Páginas

miércoles, 9 de enero de 2019

Mons. José Luis Azuaje Ayala, Presidente de la CEV, en la apertura de la CXI Asamblea Ordinaria Plenaria del Episcopado Venezolano, por @CEVmedios





Palabras de Mons. José Luis Azuaje Ayala, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la CEV, en la apertura de la CXI Asamblea Ordinaria Plenaria del Episcopado Venezolano, por @CEVmedios

CEV 7 de enero de 2018.



El Misterio de Dios enriquece la Humanidad.


Quiero introducir estas palabras con el salmo 125,6: “Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”.


El misterio del Hijo de Dios hecho hombre en el vientre purísimo de la Virgen María que hemos contemplado y celebrado en los días de la Navidad nos ha recordado que el Niño del pesebre no es un signo de debilidad, sino de fortaleza divina que viene al encuentro de los seres humanos, asumiendo nuestra naturaleza, para mostrarnos que Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra, no se resigna viendo la destrucción de su designio de bienestar y salvación para el mundo; por el contrario, actúa para el bien de la humanidad.


La Navidad, nos invita “al rescate de los últimos”, nos ha dicho el Papa Francisco en la homilía de Noche Buena. Rescatar es sacar de una condición de esclavitud y devolver a la libertad y a la dignidad propia de los hijos de Dios. Esa es la voluntad divina que debemos secundar para que se haga efectiva en nuestra historia, heredera de claroscuros que no impidieron –llegado el momento- la siembra de libertad e independencia en todo el continente, comenzando por casa.

Agradecidos con El Señor.


En el último semestre del año pasado se suscitaron dos acontecimientos que generan esperanza en nuestra Iglesia; en primer lugar, la Visita ad Limina Apostolorum, realizada por los obispos venezolanos como signo de comunión con el sucesor de San Pedro, hoy Papa Francisco, así como la visita a las tumbas de los Apóstoles. Fue un acontecimiento eclesial que da vitalidad a nuestro servicio en la Iglesia, fortaleciendo todas las áreas de pastoral y sacando de la alforja, como lo haremos en esta Asamblea, aquellos elementos más significativos vividos para el bien del pueblo de Dios.


En segundo acontecimiento fue el Sínodo de los jóvenes. Nuestros Padres sinodales, Mariano Parra y Carlos Cabeza, nos traen las riquezas vividas en este evento de tanta trascendencia que ya ha dado como resultado el documento final: “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” que será de gran ayuda para un mayor acercamiento de los jóvenes a la Iglesia en su compromiso de transformación de la realidad. Se une a este acontecimiento la venidera Jornada mundial de la juventud que se realizará a finales de este mes en Panamá; el entusiasmo es mucho y la vitalidad juvenil se hará sentir en todo el mundo desde nuestra América Latina y El Caribe.


Nos alegra un recordatorio histórico. Cumplimos en esta Asamblea los 45 años de haberse realizado la primera Asamblea Plenaria con estatutos propios publicados. Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales fue uno de los artífices de la organización del Secretariado Permanente que motoriza toda la actividad de la Conferencia Episcopal. Nos enrumbaremos hacia los 50 años para escudriñar entre datos escritos y recordatorios verbales, esta historia de vida institucional.


Uno de los actores de nuestra Conferencia fue el Sr. Cardenal José Alí Lebrún Morantinos, al que recordaremos con sentimiento agradecido cuando el próximo 19 de marzo se cumplirán los 100 años de su natalicio. Como Arzobispo de Caracas y Presidente de nuestra Conferencia realizó una loable y eclesial labor en bien de la Iglesia y del País.


Debemos también ir preparándonos para conmemorar los 100 años de la partida a la casa del Padre del Dr. José Gregorio Hernández. Este hecho es esperanzador sabiendo la devoción viva de nuestro pueblo por este insigne médico. La mejor forma de tributarle nuestro homenaje es incentivando la oración al Señor para que pueda llegar oficialmente a los altares, como médico de los pobres en esta Venezuela empobrecida.


Nos alegramos con todos los miembros de la orden de la Merced que desde el año 1218, bajo la inspiración de San Pedro Nolasco, cumplen la misión de ofrecer la redención de los cristianos cautivos. Saludamos a nuestro hermano Mons. Ulises Gutiérrez y a toda la orden. Que sigan testimoniando el amor de Dios en los privados de libertad.


Estamos celebrando los 40 años de la realización de la III Conferencia General del Episcopado latinoamericano y de El Caribe, en Puebla de los Ángeles. La inspiración del Documento de Puebla, abrió inmensas oportunidades para la evangelización inculturada y el servicio a los más desposeídos.


El próximo 15 de febrero se cumplen 200 años de la instalación del Congreso de Angostura, que representó el segundo congreso Constituyente de Venezuela y, por ende, la segunda Constitución del país. Nos enseña la importancia de la búsqueda de la legalidad y la norma en medio de la guerra para configurar un sistema político basado en la justicia social, la regulación de los poderes y la libre determinación de los pueblos.


Rendimos un agradecido tributo a nuestro hermano, Mons. Medardo Luis Luzardo Romero quien el 28 de noviembre pasado partió a la Casa del Padre como el siervo fiel y cumplidor. Su dilatada misión eclesial al frente de las Diócesis de San Carlos, Ciudad Guayana y de la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar, lo hace merecedor del mayor reconocimiento de nuestra parte.


También recordamos con gratitud al querido Padre Armando Janssens, que hace pocos días falleció. Él se sembró en nuestro País para hacer el bien a la juventud. Hoy, muchos frutos de su trabajo caminan por nuestras calles e instituciones fortaleciendo a la sociedad civil y creando experiencias populares. Que El Señor le premie por todo el bien realizado.


Nos alegra mucho una serie de nombramientos que tienen que ver con venezolanos en nuestro país como fuera de él:


·         El Excmo. Mons. Edgar Peña, como Sustituto para asuntos generales de la Secretaria de Estado del Vaticano.

·        El Emmo. Sr. Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo como Administrador Apostólico (sede Vacante) de la Arquidiócesis de Caracas. Nuestro sentido homenaje al Eminentísimo Sr. Cardenal Jorge Urosa por su servicio episcopal como Obispo Auxiliar de Caracas, Arzobispo de Valencia y Arzobispo de Caracas. Además de su loable desempeño en nuestra Conferencia Episcopal y en sus instituciones. Que Dios le bendiga siempre.

·         El Excmo. Mons. Víctor Hugo Basabe como Administrador Apostólico (Sede Plena) de la Arquidiócesis de Barquisimeto.

·         El Excmo. Mons. Ángel Caraballo como Administrador Apostólico (Sede Vacante) de la Diócesis de Cabimas.

·         El Excmo. Mons. Jesús Alfonso Guerrero como nuevo Obispo de la Diócesis de Barinas.

·         El Excmo. Mons. Carlos Curiel como nuevo Obispo Auxiliar de Cochabamba (Bolivia). Nativo de Carora y pertenece a los Padres Escolapios.

·       Aunque ya tiene varios días en nuestro país le damos la más cordial bienvenida al Ilustrísimo Mons. George Koovakod, nuevo Secretario de la Nunciatura Apostólica en Venezuela. Le deseamos se sienta en casa y realice una loable labor eclesial.


Un nuevo año lleno de incertidumbre. “Al ir, iba llorando, llevando la semilla”


Concluye un año para Venezuela marcado por el sufrimiento y hemos iniciado uno nuevo con una gran incertidumbre en la vida personal, institucional y en la vida comunitaria de un pueblo que es víctima de severas carencias materiales y sanitarias, y de una destrucción cabal de sus posibilidades adquisitivas. Esta realidad ya no distingue sectores. Lo que es peor, bajo las necesidades y el cuadro de violencia del estado dominante, de plena quiebra del estado de Derecho, el miedo colectivo rompe el tejido social. Hace presa de los más débiles.


La mayoría de los venezolanos –los de afuera y de adentro- sentimos y padecemos esa dura realidad, que en horas se vuelve frustración. Lo vivimos como experiencia propia, a pesar de los traficantes de ilusiones. Mal la pueden imaginar, en su extensión e intensidad, los gobiernos de otros países, que aún nos miran incrédulos o la reducen a un pleito de políticos incapaces de entenderse. Sabemos las causas inmediatas del mal absoluto que nos oprime, sobre todo y como cabe repetirlo, que oprime más a los que menos tienen, en lo material y en lo espiritual, por sentirse huérfanos de un liderazgo que aún no se ha desarrollado con todas sus esferas.



La necesidad de ser “pueblo”.


En los oídos de los obispos aún resuenan las palabras del Papa Francisco en la Visita ad Limina Apostolorum del pasado mes de septiembre: “Estén cerca del pueblo, no abandonen al pueblo”; no nos ha pedido estar cerca de los políticos y menos del gobierno, sino del pueblo porque es el que siempre lleva las de perder en toda diatriba política y en los desajustes económicos.



Los Obispos, responsables de las Iglesias particulares en el país, cumplen esta petición por ser inherente a su misión; mantienen un contacto permanente con el pueblo a través de las visitas pastorales y patronales, en los diálogos con las diversas comunidades y con los organismos diocesanos, en el encuentro con las personas, con las familias, con los jóvenes. Cada obispo, así no esté reseñado en la prensa local o nacional, está trabajando desde la misión evangelizadora y la promoción humana, abarcando todo el territorio nacional; no solo lo hace con su presencia, sino también con la labor de los párrocos, religiosos y religiosas, diáconos permanentes, seminaristas y laicos evangelizadores. ¡Cuánta fuerza y cuánta bondad de Dios en tan diversas experiencias!.


Pero el problema que encontramos en nuestro país es que no nos hemos constituido del todo en “pueblo”, y cada vez más se incentiva una estrategia de hacernos “masa”, al desestructurar el tejido social y al haberse abandonado su concientización y unidad para sólo organizarse en algunas instancias (partidos y movimientos políticos, gremios, asociaciones, etc) que son necesarias, pero que no son el todo.


Para superar el estado de masa es necesario ser conscientes que el pueblo es “un sujeto colectivo que se distingue de la masa por la conciencia y organización, y aglutina distintas fuerzas y grupos sociales en torno a un proyecto común” (Scannone, 2017, 89). Hoy día en el ámbito político, la gente está como oveja sin pastor, sin proyecto común, y se le hace cuesta arriba el fortalecer la ciudadanía y la conciencia de corresponsabilidad política. Esto se debe a múltiples factores, pero hay uno que incluso es señalado por el Papa Francisco: “un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado” (Francisco, 2018).

Hay que fortalecer los liderazgos.


Hace dos días se instaló la Asamblea Nacional, el único órgano democrático vigente que con dos sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), la 155-7 y 156-7 de la sala constitucional, le fueron anuladas sus competencias. Le tocará a la nueva directiva encabezada por un joven diputado, Juan Guaidó, en unión y comunión con sus pares, dirigir sabiamente este organismo legislativo para reactivar la credibilidad de los venezolanos en la política y la búsqueda de salidas democráticas a esta grave crisis humanitaria y material que vive el país.


Como poder del Estado legítimamente elegido por voto popular del pueblo Venezolano, es un reclamo el que se le devuelvan sus competencias y siga fortaleciendo la democracia cumpliendo con lo establecido en la Constitución. En un nuevo período legislativo, los venezolanos vuelven a darle un voto de confianza. Trabajen para que se recomponga el orden democrático desde el ámbito constitucional y estén cerca del pueblo que les ha elegido, ejerzan lo que llamamos en la Iglesia el ministerio de la escucha y toquen las heridas y el sufrimiento de las personas en sus comunidades.


También en tres días se realizará la juramentación del presidente de la República. Todas las dudas enmarcan esta juramentación, ¿legítima?, ¿ilegítima? La historia cuando sea el momento, a través de los actores que propiciaron unas elecciones tan dudosas en un marco de ventajismo, dará su veredicto. Lo que si es cierto del todo es que nuestro país vive una desproporcional crisis en todos los ámbitos, pero por desgracia quien ha dirigido el gobierno nacional durante estos últimos años, produciendo un deterioro humano y social en la población y en las riquezas de la nación, está empeñado en proseguir la misma cartilla, sin cambios significativos en la economía y en el mejoramiento de las condiciones de vida de los Venezolanos, por lo que en su desempeño se ha hecho ilegítimo y moralmente inaceptable. Seguir el mismo camino hasta ahora transitado es llevar al despeñadero al pueblo.


Lamentamos que no haya ni un ápice de sensibilidad humana y social que implique un cambio rotundo en la conducción del país y sigamos observando los grandes índices de pobreza, de mayor número de personas enfermas sin poder ser atendidas por las instituciones de salud porque han colapsado, mayor amenaza y represión, una violencia incontrolable que ha dejado más de veinte mil personas asesinadas en el año 2018, una hiperinflación y destrucción del sector productivo, la brutal y abierta corrupción, la migración más grande de nuestra historia venezolana, centenares de presos políticos, civiles y militares, que claman justicia, las violaciones de los Derechos Humanos que ha tenido su colofón en el asesinato del joven indígena Pemón Charly Peñaloza de 21 años y la represión a comunidades indígenas y líderes comunitarios, donde hay en juego muchos intereses; así como jugar con el sentimiento de las personas más pobres que mantienen la ilusión de llevar algo a la mesa para alimentar a su familia. Con este racimo de deterioro, podemos imaginarnos los sufrimientos que tendrá que pasar el pueblo en un nuevo período de gobierno, si no se ponen las correcciones necesarias que pasa por un cambio integral de política y de actores políticos.


Es criterio compartido que hasta que no cambien de raíz las políticas que son consecuencias de desviaciones ideológicas superadas en la historia, el panorama nacional seguirá sombrío. Modificar estas políticas, de manera integral, y que sus responsables den paso a otros actores y a otras políticas en las que prive el Bien Común, el respeto por la dignidad inmanente en cada venezolano, de cada habitante de esta patria que se diluye, es un propósito ineludible, urgente. Es el desafío, el compromiso, durante el año que inicia. Ningún venezolano, de la tendencia política que sea, e incluso miembros del gobierno nacional o local que sean sensatos, puede pensar que el país tiene futuro si continúa transitando por el mismo camino y con los mismos protagonistas que nos han llevado a este desastre nacional.


El Papa Francisco en su reciente mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del primero de enero afirma que los vicios políticos que generan grandes desmanes son debido “tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones” (n.4); estos vicios restan credibilidad “a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella”.


Estos vicios recogidos por el Papa, están presentes en nuestra realidad política: “la corrupción –en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas- la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio” (Id).


El Papa Francisco también sentencia que “cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro” (id. n.5). Esta realidad presente en el momento actual de nuestro país hace ineludible incentivar un cambio; la clave y fuerza para lograr este cambio integral de política y líderes es la unión de los venezolanos dentro y fuera del país y, por tanto, no sólo de la dirigencia política de oposición, que ya de por sí ha sido cercenada en su accionar. Es necesaria hoy más que nunca la organización comunitaria en torno a un ideal de reconstrucción del país, de generación de cambios para eliminar la ruta destructiva y buscar formas novedosas de desarrollo integral.


Todos los venezolanos estamos llamados a colaborar, pasando la voz, desde los pequeños encuentros de concientización, desde las preguntas que podamos hacer ¿si realmente somos felices como estamos?, desde el triste recuerdo de nuestros familiares que han salido del país forzadamente y que hoy están luchando por sobrevivir en tierra extranjera, ¿o es que acaso en la media noche del 31 de diciembre no sentimos la ausencia del abrazo del hijo, de la hija, del esposo o de la esposa, de la madre, de los nietos, que han tenido que partir obligados para ayudar a su familia a sobrevivir?. En la cena de noche buena y año nuevo hubo puestos vacíos en la mesa. ¿Queremos mantenernos así, queremos que se siga vaciando la mesa?. Despertar la conciencia y reaccionar con libertad ante una sociedad dependiente, con una política de dádivas, es el trabajo que tenemos por delante.


Nuestra conciencia cristiana nos debe comprometer cada día más. El Papa nos dice que “nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos”. Esta afirmación toma sustento y sentido porque “una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (EG 183). Así que cada quien cargue con sus responsabilidades en esta hora aciaga del país. No juguemos a lo que no somos, antes bien, que brille la identidad y los valores de cada una de las instituciones. Es el mejor servicio a los venezolanos.

La reconstrucción de la política,


Lo vivido hasta ahora en el país, lo podemos entender como una valiosa enseñanza. Ha sido un aprendizaje que lacera a diario, es verdad. Pero es una experiencia de vida, inédita en nuestra tradición civil y republicana, que viene despertando las fibras de solidaridad y de esperanzas en nuestras gentes, abandonadas como raíces tras un largo período de derroche de los dineros públicos y de corrupción escandalosa.


Pero debemos llevarlo a una experiencia política también, porque ésta no se la podemos dejar solo a los políticos de profesión, sino como sociedad civil y cristianos asumir “la auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, (que) se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierra en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales” (Francisco, n.5), para servir al país, proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo (cf. Id. n.2).


La política es “un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre” (Id), pero también hay que advertir que cuando “aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción” (Id.).

Un hilo de esperanza.

Tenemos conciencia que muchos venezolanos, desde adentro y en sus encuentros y tertulias, desde la diáspora o el exilio con más de tres millones de Venezolanos, incluso en forma de rompecabezas y de piezas inagotables, -ahí están todas las instituciones y grupos que se reúnen para discernir el futuro de Venezuela- se encuentran unidos en el sufrimiento y en la esperanza.


Nadie puede decir que tiene a la mano la solución mágica que pondrá término a tanto sufrimiento del pueblo venezolano. El puente que se requiere para abrirle paso a los sueños que se dibujan en múltiples escenarios, con la mejor buena fe, no ha sido aún calculado. Se mide el peso que habrá que soportar al abrir el paso.


Los mismos gobiernos que acompañan el sufrimiento del pueblo, principalmente donde han emigrado los venezolanos, -que se suponen ilustrados en experiencias similares padecidas por la Europa oriental y la Vieja Unión Soviética, como por Cuba, o la de los países a los que ha engullido la violencia terrorista- no saben ellos mismos como avenirse para ayudarnos.


Decía Einstein que, en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. Por eso, no sólo deseamos tener en cuenta los peligros que nos asechan como Pueblo, sino que también anhelamos descubrir las oportunidades que están delante de nosotros para superar la situación que nos agobia. Parafraseando a Bertolt Brecht, el poeta y dramaturgo alemán, podemos afirmar que estas encrucijadas existenciales se producen y nos tocan profundamente cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. En este punto de nuestra historia común y en esta condición inusitada nos encontramos nosotros como venezolanos.


Nuestro compromiso eclesial. Áreas de contribución de los cristianos católicos en nuestra sociedad.


En esta Asamblea Episcopal se presentará el nuevo plan trienal 2019-2022, en él está contenido lo aprobado por los Obispos para lo que queda del trienio y un año más, lo que significa un compromiso decidido desde la Iglesia con nuestro pueblo. Apuntemos algunas áreas de compromiso:


1.-Como cristianos asumimos la crucifixión del Señor, aportando la Iglesia a nuestra sociedad, la de no prescindir del sufrimiento humano, que es real, intenso, prolongado e hiriente. La Cruz nunca ha sido un adorno y menos en estos momentos de crisis en el país, ni tampoco es un refuerzo a las impotencias; es un signo de esperanza y de claridad de nuestra misión de cristianos que nos mueve a la solidaridad y a la misericordia con los más necesitados. Todas las instituciones de la Iglesia estarán al servicio de la vida desde una visión profética que abarca la denuncia y el anuncio. Por ello, debemos mantener todas las formas de oración que nos motive el servicio del prójimo.


2.-Incentivar la cultura del encuentro entre los venezolanos, que pasa por el reconocimiento del otro que es distinto, pero tiene igual dignidad humana. El foco principal lo pondremos en la centralidad de la persona humana y no en ideologías. Toda institucionalidad de la Iglesia debe ponerse al servicio de la persona, lo mismo para el ámbito civil. Es necesario crear puentes y derribar muros, así como ejercitar el principio de subsidiaridad y hospitalidad frente a la lógica del descarte por motivos políticos, económicos, culturales o religiosos.


3.-Promover la responsabilidad política que es impulsada por la Doctrina Social de la Iglesia. Para ésta, la política es una alta vocación en favor de la sociedad, pero entendida como máximo servicio al Bien Común y no como ocupación de poder.


4.-Intensificar la misión evangelizadora de la Iglesia desde una “nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría” (EG 1 y 25), a ser “una Iglesia en salida” (EG 20) “con las puertas abiertas” (EG 46), “no preocupada por ser el centro y clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos” (EG 49), que “sale a las periferias humanas” (EG 46). “Todos estamos invitados a salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesiten la luz del Evangelio” (EG 20)…”sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Esta no es cualquier salida, sino la misionera, puesto que ésta “es el paradigma de toda la obra de la Iglesia” ((EG 15).


Muchas otras acciones tendremos presentes en nuestra accionar. Como lo diría el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en los dos títulos que encabezan sus reflexiones sobre la política, tenemos por delante “una nación por construir” y hemos de “ponernos la patria al hombro”. Y para ello recordar con San Juan XXIII que “los que oprimen a otros y los despojan de su debida libertad no pueden ciertamente contribuir a esta unidad” de las inteligencias, de los espíritus, de las acciones.


Son muchos los desafíos que tenemos por delante, pero hay insignes pastores que nos han precedido en la lucha por conquistar la libertad y la dignidad. Por eso debemos tener muy presente lo expresado por San Juan Pablo II: “No tengan miedo a la verdad de ustedes mismos”. Ante esta experiencia esperanzadora, no podemos olvidar el Salmo 125: “vuelve cantando, trayendo las gavillas”, recogidas con el esfuerzo organizado de todos, y este es el futuro que nos aguarda.

Muchas Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico