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martes, 13 de marzo de 2018

Tulio Ramírez: Las universidades tienen profesores 4-40, los 4 que quedan hacen 40 tareas por @LUUSALOMON



Por Luisa Salomón


"Lo más grave que se ha perdido es el talento humano que ha costado una enorme inversión formarlo, unos ingentes recursos públicos que se han invertido en estos profesores y son muy difíciles de sustituir", explicó Ramírez
Podría sustentarse que la relación entre las universidades y el poder (o gobiernos) en Venezuela, siempre ha sido tensa, con sus tiempos mejores y con otros peores. La libertad que exige la academia para crecer nunca ha sido vista con buenos ojos por las cúpulas oficialistas de turno, y esas relaciones no han cambiado en "revolución".

Ninguna casa de estudios superiores ha sido cerrada en los gobiernos del chavismo, al menos no formalmente. Sin embargo, su institucionalidad ha sido minada por una mayor influencia y control por parte del Estado, pese a ello las universidades insisten en aferrarse a su principal —y constitucional— valor: la autonomía.

En entrevista con Contrapunto, el profesor e investigador de la Universidad Central de Venezuela Tulio Ramírez explicó que la autonomía es uno de los principales factores que inciden en la calidad académica. Por eso es un punto de honor para la institución universitaria.

A su juicio, la situación actual entre gobierno y universidades es de "divorcio total", con intromisiones incluso en el nombramiento de autoridades en algunas, aunque en líneas generales siguen autónomas en esa materia.



La cruzada por mantener la autonomía pareciera ya perdida, porque son cada vez más los aspectos en los que se ha fracturado la independencia, como en los procesos de admisión, que según el artículo 26 de la Ley de Universidades deberían depender de los Consejos Universitarios. 

"La autonomía se ve minimizada desde el momento en que le imponen a la universidad un presupuesto muy por debajo de lo solicitado y acotado. Acotado quiere decir que cada partida tiene su nombre; es decir, la universidad no tiene la posibilidad de distribuir ese presupuesto de acuerdo a sus propias necesidades", reconoce el también doctor en Educación, sociólogo y abogado.

Pero no todo está perdido, Ramírez afirma que todavía quedan algunos aspectos, principalmente los académicos, en los que se mantiene este principio.

—La autonomía es uno de los valores que todavía se intenta defender, ¿pero en qué actos se evidencia, considerando que las universidades siguen dependiendo del Estado para tener su presupuesto?

—La autonomía todavía la mantenemos en el diseño de nuestro currículum; es decir, los contenidos de nuestro currículum no están diseñados fuera de la universidad. No nos han impuesto los programas, las cátedras a través de su autonomía los han diseñado, y los profesores a través de su autonomía en el aula los han administrado.

"El control que tenemos es el control de los pares. No hay factores externos que todavía en esa área nos hayan podido minimizar nuestra libertad de cátedra. Entonces, en el área electoral y en el área académica estrictamente seguimos siendo autónomos. Y tenemos la autonomía de elegir a nuestro personal docente bajo nuestro criterio, eso tampoco se nos impone", agregó.


La libertad de cátedra impera en las aulas de las autónomas / Foto: Ernesto García - Contrapunto-Archivo

Cada vez menos recursos

La principal forma en que se ha perdido la autonomía es la financiera, con un presupuesto cada vez más limitado que impide el funcionamiento universitario. Cada año el presupuesto asignado es mayor nominalmente —por la inflación—, pero en proporción es menor.

Por ejemplo, en 2017 las universidades solicitaron un presupuesto de 50 millardos de bolívares, pero el Gobierno solo asignó 28.854.646.194 bolívares, 30% de lo solicitado. En 2018, fue peor: de 1.300 millardos de bolívares solo les asignaron alrededor de 238 millardos, 18%.

Su disminución incide directamente en la cantidad de recursos disponibles para el funcionamiento universitario y, por lo tanto, su calidad.


Aunque pareciera un capricho, la autonomía tiene una incidencia directa en la calidad educativa. No se trata de una posición política o de querer cerrarse al Estado, sino de garantizar la pluralidad educativa que la legislación venezolana contempla.

"En la Universidad Central de Venezuela, y en las universidades autónomas, impera la libertad de cátedra. Nosotros hacemos nuestros programas, y cada profesor tiene la libertad de impartirlo como quiera, desde el enfoque que quiera, porque nosotros nos acogemos al artículo 102 de la educación: la educación tiene que estar abierta a todas las corrientes de pensamiento", afirmó.

—¿Cómo impacta el hecho de tener autonomía en la educación?¿Qué diferencia a las universidades autónomas de las que dependen del Gobierno?

—En las universidades que dependen del Gobierno, los contenidos de las asignaturas y la actuación de los profesores en el aula son controlados y monitoreados en el Gobierno. Deben obedecer ambas aspectos, tanto el currículum como la administración del mismo, a los lineamientos del Gobierno. Y a través de los programas nacionales de formación, ni siquiera los programas se hacen en estas universidades, sino que son elaborados fuera, y estas universidades lo que hacen es impartirlos sin salirse de los lineamientos de estos programas.

"Esa es la diferencia, una institución autónoma, plural y democrática, a diferencia de las otras universidades que lamentablemente dejan en entredicho el nombre de universidad, por no poseer la autonomía necesaria para eso", explicó.


Ha sido costumbre que el Presidente lidere graduaciones de las universidades no autónomas / Foto: AVN-Archivo

—En caso de que en efecto haya un cambio de modelo, ¿qué hacer con los estudiantes de esas universidades que no han tenido una educación de la misma calidad? ¿Cómo incluirlos?

—Primero hay que sincerar la formación que ellos tienen. Aquella aureola que tenía el egresado universitario venezolano de ser un triunfador y exitoso fuera del país se está acabando, porque de estas universidades con estos currículum un poco menos rigurosos, están egresando estudiantes sin las competencias suficientes para ser exitosos como profesionales. Eso hay que sincerarlo, y a esos estudiantes no se les puede quitar el título. Lo que sí es que hay que nivelarlos, con cursos de postgrado. Eso es parte de la reconstrucción, porque esos estudiantes fueron producto de un engaño, de una estafa académica.

Sin investigación, no hay universidad

No hay cifras oficiales, pero la realidad de la diáspora venezolana es notoria en casi todos los estratos sociales. La emigración que comenzó con cifras modestas en Maiquetía se mudó —y aumentó— en los pasos fronterizos con Colombia y Brasil, y es así como hasta en lanchas a Curazao se han ido muchos venezolanos, capital humano valioso para el país.

Aunque todos los estratos notan los efectos de la emigración, la academia es probablemente uno de los sectores que se ha visto más golpeado con esta diáspora inédita en Venezuela.

En las principales universidades del país las aulas están más vacías, pero también los cargos profesorales. La producción académica ha disminuido notablemente y, con ella, también la calidad viene en picada.


                                  Foto / Ernesto García - Contrapunto

—Tanto en las estimaciones de estudios como el Encovi, en algunas cifras oficiales y evidentemente en las aulas se nota que hay menos estudiantes, pero también hay menos profesores. La diáspora ha afectado mucho al sector educativo. ¿Cómo atender esta carencia de profesores para tratar de mantener la calidad universitaria?

—Por lo pronto la medida que se está tomando en las universidades es recargar de trabajo a los pocos profesores que quedan. Hay un dicho que dice que en las universidades imperan los grupos 4:40, pero no es el de Juan Luis Guerra, son los 4 profesores de siempre haciendo las 40 cosas que hay que hacer. Entonces recargas de trabajo a los profesores y, por supuesto, esto va en desmedro de lo que es la actividad académica, por ejemplo, de investigación.

"Esta situación se está agudizando con el tiempo. Cada vez hay menos profesores, también cada vez hay menos estudiantes, que por diferentes razones están dejando las aulas, y por eso proponemos que para un nuevo proceso o una nueva Venezuela tenemos que implementar un programa de feliz retorno, con incentivos suficientes para que esos profesionales regresen al país y ayuden a la reconstrucción".

—¿Qué es lo peor que ha perdido la universidad venezolana en este período?

—Un profesor universitario no lo consigues a la vuelta de la esquina, lo tienes que formar. Y si un profesor que ya tiene más de 15 años en al universidad, que es profesor titular con doctorado, que la universidad ha invertido en su formación, le ha pagado sus postgrados, y luego ese profesor se va, el usufructo de esa inversión lo van a tener otros países, y no el nuestro. Eso es terrible, es descapitalizar al país del talento humano.

Menos profesores, menos investigación

Aunque el aumento de la matrícula universitaria es uno de los principales logros educativos que celebra el Gobierno, las casas de estudio son más que solo formación. Requieren investigación, producción académica, para poder contribuir al desarrollo de la nación.

El Gobierno asegura haber aumentado la inversión en tecnología, ciencia e innovación, según cifras del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Oncti).

Sin embargo, los resultados de esa inversión no se concretan en avances. De hecho, la producción de trabajos académicos venezolanos ha disminuido considerablemente. Scopus, la mayor base de datos de resúmenes y citas de artículos de revistas científicas, reporta una caída en la producción académica venezolana.

En 2004 Venezuela ocupaba el puesto 53 en el ranking de 253 países que cita la base de datos. Un puesto que fue disminuyendo y para 2016 ya se estaba 30 escalones por debajo, en el puesto 83.


—¿Cuál debería ser la relación ideal entre el Estado y la universidad?

—Yo no pretendo que la universidad y el poder político tengan una relación siempre armoniosa, porque eso es incompatible con el hecho de que una universidad sea autónoma, plural y democrática. Siempre va a haber tensiones con el poder. Siempre el poder va a querer tener de alguna manera injerencia en la universidad autónoma, y la universidad autónoma está en su derecho de defenderse.

"Pero debe haber relaciones normales de contribución institucional. Por ejemplo, el Gobierno muchos de los proyectos debe confiárselos a las universidades en vez de confiárselos a empresas transnacionales o privadas. El Gobierno debe monitorear el producto de las investigaciones en las universidades para incorporarlos a su acervo, a la implementación de los mismos en las diferentes áreas del desarrollo", agregó.

—El año pasado, en una entrevista con Contrapunto, el rector de la Universidad Simón Bolívar Enrique Planchart comentó que ya ninguna universidad debería llamarse así, por aquello de que no están produciendo académicamente ni científicamente. Usted comenta que las universidades se van a convertir en "liceos grandes" por esa misma situación. ¿Qué tan cerca estamos de ese escenario?

—Estamos muy cerca. La universidad no ha dejado de titular. Por las estadísticas que enseñé, lo que ha dejado es de investigar, porque no hay recursos para ello y porque el talento que investigaba se fue.

Entonces lo que quedan son unos cascarones con unas aulas que pueden estar, o no, repletas. Y la universidad seguirá titulando, ¿pero con la misma calidad académica que antes? Esa es la gran pregunta.

12-03-18




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