Trino Márquez 09 de mayo de 2019
@trinomarquezc
El
reto político e intelectual más exigente que tienen los demócratas consiste en
tramar una relación inteligente con la FAN. Esta exigencia se tornó aún más
urgente luego de la fallida insurrección del 30 de abril. Ese día se
sobreestimó el peso de los militares en el proceso de recuperación de la
democracia, según Juan Guaidó lo admitió en su entrevista con The Washington
Post. Se pensó que la FAN implotaría. Que la mayoría de sus componentes se
sumaría al llamado de Guaidó y Leopoldo López, quienes habían logrado convencer
a algunos miembros del Sebin para que participaran en la liberación de López y
en la Operación Libertad. El plan abortó.
Tejer
un lazo inteligente con los militares no significa someterse a ellos, o tratarlos
como si fuesen marcianos u oligofrénicos que ignoran lo que ocurre en
Venezuela, o no entienden el proceso de destrucción incontenible al que está
siendo sometido el país. Desde luego que conocen muy bien la realidad nacional.
La sufren sus cuadros medios y bajos y su entorno familiar y social más
inmediato. La brecha entre los altos mandos y los oficiales de menor rango es
abismal. La seguridad social de los militares, al igual que la de los empleados
de Pdvsa, la CVG y todas las empresas públicas, ha desmejorado. La
hiperinflación, el deterioro de los servicios públicos y la calidad de vida,
afectan a todos los grupos sociales. Sólo el pequeño sector colocado en el
centro de la corrupción, no padece las calamidades que azotan a Venezuela. A
los militares no hay que explicarles nada de eso. No hay que pintarles el mapa
del país, ni hacerles llamados piadosos de conciencia. Tampoco hay que estarles
recordando que sobre ellos se levanta el único soporte real que sostiene a
Maduro y su gente. La radiografía de Venezuela la tienen en sus manos. Saben la
condición de cada hueso y cada músculo. Están conscientes de que los colectivos
y la milicia bolivariana se evaporarían, si la FAN decide acabar con la
pesadilla.
Apoyan
a Nicolás Maduro, no por desconocimiento o ingenuidad, sino por todo lo
contrario: por complicidad con el régimen. Forman parte consustancial del
sistema construido con paciencia y tesón durante veinte años por los cubanos y
otros actores de la izquierda autoritaria del planeta. Venezuela se convirtió
en pieza clave de un proyecto mundial de relanzamiento de la izquierda
extremista y del antinorteamericanismo más agresivo. De ese proyecto, un
componente esencial es la entrega de la mayor parte de la riqueza y los
negocios del país a la cúpula militar. Esta transferencia estamos viéndola.
Pdvsa, la CVG y el Arco Minero representan una muestra de la alianza cívico
militar.
El
nexo entre la élite civil y militar no se reduce a los privilegios que el
gobierno les concede a los uniformados. El intercambio incluye la vigilancia
sobre los negocios y movimientos de los militares. El miedo cerval, los
chantajes y amenazas a los militares y sus familiares, forman parte de la
presión dirigida a impedir cualquier movimiento de ruptura o disidencia. La
ideologización, luego de dos décadas de trabajo continuo, también ha dado
resultados. El régimen ha logrado homogeneizar el discurso socialista, sectario,
fanatizado, de la FAN. Desde Padrino López hasta el infeliz agente que quemó la
Ley de Amnistía en La Carlota en presencia de unos ciudadanos desarmados, todos
repiten las mismas consignas grandilocuentes y ampulosas. Los intereses
materiales se combinan con valores ideológicos, para tramar una malla
impenetrable para los demócratas.
Entonces,
¿cómo relacionarse de forma inteligente con unos señores que disfrutan de un
amplio conjunto de privilegios, que están infiltrados y amenazados, y, por
añadidura, han sido tomados por el morbo de la fanatización?
La
estrategia norteamericana ha sido errática. Fernando Mires señala que son
demasiados los voceros que declaran. Excesivas y contradictorias las amenazas.
Tiene razón. Un día unos funcionarios dicen una cosa, y al día siguiente otra
diferente u opuesta. El desconcierto impera. El apoyo de Rusia y China a Maduro
ha desajustado las piezas del tablero
La
mayor parte de los países se inclina por una salida pacífica y negociada a la
fenomenal crisis que vivimos. El centro de las propuestas se ubica en la
convocatoria a un nuevo proceso electoral que sustituya el realizado el 20 de
mayo del año pasado, desconocido por la mayoría de las naciones democráticas.
Esta es la proposición que reúne el apoyo más amplio.
Da la
impresión de que la lucha por elecciones libres con supervisión internacional y
un programa de transición que regule el cambio de la situación actual a un
nuevo e incluyente escenario, en un plazo perentorio y con condiciones
acordadas y garantizadas por la comunidad internacional, es la consigna que
puede aglutinar a todos los actores de esta compleja trama. El padre Luis
Ugalde ha asomado algunas proposiciones interesantes en esa línea. Unificar la
nación en torno de esa exigencia podría animar a los militares a sumarse a la
corriente renovadora. Sus sectores más sanos serían protagonistas y garantes de
la estabilidad. No se trata de avanzar hacia una democracia tutelada por la
FAN, sino de crear un nuevo estadio en el que los uniformados se sientan parte
de una colectividad que reconstruye la nación. Una relación inteligente.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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