Juan Guerrero 16 de abril de 2020
@camilodeasis
Ahora
cuando el mundo se ha detenido y muchos quisieran bajarse para vivir momentos
más placenteros y normales, me acuerdo del Decamerón del Boccaccio (1313-1375)
escrito en los años de la peste negra (bubónica) que arrasó Florencia y obligó
a la población a vivir un encierro muy similar a este que ahora padecemos en el
siglo XXI.
Por
aquellos tiempos del siglo XIV los temas que sirvieron para que Boccaccio
armara sus historias fueron el vicio, la envidia, el mercantilismo de la época,
la virtud, la alegría, el amor, e indudablemente el erotismo como fuerza de
vida que movía y mueve la humanidad.
En
boca de sus personajes se mueven las historias contadas por siete mujeres y
tres hombres, quienes se turnan para contarse sus experiencias en su encierro
florentino. Como entonces, ahora leo diariamente por las redes sociales las
pequeñas historias de cientos de anónimos (y no tan anónimos) quienes describen
en su anormal cotidianidad sus experiencias de vida.
De
todas esas vivencias que forman la cotidianidad del aquí y el ahora resalta, a
más de las continuas quejas y sufrimientos –muy dolorosos- la vida plana y
fútil de quien, al verse confinado a las cuatro paredes de su encierro, le asombra
y estremece encontrarse consigo mismo en ese espejo de darse cuenta de su
pequeñez humana. Vidas que han estado funcionando de manera automática, en lo
externo, sin darle mayor importancia a las cosas sencillas y simples de la
existencia. Por eso les asusta encontrarse con su sombra, con su silencio y en
su soledad.
Porque
antes como ahora la peste causa estragos, no tanto en la enfermedad como tal,
sino en las posteriores consecuencias que trae la incertidumbre de sabernos
seres humanos débiles en nuestra individualidad.
Contrario
a las reflexiones que hicieron los pensadores después de la II Guerra mundial,
como Fromm, al indicar que sería el amor la fuerza que iba a motorizar la vida
del hombre en el siglo XX, creo que para este nuevo tiempo son la solidaridad y
la compasión los valores y principios que formarán parte del nuevo vocabulario
en manos del liderazgo que deberá adecuarse a este nuevo ciudadano. Porque ha
sido el aporte ciudadano en funciones sanitarias, de resguardo y en las
emergencias la herramienta fundamental para hacer frente a la pandemia. Los
líderes de todos los sectores y en todos los países, unos más que otros, se han
visto desbordados, desplazados al indicar medidas paliativas y desgastadas, que
se han traducido en miles de contagiados y muertos. Porque han asumido la peste
desde una visión política de la situación, o en todo caso economicista al punto
de leer locuras, como “Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para
salvar la economía” Dan Patrick, vicepresidente del estado de Texas, EE.UU.
La
solidaridad como la compasión están siendo impulsados por los grupos
humanitarios en todo el mundo, a través de organizaciones no gubernamentales.
De ese trabajo quedará como aporte a la humanidad, una mayor empatía en los
ciudadanos para sentirse acompañados, amparados. Las muestras de solidaridad,
las expresiones de compasión con el semejante estremecen hasta las lágrimas y nos
llevan a tener confianza en la humanidad, en los jóvenes en todo el mundo.
Esta
peste nos está haciendo en el día a día más compasivos y solidarios. Ahora
existe una población más inspirada en la comprensión del mundo como una sola
humanidad. El concepto divisionista impuesto, para entender al mundo como
Occidente y Oriente, ha terminado. Progresivamente la integración de estas
realidades se hará una sola y la humanidad se orientará a un tiempo de mayor
elevación moral, ética y espiritual.
Así
como en el Decamerón del Boccaccio, donde las historias que cuentan sus
personajes conmueven y alegran la vida por su ingenio, fortaleza y el saberse
afortunados por seguir vivos para amar y seguir adelante. La peste de este
siglo nos sigue indicando que no queda otro camino para el ser humano que
seguir su instinto de supervivencia, que vendrán, inevitablemente, cambios en
todos los aspectos de la vida.
El
mundo de los próximos meses y años cambiará sustancialmente en sus relaciones
humanas, políticas, económicas, estratégicas y hasta de visión religiosa. No
podría afirmar que el liderazgo actual no sirve. Es que este nuevo escenario de
un mundo definitivamente integrado, integral e integrador (no globalizado ni
mundializado) de una sociedad que afirma su civilidad, exige líderes en todos
sus órdenes capacitados y a la altura de este renovado miembro de la sociedad.
Los grupos, los equipos de trabajo transdisciplinarios son ahora los llamados a
construir ese nuevo orden social, humano, solidario y compasivo.
Como
en el Decamerón seguirá siendo la vida erótica –entendida como fuerza esencial
de vida- junto con la solidaridad y la compasión, el impulso consciente que
moverá al mundo en su infinito hacer, amar y vivir.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico