Marta de la Vega 07 de agosto de 2018
Ninguna
de las medidas económicas del régimen presidido por Nicolás Maduro, aunque
ilegítimo y usurpador, que sigue desgobernando Venezuela, ha logrado revertir
el colapso cada vez peor y trágico que nos agobia. Los mejores análisis de
nuestros economistas más destacados, incluidas las declaraciones de la
directiva de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y las de otros
expertos igualmente sobresalientes desde diversas perspectivas de la actividad
productiva, no se han limitado a describir la terrible calamidad a la que han
conducido improvisaciones, políticas erradas, incoherentes y fragmentadas,
basadas en una rígida y obsoleta concepción ideológica cuyas opciones económicas
son inviables, como ha quedado demostrado por los hechos, sino a proponer
soluciones para superar la crisis.
El
gobierno, lamentablemente para quienes vivimos en carne propia tal estado de
cosas, hace caso omiso de cualquier solución propuesta
Richard
Thaler, Premio Nobel de Economía 2017 ha señalado que en la historia de todo el
planeta no ha habido mayor desastre que el que ocurre en Venezuela. A tal punto
es evidente, que el propio Maduro lo reconoció en su intervención del Congreso
del PSUV del 29 de julio de 2018. Pero como siempre, no puede aceptar solito su
responsabilidad, como más alto funcionario (no mandatario, pues en la jornada
electoral impuesta e ilegal de un ente inconstitucional que se pretende
suprapoder, no fue electo ni legitimado por mandato popular en la presidencia
de la república, como ya sabemos, el 20 de mayo pasado) la culpa es de los
demás. Locus externo, como dicen los psicólogos. Por eso apuntaba con el dedo
hacia el público que lo acompañaba, señalando que la culpa era de los otros.
Nada
hacen para no ahondar el colapso ni Maduro mismo, ni la camarilla militar y
civil que lo sostiene
En
días recientes hubo una declaración que circuló por Internet, al parecer del
general de división Ortega Castillo, tan grotesca, ignorante y fuera de lógica
sobre el anclaje del bolívar al barril de petróleo (no se sabe a cuál, si el
que está en el subsuelo o el ya extraído y monetizado) en el que a su vez se
ancla el petro para derrotar la inflación, que daba risa si no significara la
evidencia del grado de ineptitud y el tipo de personajes que dirigen la
destrucción devastadora del aparato productivo y de las finanzas del país.
Además, con un uso inadecuado del lenguaje para quien ocupa el más alto rango
en la jerarquía militar.
Aparte
de que, como ha sido demostrado con claridad meridiana por varios analistas, no
solo el petro no es divisa, sino que tal anclaje no es factible ni
constitucional, de acuerdo con el artículo 12 de la Constitución vigente de la
República Bolivariana de Venezuela que dice: “Los yacimientos mineros y de
hidrocarburos, cualquiera que sea su naturaleza, existentes en el territorio
nacional, bajo el lecho del mar territorial, en la zona económica exclusiva y
en la plataforma continental, pertenecen a la República, son bienes del dominio
público y, por tanto, inalienables e imprescriptibles”.
El
último acto para confundir a incautos es la derogación de la Ley contra
Ilícitos Cambiarios. Primero hay que denunciar que se trata de un decreto
ilegítimo, ilegal e inconstitucional y por consiguiente nulo de toda nulidad
pues ha sido aprobado por la pretendida asamblea nacional constituyente el 2 de
agosto de 2018. El único órgano de poder facultado para realizar modificaciones
a la ley es la Asamblea Nacional.
Segundo,
no significa la eliminación del control de cambio, ni avance alguno en la
apertura económica, sino que se establece, en un mercado oficial, una tasa de
cambio preferencial para los funcionarios y entes del gobierno y una más
costosa para los particulares, sean personas naturales o jurídicas.
Tercero,
se trata de una nueva alcabala, que ahonda la corrupción, pues solo es posible
hacer tales transacciones en divisas en las casas de cambio controladas por el
régimen
Para
salir del colapso macroeconómico al que hemos llegado, como lo han diseñado
tantos excelentes pensadores en esta materia, habrá que lograr un programa
integral de reformas, económicas e institucionales. No solo es indispensable
cambio de gobierno sino de régimen.
Marta
de La Vega
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