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sábado, 1 de septiembre de 2018

Mala praxis, por @camilodeasis




Juan Guerrero 31 de agosto de 2018
@camilodeasis

Uno de los aciertos de las crisis sociales es el sometimiento de todo cuanto existe al cuestionamiento, la crítica y el rechazo.

En Venezuela toda la realidad está siendo sometida a una completa revisión. Eso, en sí mismo, resultará beneficioso a largo plazo. Porque la normalidad en la sociedad venezolana del siglo XXI está sometida a una diaria y constante alteración.

Generalmente creemos que la praxis del conocimiento, para bien o mal, solo está enfocado a profesionales de las ciencias médicas. Obviamente que en este sentido, son ellos quienes tienen en sus manos la decisión de vida/muerte de sus pacientes.

La buena o mala praxis no debe estar solamente en las operaciones quirúrgicas de los profesionales de las ciencias médicas. Praxis es todo evento o acción que se emprende, se ejecuta y por lo tanto, se diferencia de aquello que es especulación, superchería y superstición.

Por ello debemos entender que entre profesionales de todo ámbito de conocimiento sistematizado, la praxis se asume desde la consciencia orientada por principios y valores ético-estéticos que forman parte de los saberes de una sociedad.

En este orden de ideas es lógico preguntarnos, por ejemplo, ¿podríamos señalar a un político, en ejercicio de funciones de Estado, de mala praxis profesional?, ¿es correcto denunciar a un alcalde por mala praxis profesional?, ¿a un líder vecinal, diputado, concejal, gobernador, ministro, gerente de banco, como responsable en su desempeño por mala praxis?

Centrados en el ámbito de la política considero que mientras más se pueda profesionalizar, en el sentido académico, a un político, tendríamos menos tendencia a la desnaturalización y corrupción de sus actos. Bien que si esto no es una garantía, -la de someter a los políticos a estudios en su área de competencia- al menos dignifica, enaltece y coloca a éstos en mejores condiciones al dotarlos de herramientas que lo capaciten para ejercer tan delicada actividad.

Porque los políticos en nuestra Venezuela, en general, tienden a mostrar un patrón conductual sumamente precario en su desempeño como profesionales en esa área que es tan vital. Esto exige de ellos una formación, capacitación y actualización constantes en la construcción de modelos de ciudadanía en actos cívicos que eleven la condición humana de ese conglomerado anónimo, llamado “masa social” que de tan puros y básicos, deben ser constantemente orientados.

Por eso existe la educación y sus diferentes etapas o ciclos. Desde la Etapa de Educación Primaria, hasta aquellas universitarias, de pre y postgrados. Porque la educación y con ello las universidades, son espacios pedagógicos donde el pueblo, la masa social, accede a decantar sus saberes. La universidad es precisamente eso, pueblo que somete a discernimiento, contrasta y sistematiza sus iniciales conocimientos.

No creo que en la Venezuela del siglo XXI los políticos estén preocupados, ni por su formación profesional ni mucho menos, por actualizarse en conocimientos de políticas públicas. Mucho menos, por dotarse de un lenguaje verbal y kinésico que sirva para brindar modelos de virtud a sus semejantes. El lenguaje, en los políticos venezolanos, es pobre, populista, decadente, violento y obsceno.

Tristemente debemos afirmar que la gran mayoría de los políticos en la Venezuela de estos años, tanto de quienes depende el poder del Estado como aquellos que se le oponen, presentan una precaria imagen que en nada enriquece la cultura cívica en los ciudadanos. Esto por los años de repetición de modelos de líderes políticos que fueron degradando tan delicada profesión, desde los antiguos demagogos como todos los actuales populistas.

Semejante monstruo político que se nos ha impuesto como modelo, de lenguaje agresivo, absolutamente incoherente en sus argumentaciones, cínico, mentiroso, arrogante, burlesco y banal, pues no puede ser más que una mala imagen, un tumor maligno anclado en lo más profundo de nuestra psique colectiva.

Al Paraíso no entra cualquier persona, afirman los creyentes. Pero al Infierno todos tenemos libre tránsito. Necesitamos protegernos de esos políticos de utilería. Colocar restricciones de tipo pedagógico-educativo en la profesionalización de la actividad político-partidista a quien desee graduarse de líder, es cuando menos, justo y necesario para construir una sociedad republicana de ciudadanos mentalmente sanos, responsables y conscientes de su destino como pueblo y nación.

Juan Guerrero
@camilodeasis

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