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viernes, 5 de junio de 2020

¿Aprenderemos algún día?, por @cjaimesb




Carolina Jaimes Branger 04 de junio de 2020
@cjaimesb

Que el régimen haya tenido que negociar con Guaidó la entrada de la ayuda humanitaria, luego de que el año pasado hizo todo para que no entrara, es una muestra de debilidad de ellos, no nuestra

o que más ha dañado a quienes nos oponemos al régimen chavista madurista en Venezuela, han sido los egos sobredimensionados de algunos de nuestros líderes. El régimen, bien asesorado por el G2 cubano –que no en balde lleva 62 años instalado en el poder- ha logrado aprovecharse de esa situación para romper nuestra unidad de todas las maneras posibles. Ellos saben que la unidad los perjudica, pero nosotros, pareciera que no. Y han logrado destruirla, a punta de comprar gente, crear campañas de desinformación, mentiras, amenazando, apresando, torturando, asesinando.

La campaña en contra del presidente Guaidó ha sido implacable. Han tratado de destruirlo como sea. Le han construido cientos de historias falsas, que insólitamente mucha gente cree. Yo digo como Héctor Manrique: “al régimen no le creo nada”. Pero por desgracia les ha resultado y han tenido coro dentro de la oposición. Guaidó ha ido decreciendo en popularidad, a medida que Maduro gana tiempo, que es lo que necesita. Guaidó, sin que me quede duda, es un héroe. Posee las gónadas que muchos no tienen. Han detenido a sus colaboradores más cercanos, hasta con sus familias. Detuvieron a su tío. No sabe cuándo decidirán echarle el guante –no se han atrevido, pero eso no significa que no se vayan a atrever- y sigue ahí, cumpliendo el compromiso que adquirió con Venezuela el 23 de enero del año pasado. Su familia entera está en riesgo. Hasta su propia vida. Y sigue.

Claro que se han cometido errores. Todos lo hacemos. Pero los errores de Guaidó, para muchos opositores venezolanos, parecen imperdonables. No así los de Maduro. No sé si será que para decirle a Maduro las cosas de frente no tienen el guáramo, pero a Guaidó sí le dicen hasta del mal que se va a morir. Le critican todo, no le perdonan nada. Sin menospreciar el derecho que todos tenemos de opinar, antes de volver a criticarlo deberían preguntarse qué han hecho ellos para y por la libertad de Venezuela.

Yo les pregunto: ¿qué hacemos sin Guaidó?… ¿quién lo va a sustituir, que lo reconozca y lo apoye la comunidad internacional? Probablemente habrá unos cuantos cuyos egos les indiquen que ellos son los ungidos. Pero la cosa no es tan simple. Porque manejar imprevistos es lo más difícil de toda esta historia.

Cuando Guaidó ofreció que la ayuda humanitaria entraría “porque sí”, tal vez no se imaginó que el régimen sería capaz de detenerla a punta de tanques y metralla. Ni él, ni sus colaboradores, ni quienes de otros países enviaron containers llenos de todo lo que el pueblo venezolano necesitaba. A ninguno le pasó por la cabeza que el régimen sería tan miserable que impediría por todas las formas posibles que la ayuda entrara. Mientras Guaidó y su grupo estaban pensando en la gente, al régimen sólo le importaba salvar su pellejo y demostrar que era el dueño de la fuerza bruta. Ya sobradas muestras nos han dado de que no sienten ni tienen piedad por nadie. Si tienen que inmolar a sus madres, lo harán para salvarse ellos. Allí también hubo otra circunstancia sobrevenida, la aparición de los corruptos que hicieron negocio con parte de la ayuda que logró entrar. Creo que Guaidó ha debido ser más firme señalándolos, pero eso no es razón para dejar de confiar en él.

Hay otro factor a tomar en cuenta y es que en el régimen son muy malos. Y no solamente malos por hacer las cosas mal, sino que, además, casi todo lo que es en esencia malo, les sale bien. Son malos de maldad. Son capaces de cualquier cosa. Mucho más ahora que las salidas se les van cerrando. Tienen que asirse del poder con todas las herramientas que poseen. Ya vimos una pequeña muestra, cuando una jueza del horror dictó auto de detención contra un discapacitado que ni siquiera estaba protestando, hace dos semanas en El Tocuyo, Estado Lara. Ése es un mensaje subliminal, pero efectivo: “si me atrevo a poner presa a una persona indefensa, a ti que estás bien te vuelvo trizas”.

Otro aspecto es que toda estrategia inicial debe irse ajustando en el camino, dependiendo de los resultados que se vayan obteniendo. Como en un juego de ajedrez, donde se puede tener una idea de qué se va a hacer, pero la siguiente jugada siempre dependerá de lo que haga el contrincante. Pero la gente le sigue exigiendo a Guaidó que se atenga a la promesa inicial de “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Ésa en sí misma no es una estrategia. Es una especie de mantra, que incluso, puede darse en otro orden. Y cuando algo no funciona, hay que cambiar de estrategia. Y si la estrategia incluye negociar ¡hay que negociar! John Magdaleno tiene un estudio completo de las transiciones a la democracia en muchos países del mundo, y la mayoría se han dado por negociaciones. Pero hablar de negociación en Venezuela es anatema. Es que lo tilden a uno de vendido al madurismo. Y yo insisto: si esta gente no encuentra una circunstancia que a ellos les parezca que les permitirá estar mejor de como están ahora, nunca van a salir. La idea consiste en otorgarles lo menos que nos cueste, a cambio de que, al hacer el otorgamiento, ellos piensen “no es lo que yo quería, pero es mejor que continuar con esta lucha de seguir aferrados al poder”. No son concesiones, sino situaciones de hecho.

Intuyo que éste sería el mejor momento, porque el precio que puso los Estados Unidos por la captura de varios de los altos jerarcas, no es tontería. Y eso podría ser parte ya de una negociación. Ellos, aunque lo disimulen, deben estar desesperados. Maduro ya no debe dormir “como un bebé”. Lo imagino como Chávez en sus últimos días, lleno de químicos para dormirlo, para despertarlo, para tranquilizarlo, para activarlo. Pero hay grupos dentro de la oposición que insisten en la invasión, como si Guaidó fuera el jefe de los ejércitos extranjeros. Tampoco les consta que no lo haya pedido y que le hayan respondido que antes se buscaran otras soluciones menos violentas y traumáticas, aunque, como se ha dicho, “todas las opciones sigan sobre la mesa”. Y “todas” son “todas”. Otros insisten en que invoque el TIAR. Cuando Guaidó invoque el TIAR, será porque está seguro de que los países miembros van a responder. Esas decisiones pasan por los congresos de los gobiernos. Si Guaidó invocara el TIAR y no pasara nada, sería tremendo fiasco. El coronavirus empeora las cosas en estos momentos. Venezuela no es primera, ni segunda, ni tercera opción para ningún país y de eso se aprovecha el madurismo.

Sin embargo, las sanciones están surtiendo efecto, aunque no lo parezca. Que el régimen haya tenido que negociar con Guaidó la entrada de la ayuda humanitaria, luego de que el año pasado hizo todo para que no entrara, es una muestra de debilidad de ellos, no nuestra. Es un reconocimiento a Guaidó como interlocutor válido. Pero no, aquí hay opositores que acusan a Guaidó de entreguista. Me gustaría verlos en su pellejo. De hecho, creo que el que se haya ordenado la casa por cárcel para su tío es una estrategia para que la gente piense que Guaidó negoció eso, a cambio de dejar entrar la ayuda humanitaria. “Se vendió”, ya están diciendo. Injusto de toda injusticia.

La sinceración –exagerada, abrupta, improvisada, desordenada- de los precios de la gasolina, es otra muestra de debilidad del régimen y también es producto de las sanciones. Maduro no tuvo otra alternativa y tendrá que sufrir las consecuencias de haber quebrado PDVSA, de haber culminado con “éxito” la destrucción del país que inició Chávez. Ahora la gente no protesta tanto –aunque sigue habiendo protestas- porque el coronavirus le cayó providencialmente al régimen. Pero el coronavirus no va a durar toda la vida y aquí la crisis tiene dimensiones ciclópeas. La historia de ellos es que todo es culpa de las sanciones. Todavía hay quienes se lo creen, pero la realidad les caerá encima más temprano que tarde. Y tendrán que reconocer que la destrucción sistematizada del aparato productivo del país es obra única y exclusiva del chavismo.

Yo sigo creyendo y apoyando a Juan Guaidó, no sólo porque pienso que es nuestra única posibilidad real de salir de esto, sino porque ha dado sobradas muestras de ser coherente, valiente y está resteado con lo que se ha propuesto. Nunca en Venezuela hemos visto a un político tan valiente e ingenioso, que haya tomado iniciativas y haya diseñado y ejecutado tan exitosamente acciones en las narices del régimen. Todo lo demás son fantasías, suposiciones, deseos, ideas… y malasangre.

Recuerden el fiasco de abril de 2002. Habíamos salido de Chávez a un costo relativamente bajo y los egos y las pésimas decisiones de un grupete lo trajeron de vuelta. ¿Aprenderemos algún día?…

Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb

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