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sábado, 11 de abril de 2020

Sexo, drogas y virus en parranda de niños ricos de Venezuela, por @APjoshgoodman




JOSHUA GOODMAN 10 de abril de 2020
@APjoshgoodman

Se pasaron una semana de parranda: Sexo, drogas, bailes en la playa... Pura diversión en una paradisíaca isla del Caribe con prostitutas traídas de Europa, algunos sacándose fotos con famosos artistas de reggaetón.

Estos hijos de miembros de la elite de Venezuela no sabían que el coronavirus se esparcía entre ellos en medio del jolgorio.

Algunos de los “bolichicos” --como se describe a los hijos de los sectores más privilegiados de la revolución socialista-- siguen de fiesta a pasar de la pandemia en un país azotado por una crisis.

Hasta ahora se sabe de solo siete muertes por el virus en Venezuela. Sin embargo, las posibilidades de que la pandemia desborde la capacidad de un sistema de salud muy deteriorado, en el que los hospitales se quedan sin agua, luz y suministros, son altas.

No está claro cuánta gente se enfermó el mes pasado en el archipiélago de Los Roques. Pero una estridente fiesta que generó muchas infecciones ha causado alarma a los niveles más altos del gobierno y recibido críticas de los venezolanos encerrados en sus casas desde hace semanas.

“Hubo una fiesta en una isla, y prácticamente todos los asistentes han dado positivo a Covid-19”, declaró el presidente Nicolás Maduro en la televisión estatal el 20 de marzo.

Tres días después, en momentos en que circulaban incómodos posts en Instagram con el #CoronavirusParty, el mandatario le restó importancia al tema.

“¿Por qué van a criticar una fiesta?... No sabían que estaban enfermos”, dijo Maduro, a quien Estados Unidos acusa de tráfico de narcóticos.

Ya sea en las atestadas playas de Miami o en fiestas clandestinas en España e Italia en los primeros días de la pandemia, ha sido difícil frenar las fiestas de los chicos ricos.

En América Latina, la región más desigual del mundo, se acusa a las elites de importar el virus tras visitar otros países. En México, por ejemplo, casi 20 personas contrajeron el virus en una salida a esquiar en Vail, Colorado. Pero los platos rotos los pagan los pobres, que no tienen acceso a buena atención médica y se afanan por conservar sus trabajos informales.

En Venezuela, donde la escasez de comida y medicinas hizo que 5 millones de personas se fuesen del país, las celebraciones fastuosas son más irritantes todavía. Cuesta ver semejante riqueza entre tanta propaganda alabando a los trabajadores humildes.

Las fiestas en Los Roques fueron organizadas por varios empresarios conectados con el gobierno, según dos personas al tanto de los encuentros que hablaron a condición de no ser identificadas por temor a sufrir represalias.

Ninguna de las dos personas que hablaron con The Associated Press estuvo en esas fiestas, pero sí participaron en otras con el mismo grupo de gente y están en contacto con varios que asistieron.

Uno de los participantes fue Jesús Amoroso, hijo del principal funcionario anticorrupción de Maduro, que ha sido sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por supuestamente socavar la democracia venezolana.

Las fuentes dijeron que los organizadores trajeron prostitutas venezolanas de Madrid y Londres poco antes de que se suspendiesen los vuelos a y de España, una de las naciones más golpeadas por la pandemia.

Un pequeño grupo se cruzó con dos conocidos reggaetoneros puertorriqueños, Zion y Justin Quiles, que son vistos con Amoroso en una lancha en fotos y videos en las redes sociales.

Una portavoz de los artistas dijo que Zion y Quiles estaban en las islas filmando un video y no participaron en evento social alguno. Los dos dieron negativo en la prueba para detectar el virus.

En una nación abrumada por la miseria, Los Roques es un oasis para los pocos que pueden darse ese lujo, incluidos colaboradores y parientes de altos funcionarios que viajan a las pequeñas islas en aviones privados. Las fiestas en las islas se han hecho más populares ahora que Miami, Madrid y Nueva York están fuera de su alcance por las sanciones de Estados Unidos que cortan el acceso a cuentas bancarias en el exterior y limitan las posibilidades de viajar. Entre los asiduos asistentes a estas fiestas estarían los hijos de Maduro, de acuerdo con las fuentes, aunque ninguno participó en la más reciente.

Generalmente las fiestas incluyen drogas psicodélicas 2C-B, conocidas como la “cocaína rosada”, por el color del costoso polvo, de acuerdo con las fuentes.

Una de ellas suministró un video de un encuentro reciente en el que aparecen mujeres en bikini bailando el 11 de marzo en una casa sobre la playa alquilada a un ejecutivo bancario venezolano exiliado.

Según una tercera persona al tanto de estas fiestas, al día siguiente un grupo más grande partió en varias lanchas a un popular sitio que los lugareños llaman “Cayo Corrupto”. No sabían que se estaba esparciendo el virus.

“Seguramente alguien tenía el virus y nadie sabía”, comentó alguien de la zona que fue a la fiesta en un mensaje de audio que fue filtrado y circuló en las redes sociales. La persona, cuya autenticidad fue verificada por uno de los dos individuos que van a las fiestas, relató cómo él y su novia tuvieron que ser evacuados con fiebre alta. Agregó que a seis personas les habían detectado el virus.

La fiesta terminó con una resaca: Todos se hicieron exámenes y algunos, avergonzados, cerraron sus cuentas en las redes sociales.

Otros defienden sus acciones.

“MAMENLO CHISMOSOS”, dijo Amoroso en Instagram, sobre una foto que lo muestra frente a una camioneta de lujo, mostrando sus dedos mayores.

La semana pasada la policía detuvo a varias personas que estuvieron en Los Roques, incluida una presunta madam de prostitutas caras, tras irrumpir en una fiesta que llevaba varios días en una casa de un barrio exclusivo de Caracas. Las autoridades hallaron un revólver, pastillas de éxtasis y ocho mujeres que pertenecerían a una banda de prostitución, de acuerdo con el informe policial.

De los 18 arrestados por violar la prohibición de Maduro de reuniones grandes, a dos se les encontró el virus, según la policía.

El escándalo enfurece a los residentes del barrio pobre de Petare en Caracas. Miguel Rengifo, quien conduce una moto-taxi, dijo que le irritan las noticias de que los ricos están de fiesta mientras el país debe obedecer las órdenes de encierro.

“Necesitamos comer, pero ellos no. Lo que piensan es beber, levantar mujeres y no piensan en los demás”, se quejó. “Aquí estamos en pie de lucha, trabajando”.


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