutir sobre ella es
perder el tiempo, jamás trascenderá sus límites parroquiales. Diferente es
discutir sobre la falsa criptomoneda de Maduro, el Petro, ver artículo
anterior; pudiese tratarse de una moneda digital, inorgánica y de etéreo
respaldo para financiar el déficit de funcionarios que raspan la olla y
pretenden ocultar los graves problemas del país.
Definitivamente, el único
sector beneficiado con esta debacle madurista es el bancario; la casi totalidad
de las transacciones del país, ¡de haber puntos!, se efectúa con aumentos de
precios proporcionales a las comisiones bancarias por uso de tarjetas de débito
y crédito. Si las monedas sociales fuesen relativa solución al desastre
madurista: bienvenidas sean siempre que sean emitidas con transparencia y
seguridad de reembolsos.
12-01-18
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