Por Marianella Herrera Cuenca
Desde pequeña, me angustiaba
mucho ver niños pidiendo dinero en las calles de Caracas, sin sus madres. Me
cuenta Gloria, mi mamá, que yo no podía dormir o tenía pesadillas, porque me
preguntaba una y mil veces donde estaban las madres de esos niños que había
visto en algún semáforo de Caracas, también me preguntaba: ¿comían esos niños?
Ahora me pregunto: ¿dónde estarán hoy? Esos niños de los años 70, tienen
posiblemente mi edad. Los 70 fueron años muy distintos a los que corren …
Mis padres eran comunistas,
unos muy especiales, ciertamente, honestos y trabajadores, creían en un “hombre
nuevo” en una sociedad distinta, donde todos seríamos igualmente sanos,
honestos, trabajadores, con igualdad de derechos y oportunidades.
La primera vez que interactué
con una sociedad comunista, fue en el año 1976, cuando mi padre, Adolfo Herrera
viajó por varios meses a China, en calidad de invitado especial por ser
corresponsal de la agencia china de noticias Xinjua. Yo tenía 10 años, llegué a
China, luego de un largo periplo desde Caracas, vía París, Karachi y finalmente
Beijing. Al llegar fuimos alojados en un antiguo palacio destinado a los
intelectuales, allí había puentecitos, pequeñas unidades de viviendas, tipo
pagodas, y el comedor, común para todos los que allí estábamos que era inmenso.
Servían banquetes desde el desayuno hasta la cena, imposible de comer todo
aquello.
En esa visita, un día me
escondí y le dije en secreto a mi mamá: esto no me gusta (ella, ya sabía que a
mí no me gustaba el comunismo, ya habíamos pasado por eso, y si les
interesa lean: “De regreso de la revolución” @editorialgloria). Cuando salimos
hacia las zonas rurales, y recuerdo especialmente la salida a Tachín, al norte
de China, le expliqué a mi madre: la gente luce triste, las caras de la gente
“no combinan” con lo que dicen. Esta fue la percepción de una niña de diez años
en 1976. Más adelante me enteré, que el presidente Mao Zedong, había dictado
“la línea” para los chinos de comer un tazón de arroz dos veces al día. Luego,
y gracias a mis estudios como médico y como investigadora en el área de las
enfermedades asociadas a la nutrición, entendí que Mao, al igual que muchos
líderes que han hablado de nutrición, lo hacen desde un punto de vista de dista
mucho de ser el de conseguir la adecuación nutricional de la población. Me tomó
algo de tiempo y de estudios, darme cuenta que esas caras de tristeza, muy
posiblemente eran rostros de quien tiene hambre, de quienes no comen completo,
de quienes a pesar de ser pioneros en la ingesta de insectos para obtener
proteínas, tenían una ingesta de nutrientes muy por debajo de sus necesidades.
El presidente Mao, solo les ofreció lo que sería una “gran” ventaja, pero
incompleta, llena de deficiencias, al final nadie cubre las verdaderas
necesidades nutricionales con solo dos tazones de arroz al día.
Pocos entendieron la versión
criolla de los dos tazones de arroz: cuando en el pasado se decía que los
venezolanos estaban obesos, esa obesidad enmascaraba un proceso de hambre
oculta. No basta “rellenar” el estómago para calmar el hambre, la ingesta de
alimentos debe cubrir los requerimientos de todos los nutrientes.
Podemos comprender que
básicamente, quien tiene hambre es potencialmente peligroso, pero también se
hace vulnerable para someterse a quien le da de comer. Esto hace que los
alimentos sean puntos estratégicos de control en los regímenes autoritarios y
antidemocráticos, como fuente de manipulación y sometimiento. Amartya Sen
ha hablado suficientemente sobre la relación entre hambrunas y regímenes
antidemocráticos, no lo digo yo, lo dice un premio nobel de economía. Pero el
problema del acceso a los alimentos es tan importante, que aún en los sistemas
políticos verdaderamente democráticos, se presenta la contradicción de
establecer de qué manera se atiende a los hambrientos, sin vulnerar su
dignidad, respetando la ética para satisfacer sus necesidades nutricionales.
Como hacer ante los eventos de la naturaleza y como enfrentar la geografía de
la alimentación. Sí, es todo un tema geopolítico.
Es difícil sistematizar el
cómo ejerce influencia la gran politización de las condiciones de vida:
te doy una casa, te doy comida, te doy salud. Y a cambio de qué, ¿cómo se mide
esa interacción? La politización de las condiciones de vida, discriminan a
quien no está con la política de turno y que ejerce el control, y para el caso
de la alimentación es la estrategia de la geopolítica del hambre: donde estas,
que tienes, que podrías tener, y como se controlan los alimentos para
perpetuarse en el poder. Para muestra un botón: las bolsas CLAP. Un sistema
militarizado y corrupto de reparto de comida, sin ningún tipo de análisis de
las necesidades individuales o familiares, no hay monitoreo ni evaluación del
programa, no sabemos cuáles son los criterios de inclusión para ajuste de los
requerimientos nutricionales, no hay seguimiento para determinar la evolución del
programa, para saber lo que debe mejorarse o bien lo que ha sido exitoso si es
que lo hubo en ese abismo negro que son los CLAP. Y para muestra de la
violencia que genera un sistema de control como este, tuvimos lo ocurrido en
diciembre con la controversial entrega de perniles y seguimos viendo la
violencia generada al inicio del año 2018.
Los regímenes autoritarios,
terminan en hambre, la Europa Nazi y la restricción de alimentos, el fin de la
segunda guerra mundial y la hambruna holandesa, la Cuba del período especial y
sus otros períodos, la China de Mao, la Venezuela de Pérez Jiménez (en ese
período hubo un aumento de la desnutrición para quienes no lo sabían y solo ven
la construcción de infraestructuras), las Repúblicas Africanas dictatoriales, y
por supuesto la Venezuela actual por solo mencionar algunos casos. Entonces,
¿es el hambre un problema geopolítico? ¿es un problema humanitario? ¿es un
problema económico? La respuesta es que es un problema complejo con muchas
dimensiones ¿El hambre crea inestabilidad política? Si, ¿pero más bien será que
la inestabilidad política, las instituciones débiles y el deseo de control
llevan al hambre? La respuesta la tiene el pueblo venezolano, la tiene por la
consciencia y el duro aprendizaje vivido. De los líderes que han expresado un
“slogan” alimentario o nutricional en el pasado el único que al menos para mí
tuvo sentido, fue Enrique IV de Francia (Enrique de Navarra) cuando dijo que
para los trabajadores franceses de su reino: “Le dimanche un poulet dans le
casoulet” Los domingos un pollo en el caldero, al menos Enrique IV pensó en
términos realistas, y pensó en algo más que carbohidratos: pensó en las
proteínas. No tengo duda que los súbditos de Enrique IV tendrían un rostro más
feliz, que el de los chinos del año 76 y que el de los venezolanos del 2017.
Mi deseo para el nuevo año 2018: Que el deber ser regrese a Venezuela en
el área de la alimentación y nutrición. Un hogar con un ingreso digno es un
hogar que puede adquirir alimentos, un mercado abastecido es un mercado que
ofrece libertad de elegir lo que vamos a comer adecuado a nuestro entorno
cultural, a nuestro conocimiento nutricional, a nuestras tradiciones
culinarias. ¡Que el 2018 traiga el regreso de los “tres golpes” a la mesa de
los venezolanos! Ahí, comenzará un mejor y feliz año 2018.
12-01-18
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