Por Marianella Herrera Cuenca
El año 2018 ha comenzado
marcado por la sombra de la escasez, la hiperinflación, la violencia, los
saqueos. El hambre y la angustia vuelven violentos al ser humano, de hecho la
generación de la violencia ante la escasez de alimentos es una característica
de la escalada en las crisis alimentarias y sus consecuencias nutricionales.
También es una característica
del desarrollo o del sub desarrollo la cantidad del ingreso familiar que se
dedica para la compra de la comida. Cuando tus ingresos solo alcanzan para
cubrir la comida, quiere decir que hay otras cosas que no lo están, por
ejemplo, educación, ropa, vivienda, servicios, y ni hablar de
ahorro, algo que en los países desarrollados es absolutamente posible con el
ingreso ordinario.
En la búsqueda frenética de la
comida y las medicinas se nos ha olvidado lo demás, tal parece que no existiera
para nosotros los venezolanos algo más que buscar esos insumos en estos
momentos y con razón, son dos cosas básicas y elementales. Lamentablemente, se
nos está olvidando la integralidad del ser humano, que somos algo más que
comida y medicinas.
Los cambios en la conducta que
genera la falta de la ingesta de alimentos van desde mal humor “porque tengo
hambre”, hasta poner una pared a las emociones para decidir quién es el que
come hoy en la familia, ¡vaya! no es una decisión fácil para una madre o un
padre decidir cuándo es el turno de cada hijo para comer.
Las primeras semanas de este
año pueden convertirse en las primeras de una alteración permanente en la salud
de muchos. Así, para un niño en período crítico del crecimiento y en estado
vulnerable desde hace algún tiempo, el disponer o no de alimentos básicos puede
marcar la diferencia en su futuro. Puede ser la diferencia entre
recuperarse y estar bien, rendir e incorporarse a la vida productiva, o ser
incluido en el mar de las lamentables consecuencias de la desnutrición
infantil: retardo del crecimiento, pobre desarrollo cognitivo, infecciones a
repetición, en fin la gama de alteraciones cada vez más frecuentes y conocidas
en Venezuela.
En la década de los 80, una
película llamada en español ‘El primer año del resto de nuestras vidas’ (St
Elmo‘s Fire en inglés), trató el comienzo de una nueva etapa en la vida de un
grupo de jóvenes recién graduados de la universidad, a quienes los retos
profesionales, sentimentales e individuales tocaban intensamente y les exigían
decisiones difíciles. El título en español me gusta pues hay etapas en las
cuales la vida nos exige tomar decisiones que nos marcan por siempre.
Así, en estas primeras semanas
del 2018 las decisiones que se tomen afectarán el resto de nuestras vidas desde
distintos puntos de vista: biológico, social, político, intelectual,
psicológico, familiar, individual y profesional. Desde lo básico: comer o no
comer, encontrar y poder comprar una medicina, son decisiones que van a
impactar el resto de nuestras vidas, incluso pudiendo terminarla en
ocasiones. Aquí el problema no es si Alec y Billy le son infieles a sus
parejas (como en la película), aquí hay mucho más en juego para el resto de
nuestras vidas, es el compromiso del desarrollo del país, de las futuras
generaciones, del bienestar social.
Ojalá el comienzo del resto de
nuestras vidas en Venezuela llegue a recuperarse dentro del camino del deber
ser, mientras tanto, ONGs, academia, lo que queda del sector privado y a nivel
individual, seguiremos trabajando y dando lo mejor de nosotros, somos muchos,
aunque a veces no se note!
16-01-18
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