Por Henrique Capriles
Nuestra patria está en un
luto permanente. A nuestro pueblo lo invade la tristeza por la muerte de cada
venezolano. Y el llanto se mezcla con indignación cuando alguien fallece porque
no pudo medicarse o diagnosticarse a tiempo.
Los venezolanos estamos estremecidos,
los pacientes sufren por su enfermedad y por la angustia de no poder tratarse y
cada vez son más quienes expresan el temor que les produce la posibilidad de
enfermarse y no tener cómo acceder a lo necesario para curarse.
Pero la peor enfermedad que
enfrenta nuestro pueblo es la indolencia y la desidia del gobierno. Lo que está
ocurriendo en Venezuela no tiene precedentes y el responsable se da el lujo de
pedir 6 años más en el poder.
Mientras Maduro se burla del
dolor de los venezolanos, al menos seis personas perdieron la vida el fin de
semana pasado por no poder dializarse. A él lo único que le preocupa es el
carnaval y declara, con una irresponsabilidad absoluta, que los venezolanos
también tienen derecho a la rumba. ¡Por favor!
Le niega a nuestro pueblo el
derecho a la alimentación, a la salud, a la vida, a expresarse, a decidir su
futuro, pero defiende el derecho a la rumba. Desvían para propaganda y parranda
el dinero que necesita nuestro pueblo para sobrevivir.
Las prioridades del régimen
están claras. Son totalmente contrarias a las de los venezolanos y son las que
han llevado a nuestro país a esta crisis humanitaria que vivimos hoy, que se ha
ido agravando año a año.
Las señales de alarma del
deterioro de la salud y la calidad de vida de los venezolanos comenzaron a
producirse hace muchos años. El retroceso se fue acelerando gradualmente pero
no hubo voluntad para buscar correctivos.
Un ministro de salud tras
otro, un plan tras otro, fueron dejando cifras cada vez más preocupantes, no
sólo en cuanto a la destrucción de la infraestructura hospitalaria, a la
diáspora de los profesionales de la salud, a la escasez de medicinas e insumos,
sino, cada vez más, en cuanto al número de venezolanos valiosos que murieron
por sus políticas equivocadas.
Mientras piden seis años más
para seguir su campaña de destrucción, en lo que va de 2018 han muerto en
Carabobo 43 personas que padecían VIH por falta de tratamiento, y ni siquiera
hay reactivos en los laboratorios para detectar esta enfermedad.
La crisis ha hecho resurgir
enfermedades como la malaria, la difteria, y el sarampión, erradicadas décadas
atrás. De 2015 a 2017 los casos de malaria pasaron de 120 mil a 400 mil, cuando
en los años 80 se registraron mil 200.
El sarampión, que fue
erradicado hace 15 años reapareció en 2017 y desde entonces se han confirmado
952 casos, convirtiéndonos en el país con mayor incidencia de los seis que
notificaron la presencia de la enfermedad.
Nuestros niños, que son el
futuro, son las principales víctimas de la crisis. Hoy, la desnutrición severa
pone en riesgo la vida de 280 mil pequeños; la imposibilidad de acceder a una
intervención quirúrgica expone también a 3 mil 100 niños cardiópatas.
Según los médicos del
hospital J. M. de los Ríos, para finales de enero ya hacía tres semanas que no
se podían realizar quimioterapias, lo que pone en peligro la vida de cientos de
niños.
La situación es tan crítica
que esta semana cientos de enfermos tomaron las calles para elevar su voz y
reclamar atención y respuesta. La salud es su derecho y no puede depender de un
carnet ni de una forma de pensar.
Vimos con dolor, cómo en su
protesta, los pacientes renales denunciaron que 32, de los 129 centros de
hemodiálisis del país, dejaron de prestar servicio en 13 estados por la falta
de inventario. El gobierno anunció como todo un logro la llegada de
materiales para dializar pero estos fueron insuficientes. Alcanzaban tan solo
para 4 días de diálisis de 15 mil pacientes renales en todo el país. Pero
además, 48% de los equipos de diálisis a nivel nacional no están operativos.
Los testimonios de los
pacientes y sus familiares son impactantes, además de las horas que deben
esperar para recibir tratamiento, cuando logran ser atendidos no lo reciben
completo, lo que lleva a muchos a descompensarse. Escuchamos la historia de una
muchacha transplantada que decía que estaba “estirando” lo que le quedaba de
tratamiento para poder sobrevivir. ¡Qué impotencia!
¿Y la situación de las
medicinas? La escasez de los medicamentos de alto costo para tratar enfermedades
como el cáncer, que es la segunda causa de muerte en Venezuela, es de 90%.
Las enfermedades
cardiovasculares son la primera causa de muerte; en Venezuela hay 18 millones
de hipertensos pero 90% no tiene acceso a los anti hipertensivos. En el caso de
los antibióticos la escasez es de 75%. Los insumos médicos no se quedan atrás,
su desabastecimiento ronda el 85%.
La pasividad del gobierno
frente al horror de nuestros enfermos, al dolor y desesperación de las
familias es también un acto de violencia, cruel por demás. Y aún así pretenden
la reelección.
¿Cuántos venezolanos más
morirán de mengua mientras Maduro sigue de rumba por 6 años más?
Lo he dicho antes y lo
reitero, este régimen quedará marcado como el más destructivo e indolente de
toda nuestra historia. Quienes hoy quieren mantenerse como sea en el poder,
cargan con la muerte de cada niño que nos deja por desnutrición, de cada
enfermo que perdemos por la crisis de la salud, de cada víctima de la
delincuencia. Los venezolanos y el mundo lo saben.
La comunidad internacional
se ha volteado a mirar hacia Venezuela ante las aterradoras noticias que llegan
desde nuestra tierra. El mundo ve a Maduro y a su cúpula tratando de
atornillarse indefinidamente en Miraflores, sin dar las soluciones que nuestro pueblo
reclama y necesita.
A quienes, a pesar de este
panorama dantesco, todavía tienen la voluntad de defenderlos, los llamo a la
reflexión. ¿El futuro de Venezuela es una caja con alimentos que ni siquiera
puede seleccionar? ¿Imagina seis años más de este caos, de escasez, de colas,
de hiperinflación?
Venezuela reclama medidas
urgentes. La política es precisamente para eso, para ofrecer soluciones al
pueblo. Quienes queremos cambio tenemos que trabajar juntos y elegir un rumbo
que nos conduzca por el camino hacia el cambio.
La continuidad de este
gobierno es lo peor que le puede pasar a los venezolanos y lo que no podemos
hacer ante eso es quedarnos de brazos cruzados.
Tenemos que seguir luchando
por unas elecciones verdaderamente libres y democráticas porque cualquier otra
opción conduciría a nuestra Venezuela a una desgracia de dimensiones aún
mayores que las que estamos viviendo.
Yo, al igual que la mayoría
de los venezolanos, sigo teniendo esperanza en mi país y en su gente y le pido
a Dios que nos dé la fuerza y la sabiduría para salir de la oscuridad que
pretende apoderarse del país.
¡Que Dios bendiga a nuestra
Venezuela!
11-02-18
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