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sábado, 2 de mayo de 2020

Una cuarentena con adolescentes por @cecodap @fernanpereirav



Por Fernando Pereira


“Él antes no era así. Desde que cumplió los 12 años pareciera que se le metió un espíritu malo adentro. ¿Qué fue lo que pasó?”. Ese es el comentario recurrente de las madres y padres en las actividades que realizamos. Inevitablemente nos viene a la mente la sentencia de Anna Freud, para aumentar la intranquilidad de los padres: “Es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo anormal en la adolescencia. En términos generales, debe considerarse a toda la conmoción de este período de la vida como normal y a la presencia de un equilibrio estable como anormal”.

La adolescencia suele estar muy abandonada. La persona es vista como el niño que dejó atrás o el adulto que todavía no es.  El adolescente vive el duelo de dejar atrás el niño que fue, con todo lo que ello  implica. Las familias también viven el duelo, ven partir el niño que va transformando su cuerpo y con él sus  intereses y prioridades afectivas.

Entre la inmadurez del niño y la madurez del adulto se encuentra la adolescencia. Una etapa del desarrollo que muchas familias y docentes sienten que hay que soportar y no disfrutar. O que es necesario enfrentar, pero no compartir. 

Excluidos en la cuarentena

Los adolescentes son un grupo etario expuesto a factores de riesgo (embarazo, adicciones, violencia, etc.) y a pesar de ello están excluidos en los planes, presupuestos y políticas públicas.

Compartir el momento inédito que vivimos con adolescentes en casa puede ser un reto para muchas familias. Si hay niños pequeños, la atención puede centrarse en ellos para atender y responder a sus temores. Los mensajes en medios y redes sociales apuntan a niños, adultos mayores y grupos vulnerables.

Se puede pensar que los adolescentes “ya están grandes” y deben resolver. Detrás de una actitud taciturna, de silencio, encerrarse en su cuarto se puede ocultar un profundo miedo o confusión al no poder manejar la incertidumbre.

En otros casos hay que lidiar con su invulnerabilidad: “A mí no me va a pasar nada”, dicen. Pueden ser temerarios. Es una etapa para sentirse “blindados”. Todo lo malo le pasa a otros que son tontos. Se convierte en un reto poder lidiar con las restricciones para salir, guardar la distancia social y las previsiones sanitarias del momento.


Al igual que los adultos no hay “un adolescente” y hay diferentes formas de vivir el momento actual y de gestionar el estrés, duelos y la ansiedad que genera por lo que hay que insistir en algunas recomendaciones específicas para esa población. En ese sentido, realicé una adecuación de las formuladas por el Ministerio de la Salud de Chile:

Escúchelos y valide sus emociones. Expresarles que es normal que extrañen a sus compañeros, se sientan aburridos, puedan sentir rabia, tristeza por la incertidumbre que genera su futuro inmediato (aprobación del año escolar, fiestas de fin de curso, graduación, ingreso a la educación superior). 

Evite su exposición a noticias y redes sociales. La mayoría de la información que circula no está pensada para este público. 

Considere que este tiempo también es de estrés para ellos. Sea paciente, acoja sus reacciones o mayor demanda de atención. 

Hay quienes expresarán directamente sus preocupaciones, pero también lo podrán hacer a través de dificultades para dormir, dolores de cabeza o de estómago, enojo, o miedo a estar solos. Lo importante es acoger con calma estas reacciones y transmitirles tranquilidad y seguridad. 

En la medida que puedan expresar y comunicar sus preocupaciones en un ambiente cálido y de confianza, podrán sentirse aliviados. 

Intente mantener las rutinas y actividades cotidianas dentro de lo que las medidas de prevención lo permitan, especialmente las de juego y movimiento. Las rutinas también transmiten seguridad. Una buena idea es hacer en familia un panel con actividades individuales y compartidas. 

No les sobre-exija con el cumplimiento de las tareas escolares. Mantenga horarios acotados que se alternen con otras actividades. 

Si se encuentran separados de los padres que migraron o están en otro lugar,  asegúrese que estén en contacto permanente con ellos (mediante teléfono o redes sociales). 

Organicen en conjunto la distribución de tareas domésticas. Si esto es novedad para él o ella, comience por las que le sean más fáciles o de más agrado. Facilitará el sentido de pertenencia y de utilidad en la familia, en la medida que se entienda como algo justo y que beneficia a todos.

30-04-20




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