Por Hugo Prieto
El gobierno nunca presentó
una verdadera hoja de ruta, que permitiera las negociaciones. “Se burló de la
oposición”, dice el internacionalista, politólogo y profesor universitario,
Carlos Romero. En realidad, desde la época de Chávez, ha demostrado un
desprecio olímpico por el papel que juegan los partidos de oposición en una
democracia. El éxito se mide en la implantación del autoritarismo, del fracaso
económico y de una crisis social que raya en tragedia.
Es increíble que un país,
cuyo nombre se confunde con dos palabras, “emergencia humanitaria”, sea una
mortificación para sus vecinos y particularmente una bomba de tiempo para todo
el Caribe. Esta combinación de factores negativos, domésticos y externos, ha
disparado las alarmas de la comunidad internacional. Hay una coalición de
países, encabezada por Estados Unidos que le ha puesto un límite a Venezuela. El
intento de sobrepasar ese límite va a significar un costo elevadísimo, “que nos
va a llevar a una conflictividad mucho mayor”, dice Romero.
Desde Miraflores se ha hecho
un manejo irresponsable, “la gente perdió la fe en la negociación política, en
la vía electoral y pacífica”. No es poca cosa en un país distante, ¿quizás
indiferente? ante la muerte de sus signos vitales.
¿Usted cree que la suerte de
Venezuela y de sus recursos la están decidiendo soberanamente los venezolanos?
Sí y no. Pretender que la paz
y el equilibrio de los pueblos se consiguen solamente por factores domésticos,
es subestimar la importancia que han tenido los factores internacionales como
parte de la globalización, y en particular el papel que han jugado los medios
de comunicación, papel tanto positivo como negativo para la narrativa, la
cobertura, la imposición de imágenes y de ideas colectivas. Por tanto, la
llamada comunidad internacional, los países democráticos y liberales, que
representan la mitad del mundo, juegan un papel fundamental. No solamente los
gobiernos, sino los organismos multilaterales y las organizaciones de carácter
no gubernamental. Todo eso forma un conglomerado muy complejo y al mismo tiempo
interrelacionado que permite observar que cualquier solución interna pasa por
parámetros de índole internacional.
Podría decirse que la
oposición cuenta con el respaldo de gobiernos democráticos y liberales y el
gobierno tiene el apoyo de países con una orientación política distinta, Rusia
y China, y en alguna medida de potencias emergentes, Suráfrica, India. ¿Se
puede hablar de una contraposición? ¿De un balance? ¿Qué hay allí?
Luego de la caída del Muro
de Berlín y del resurgimiento de Rusia, del desarrollo de China como
superpotencia, más la permanencia de Estados Unidos como una potencia
fundamental, lo que hay es un mundo multipolar, en el que hay potencias
medianas, como Brasil, India, Turquía, Suráfrica, que también juegan un papel
importante. El gobierno venezolano ha leído o tiene la creencia de que existe
un mundo multipolar y desde los tiempos del ex presidente Chávez siempre se
buscó promover las relaciones de Venezuela con esos países que no eran
democráticos, el caso de Kadaffi o de Sadam Hussein, movimientos
internacionales de izquierda, proyecciones de carácter mediático que, de alguna
u otra forma, balancearon lo que Chávez denominó un mundo multipolar. Sin
embargo, Venezuela no rompió con el mundo occidental, trató siempre de tener
una especie de imagen oblicua, en el sentido de que profundizó relaciones con esos
países, pero mantuvo buenas relaciones con los países europeos y muy buenas
relaciones con los países de América Latina, a pesar de que quiso presentar un
esquema paralelo y distinto a las organizaciones hemisféricas tradicionales, a
través de Unasur, Celac, Alba. Indudablemente, por una serie de circunstancias,
el mundo multipolar le sirvió a Venezuela, pero hoy por hoy, el mundo
occidental ha apretado a Venezuela.
¿Se acuerda de aquella frase
? Parece que los Estados Unidos están pasando la
cuenta. Nadie pensó que Venezuela se iba a convertir en una especie de Judea,
la provincia díscola del Imperio Romano. ¿Usted cree que Estados Unidos va a
someter a Venezuela?
No creo, pero le va a dar un
límite a Venezuela. Le va a decir. Hasta aquí usted llega en esa pretensión de
jugar oblicuamente en el mundo internacional. Pero no solamente los
Estados Unidos y la Unión Europea, no podemos olvidar el papel importantísimo
que ha jugado Israel en todo esto. Yo siempre digo que el peor de los errores
del ex presidente Chávez fue haber roto las relaciones con Israel y haber
mantenido un enfrentamiento tan serio con la comunidad judía internacional,
cuya influencia en los medios internacionales es relevante. Estoy seguro de que
si hubiese habido una relación mucho más fructífera y amigable con Israel, y
con los factores de poder que hay detrás de ese país, el gobierno venezolano no
tuviera una situación como la que tiene actualmente. Pero también tenemos que
preguntarnos por qué los países democráticos aprietan a Venezuela y hasta qué
punto el gobierno buscó, tanto en el plano externo como en el plano interno,
algo , un modelo caracterizado por el autoritarismo, por la
disminución de las libertades públicas, por la falta de respeto al papel que en
una democracia juegan los partidos de oposición, el llamado Socialismo del
Siglo XXI.
La soberanía, en su acepción
militar, siempre fue reivindicada por Chávez. Aquí no se puede meter nadie.
Pero hay realidades, económicas y políticas, que imponen límites y que a la
postre significan un costo para quienes quieren cambiar el mundo a trocha y
mocha. Se impone el modelo y el gobierno está dispuesto a pagar el precio. ¿Sin
chequera petrolera y cuál sería el epílogo de esa política?
Aquí se mezclan varias
cosas. Primero, el afán venezolano —que no es exclusivo de este gobierno, lo
han tenido gobiernos anteriores— de tener una política “activa” y
sobredimensionada. En vez de ser un país sencillo, con intereses y compromisos
sencillos, siempre quisimos meter la mano en asuntos internos de otros países.
Chávez quiso hacer una revolución en América Latina y en una ocasión habló de
una revolución universal. Es decir, la proyección mediática, política y
económica fue muy grande durante el gobierno de Chávez.
Venezuela es un país
modesto, con un grado de desarrollo muy limitado, que quedó en evidencia en
esta crisis. ¿Cómo se conjuga ese afán de grandilocuencia con la realidad de un
país pequeño?
Quiero insistir en que esto
no es algo inventado por Chávez. Es una tradición que muchos presidentes
tuvieron. Carlos Andrés Pérez llegó al Kremlin y le dijo a Leonid Brézhnev (ex
Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética) vengo en
nombre del Tercer Mundo y Brézhnev le respondió. ¿Usted no es el
presidente de Venezuela?, dándole a entender que no pretendiera
representar al Tercer Mundo frente a una superpotencia. Decía que había tres
elementos. Uno, el hiperactivismo. Dos, la confianza en los precios petroleros.
Es decir, la relación entre petróleo y diplomacia. Tres, no podemos olvidar que
Venezuela tuvo una actitud paternalista con algunos países del Caribe y de
América Latina, en cuanto a esta idea de participar en sus asuntos internos.
Digamos, por razones “positivas”, pero intervención al fin. Ocurre también que
el concepto de soberanía ha ido cambiando. Esa idea de mantener
una fortaleza cerrada está caduca por la realidad internacional. ¿Un
país puede garantizar que no haya contrabando, tráfico de drogas, diáspora,
circulación de bienes y servicios?
¿Está haciendo un retrato
hablado de Venezuela?
Estoy hablando de Venezuela,
de Colombia y de otros países. Esto no es exclusivo de Venezuela. Lo que pasa
es que esto se ha agravado, entre otras cosas, porque tenemos una gran crisis
de institucionalidad.
En medio de esa crisis
emerge la arista de la geopolítica con toda su significación e importancia.
Venezuela se presenta como
un estado débil y eso es un peligro. No podemos hablar de seguridad, sino de la
inseguridad que, en este momento, irradia el país. A este elemento doméstico,
se agrega otro: Ningún país Occidental quiere que Venezuela vaya a convertir el
área del Caribe en una especie de Medio Oriente. Es decir, de traernos los
problemas que son de carácter religioso, de carácter étnico, de historias
coloniales distintas a la nuestra. En ningún momento, puede caber la idea que
haya una internacionalización del conflicto venezolano. Curiosamente el
gobierno venezolano se siente cómodo si tal cosa se produce. A Maduro le
encantaría que Putin y Trump resolvieran el problema de Venezuela. Le
encantaría, porque así la gente se olvidaría de lo que está pasando
internamente. Nuestro problema es fundamentalmente doméstico y no de carácter
geopolítico, entre otras cosas, porque nosotros estamos situados en el
hemisferio Occidental.
Por las propias asimetrías y
características distintas que hay en el Caribe, existe el peligro potencial de
que esto se balcanice. Es previsible que los factores que quieren evitar ese
riesgo intervengan de alguna manera.
Sí, la pregunta es cómo lo
quieres resolver y cómo pretendes intervenir. Hay intervenciones de toda
naturaleza, desde las más políticas hasta la militar. Y, por supuesto, hay
condiciones de intervención diferentes. Por ejemplo, Estados Unidos, la Unión
Europea y los países representados en el Grupo de Lima están comprometidos con
una salida política, pacífica y electoral. Si eso no se da, para infortunio de
los venezolanos, se podrían plantear otro tipo de soluciones.
En el caso de los conflictos
en Centroamérica se ensayó un esquema regional y funcionó (Contadora y
Esquípulas), sin mayores presiones de Estados Unidos o de otras potencias. Pero
eso no ocurrió en el caso venezolano. En República Dominicana acaban de meter
el diálogo en el congelador. Uno de los integrantes de la comisión asesora de
la MUD dijo. . Parece que llegó la hora de pensar en eso, ¿No?
Lo que pasa es que yo, como
politólogo que soy, tengo que reivindicar la negociación. La negociación es muy
importante, al igual que la vía pacífica y electoral. Ahora bien, si no hay
condiciones para ninguna de esas vías, no te queda más remedio que pensar en
otras soluciones. Tenemos que agotar todas las posibilidades, porque a nadie,
ni a Estados Unidos, ni a Rusia, ni a Colombia, ni a Venezuela misma, le
interesa que entremos en una situación donde haya otras consideraciones para
resolver el problema de Venezuela.
Su reivindicación, sin duda,
es legítima, pero yo tengo que insistir, porque el diálogo está en terapia
intensiva. ¿Qué podría pasar? ¿O, al menos, cuál sería el escenario que usted
prevé?
Dado el caso de que no haya
posibilidad de una negociación política que conduzca a una vía pacífica y
electoral, nosotros entraríamos en un escenario mucho más conflictivo, en donde
tendrían que observarse situaciones que pudieran llevar a un desenlace de
carácter no político. Pero en este momento es muy difícil pronosticar cuál
sería ese tipo de resultado. Es muy difícil pronosticar cuáles serían las
salidas.
Ciertamente, pero ¿podríamos
poner esa variable en el horizonte y hablar de una medida de longitud?
¿Estamos a un paso? ¿A un kilómetro?
En este momento estamos en
una encrucijada, en donde la mitad de Venezuela está por la solución
democrática y la otra mitad con una solución de carácter no democrático.
Estamos en una encrucijada y por eso es tan importante las responsabilidades. Y
en este caso no me cabe la menor duda de que la responsabilidad principal es
del gobierno, el gobierno ha hecho de esto, voy a usar una palabra coloquial,
un vacilón, se ha burlado de la oposición. La oposición sabe muy bien que el
gobierno no da su brazo a torcer, que realmente no ha ofrecido una hoja de ruta
para llevar adelante una negociación, ¿cuántos episodios de negociación en el
mundo nos enseñan que sí se puede llegar a una solución positiva, a
un happy ending? ¿Qué pasa con Venezuela? Hay una piedra de tranca y ¿Tú
sabes cuál es?… la excesiva confianza del gobierno. El gobierno creyó que podía
ir como un carrito chocón por toda la dinámica internacional. Y se le puso un
límite, por la sencilla razón de que se lo buscó.
Varios gobierno, incluido el
de Colombia, han dicho que no van a reconocer al presidente que gane la
elección convocada por la ANC, a la que no le asignan ninguna legalidad.
En principio, el gobierno de
Maduro seguirá adelante sin tomar en cuenta esas advertencias. Eso abriría el
camino para una condena en la OEA, que podría calificar al gobierno venezolano
como fuera de la ley, a menos que Maduro sienta que llegó demasiado lejos y
planteé una nueva negociación. Sería, sin la menor duda, un escenario de mayor
confrontación y conflictividad.
Se ha impuesto un límite que
tiene consecuencias internas terribles, digamos que los Estados Unidos han
puesto la mano en el garrote, pero todavía no aprietan. Quizás porque creen que
aún hay espacio para la negociación.
Si, con el apoyo de una
coalición de países.
Si aprietan el garrote, no
me atrevería a decir dónde estaríamos cada uno de los venezolanos.
Sería como El Asesinato del
Expreso de Oriente, donde todos y cada uno estuvieran involucrados en el
asesinato. Esa sería, más o menos, la situación. Yo creo, honestamente, que hay
personalidades internacionales, personalidades regionales, organismos de
carácter internacional, organizaciones no gubernamentales, intelectuales, que
están haciendo todo lo posible para evitar transitar más allá del límite que la
realidad le está imponiendo a Venezuela. Pero vuelvo a insistir en que la responsabilidad
principal y fundamental es del gobierno y del partido del gobierno. A mí modo
de ver están demasiado confiados en que pueden seguir, porque hasta ahora no
habían encontrado ese límite. Y ese límite vino por dos razones. Por una
coalición de países que se fue formando desde la época del ex presidente Obama,
de gobiernos que dijeron no estamos de acuerdo con el Socialismo del Siglo XXI,
no estamos de acuerdo con que metan la mano en nuestros asuntos internos, no
estamos de acuerdo con tu política de alianzas de carácter geopolítico.
Esa sería la razón
internacional, ¿Cuál sería la razón domestica?
Los resultados del modelo a
lo interno. En el caso político, la reducción paulatina y sistemática de las
libertades públicas y el estado de Derecho; además del desprecio por el papel
que juegan los partidos de oposición en una democracia. En el caso económico
por el desastre que es y fue el Socialismo del Siglo XXI. Desde el punto de
vista social, la profundización de la crisis en todos sus aspectos. Eso ha
hecho que la comunidad internacional de países democráticos haya puesto unos
límites. Pero también la otra comunidad, porque los rusos y los chinos no se
las van a jugar completa por Venezuela, ya ha habido casos históricos, uno de
ellos fue cuando Allende fue a buscar la ayuda del Kremlin, algunos me dirán,
eso fue en tiempos de la Unión Soviética, pero es que estos son peores, porque
estos no tienen ningún tipo de condicionamiento ideológico, son muy
pragmáticos, al igual que los chinos, al igual que Turquía y otros países que
juegan con el caso venezolano a favor de sus intereses y para negociar con los
Estados Unidos. Entonces, ¿Dónde está la verdad de estos actores que juegan en
una especie de teatro del absurdo global? ¿Dónde está la verdad de esto? Lo
único que te puedo decir es que está en manos del gobierno. El gobierno tiene
que rectificar.
El gobierno subestima esos
límites y sigue adelante con cosas tan estrambóticas como esta criptomoneda, el
Petro. Sigue adelante con una política que ante todo es realismo mágico en
profundidad, ¿Se dará cuenta el presidente Nicolás Maduro que ha llegado el
momento de poner los pies en la tierra?
Y sobre todo, ¿Cuándo se va
a dar cuenta de que ha sido muy irresponsable? Porque lo ha sido en el
tratamiento del tema de la OEA; ha sido muy irresponsable en el tema de
Naciones Unidas, recuerda que Venezuela, recientemente, representó al bloque de
América Latina y no consultaba con el resto de los países, siendo un miembro
transitorio del Consejo de Seguridad; ha sido muy irresponsable en el tema de
las alianzas con países como Rusia y China; ha sido muy irresponsable en la
política de seguridad. Venezuela tiene hoy uno de los índices más altos del
mundo en materia de represión, en materia de seguridad del Estado. Hay que ver
lo que ha significa la lucha por los Derechos Humanos en Venezuela. ¿Cuántos
presos, cuántos detenidos ha habido en estos últimos años?; ha sido muy
irresponsable ante un hecho social, que es la diáspora. La diáspora, como lo
indica la palabra es una obligación. Es decir, los venezolanos están obligados
a irse del país por causas políticas o económicas. Yo insisto mucho en la
responsabilidad que tiene el Estado. Creo, honestamente, que las puertas no
están cerradas totalmente. Creo que todavía es posible evitar un choque de
trenes en Venezuela.
¿Usted cree que en el país
podría ponerse en escena ? ¿Existe la posibilidad, por
ejemplo, de que este país se balcanice por la alianza de grupos del
narcotráfico con grupos armados que operan dentro o fuera de Venezuela? Esto es
lo más parecido a un polvorín, ¿No?
Ese escenario lo hemos
discutido varios politólogos en profundidad. Por supuesto, como suele ocurrir
en estas discusiones, siempre hay dos bandos. Hay unos que dicen que estamos a
las puertas de una guerra civil y otros, entre los cuales me cuento, de que eso
no va a ocurrir todavía y podría agregar algo de carácter moral, ojalá que no
la haya, porque todavía las Fuerzas Armadas ejercen el monopolio de la
violencia legítima. ¿Qué hay presencia de los llamados colectivos? Sí, pero el
monopolio de la violencia, que es uno de los principios del Estado, lo ejercen
las Fuerzas Armadas. Dos. Aquí no hay desprendimientos de carácter étnico o
religioso como en el caso del Medio Oriente y, particularmente, como en Siria.
Es decir, aquí no hay una fragmentación territorial. En tercer lugar, todavía
no hay una lucha fratricida entre sectores sociales.
No olvide que aquí hubo
guerras fratricidas.
Sí, la guerra de
independencia.
La Guerra Federal.
Podríamos decir que la
guerra de Independencia fue un corte histórico. No hemos llegado a ese punto.
Por eso yo soy optimista, no hemos llegado a un cuadro donde uno pueda definir
la situación venezolana como guerra civil o lucha fratricida. De ruptura de grandes
extensiones territoriales.
Ha dicho que está
comprometido con la salida política, la vía electoral y pacífica, ahora dice
que es optimista. ¿Qué tendríamos que ver sobre la mesa para que ese optimismo
no sea sólo el de Carlos Romero sino el de toda la sociedad?
Yo creo que uno de los
grandes problemas que tiene la oposición venezolana es que ha perdido la
sintonía con las mayorías del pueblo. Es decir, para que podamos, realmente,
ser una opción de poder y latirle en la cueva al gobierno, tenemos que
reconquistar a la mayoría de los venezolanos, que actualmente han perdido la fe
en la salida política y electoral.
11-02-18
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