Por Roberto Patiño
El modelo del régimen, más
allá de lo ideológico, plantea que los intereses del grupo en el poder se
sobreponen por encima de los del país y sus habitantes. Las privaciones y
penurias que sufre la población están ligadas a esta visión de las cosas. Una
visión de relaciones que se establecen desde lo clientelar, la imposición
violenta, la dependencia y el sometimiento. Los padecimientos de la
mayoría pueden incluso aprovecharse inescrupulosamente, a través de planes como
los CLAP y el Carnet de la Patria.
Los derechos humanos y
constitucionales son violentados y se supeditan a las necesidades y designios
del régimen. El Estado no puede prestar servicios básicos, ni las instituciones
públicas cumplir con sus funciones, coaptados por un régimen que prioriza su
sostenimiento por encima de todo lo demás.
Esto se expresa a todo nivel:
en las emergencias alimentarias y de medicamentos, en el colapso de servicios
básicos de agua, electricidad o gas, en la crisis de educación o de seguridad,
en las condiciones fraudulentas en las que se encuentra el sistema electoral.
Se genera así un país
fragmentado, de sectores enfrentados entre sí, violento, y hostil, en el que se
imposibilita la coexistencia en un marco de equilibrio y bienestar. Por el
contrario, se establece un régimen de opresión injusto, en el que el otro debe
ser sometido o anulado desde el poder.
Un país de víctimas y
victimarios.
Esto se ha vuelto evidente
para Venezuela y el mundo. La VIII Cumbre de las Américas que acaba de
realizarse, ha finalizado con un contundente pronunciamiento de los países
convocados, que alerta acerca de las enormes dimensiones de nuestra crisis
y hace un llamado al régimen de Nicolás Maduro a reconocer la emergencia
humanitaria y atenderla.
Para liderazgo político y
social venezolano romper con este modelo y contrarrestar el proceso de colapso
y caos que produce, es nuestra tarea fundamental. Es también el reto más
importante de nuestra sociedad, en orden de poder generar condiciones que
permitan su desarrollo y bienestar.
La base para este cambio
reside en las personas, en la gente. Las personas son el capital político
y social más importante. Son, a la vez, la fuente y el destinatario de las
energías del cambio.
La articulación conjunta de
los diferentes actores sociales y el encuentro de los diversos sectores del
país alrededor de necesidades y aspiraciones comunes, son los primeros
objetivos que deben alcanzarse para enfrentar, no solo al régimen y su modelo,
sino para también acometer el proceso urgente de rescate del país.
Contraponerse al modelo de
miseria, sometimiento y violencia del grupo en el poder, significa pensar y
ejecutar lo político y social desde la solidaridad, el reconocimiento y la
convivencia.
En Alimenta la Solidaridad,
estos valores se materializan en un promedio mensual de 20.60 almuerzos que
alimentan a 1.030 niños en 10 comedores distribuidos en el municipio Libertador
y comunidades en Caracas. Pero, tan importante como lograr un esfuerzo de
alivio a la terrible emergencia del hambre, es también el producir el encuentro
de comunidades, voluntarios, grupos particulares y benefactores.
Encontrarnos, reconocernos y
superar las más grandes dificultades desde la solidaridad.
Avanzamos en un momento
crucial de nuestra vida como país. Debemos enfrentar a un régimen antidemocrático
y los embates de la mayor crisis de nuestra historia. Vivimos y viviremos,
momentos dolorosos, complejos y difíciles.
Es nuestra creencia que la
guía y el motor que deben impulsarnos en esos momentos está en la gente. No
como objeto de caridad o de oportunismo egoísta, sino como apoyo, como
vínculo, como fuente de fuerza y aliento.
No importarán la escala de los
problemas que encontremos o los golpes que podamos sufrir en el camino, porque
por sobre ellos podremos imponernos desde el encuentro y la solidaridad. Allí
están las bases reales de nuestra esperanza de cambio.
robertopatino.com
17-04-18
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