Por Gioconda San-Blas
Geraldine Moreno, Geraldine
Abreu, Geraldine Chacón simbolizan, cada una de ellas, un momento distinto,
igualmente dramático en esta saga por la reconquista de la libertad y la
democracia que caracteriza estos difíciles momentos de la vida venezolana.
El 19 de febrero de 2014 Geraldine
Moreno salía una vez más de su casa en Naguanagua para sumarse a las
protestas que ocurrían en todo el país. “Mamá, Venezuela no espera por ti”, le
había dicho a Rosa Orozco cuando esta prefirió quedarse a descansar de las
fatigas de días anteriores en actividades de calle, sin imaginar que la
siguiente visión que Rosa tendría de su hija sería la de esa joven, sin más
arma que su grito de libertad, tirada en la calle, la cara y el cuerpo lleno de
perdigones disparados a quemarropa por funcionarios de los cuerpos de seguridad
del estado. En medio de una agonía atroz, Geraldine falleció el 22 de
febrero. Tenía 23 años y estudiaba Citotecnología.
No fue la única en perder la
vida en esos aciagos meses de 2014; a ella se sumaron 40 asesinados, la mayoría
jóvenes estudiantes, y 854 heridos. Abril de 2017 a su vez generó 130 o más
inmolados, cerca de 2 mil heridos y más de 3 mil detenidos que se acumularon en
manifestaciones reprimidas con toda la fuerza bélica del régimen. De acuerdo
con el Foro Penal, de ellos permanecen 227 presos políticos en las terribles
cárceles venezolanas, sufriendo experiencias brutales en materia de violación
de derechos humanos, descritas por el Secretario General de la OEA como de
“represión violenta e indigna cobardía”.
La detención ilegal y dolorosa
de la jueza María Lourdes Afiuni por defender el principio de la independencia
de poderes y hacer caso omiso de presiones para ejecutar una sentencia,
inauguró una nueva forma de represión sectorial. Después de ella, muy
pocos jueces se han atrevido a ignorar las coacciones del régimen en sus
decisiones judiciales. Otros sectores, médico, universitario,
periodístico, han sufrido acosos similares con el propósito, no siempre
logrado, de callar a sus agremiados en un mecanismo de autocensura inducida. El
sector financiero ha quedado representado por Geraldine
Abreu, vicepresidenta ejecutiva de operaciones del Consorcio Credicard.
Acusados sin pruebas de llevar adelante un “plan de traición económica a la
patria” y de “sabotaje cibernético”, ella y cinco compañeros están presos en el
Sebin desde diciembre de 2016 por su supuesta responsabilidad en la caída de la
plataforma de medios de pago en todo el país. Y sometidos de manera
inconstitucional a la justicia militar en los primeros meses de su ilegal
prisión.
A Geraldine Abreu se le está
aplicando además un expediente frecuente para burlar la ley y como arma
psicológica de tortura: el diferimiento indefinido de audiencias, sufrido por
muchos de los presos políticos del momento, entre ellos el caso extremo del
joven Lorent Saleh, con no menos de 42 audiencias diferidas. El pasado 20 de
marzo de 2018, Geraldine Abreu fue objeto por 10ª vez del diferimiento de la
audiencia, con lo cual se prolonga arbitrariamente su prisión en violación de
las normas jurídicas establecidas en las leyes de la república.
Geraldine
Chacón, mientras tanto, tiene como motivo de prisión desde el 1 de febrero
de 2018 el de “instigación al delito y agavillamiento”. ¿Su pecado? Ser la
joven directora de la Fundación Embajadores Comunitarios(tiene apenas 24 años,
dos títulos universitarios y una vida de compromiso social), organización no
gubernamental que desarrolla programas de capacitación y formación juvenil en
sectores populares de Caracas, encarcelamiento que comparte con Gregory Hind,
director general de la misma fundación. “Implementar programas de
empoderamiento dirigidos a adolescentes en contextos de exclusión, con la
finalidad de mejorar sus creencias sobre su propio valor y sus habilidades para
modificar sus vidas y su ambiente” es la misión de esa fundación. Como tal, no
puede sino producir casquillo en quienes tienen como norte la destrucción de las
instituciones y la disolución de los valores y principios de una sociedad
decente. Por eso, al momento de escribir estas líneas Geraldine y Gregory
siguen presos en las mazmorras del Sebin, incomunicados de sus familias y
abogados, a pesar de que ya un tribunal ha emitido boleta de excarcelación en
su favor.
Tres Geraldines, tres modos de
ejercer violencia como política de estado contra una población inerme; un solo
objetivo: la capitulación, por vía del miedo, de las ansias libertarias. Contra
eso, tengamos presentes las palabras finales de Geraldine Moreno a su madre:
“¡Bendición! Te espero en libertad, no dejes la calle”
12-04-18
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