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lunes, 8 de junio de 2020

Del primer al último barril de gasolina por @goyosalazar



Por Gregorio Salazar


A la distancia su metálica estructura podía parecer tres gigantescos embudos o confundirse con tres silos de regular tamaño, pero más allá de su sencilla apariencia la Refinería de San Lorenzo, la primera construida en Venezuela, era para su época de lo más moderno en tecnología del petróleo.

La muy bien documentada historia de nuestra industria petrolera señala que la Caribbean Pertróleum Company terminó su instalación a finales de 1916 y la puso a operar plenamente el 17 de agosto de 1917. Bombeaba petróleo a vapor, que procesaba a razón unos dos mil barriles diarios, capacidad que elevó mediante ampliaciones a 10 MBD en 1926 y a 38 MBD en 1938. El crudo refinado era transportado por una vía férrea de 15 kilómetros hasta el terminal de Mene Grande, desde donde se enviaba al exterior.

En el transcurso de un año la refinería de San Lorenzo comenzó a producir gasolina y en esa etapa proveyó el reducido mercado interno. Un dato anecdótico, de esos que pueden permanecen perdidos para siempre en el océano de papel amarillento de las hemerotecas, da cuenta que los señores de la Petróleum decidieron enviarle al amo del poder en Venezuela una muestra de su producto. Lo contrario hubiera sido obviamente una descortesía de mucha inconveniencia empresarial.

Así, en junio del 1918, El Nuevo Diario publicaba la noticia, replicada luego en los periódicos del interior (Panorama, 6-6-1918), de que en esos días Gómez había recibido desde el remoto San Lorenzo, en la orilla occidental del Lago de Maracaibo, un tambor de gasolina. La empresa, según la nota, admitía inversiones por 18 millones de bolívares.

De modo que el dictador palpó, se mojó los dedos, olió aquel destilado, pero antes había olfateado mejor, y con él su familia y sus amigos, que el nuevo negocio iba a ser más lucrativo que todas las vacas y sembradíos habidos en toda la historia de Venezuela. Al fin, también, iban a cuadrar las cuentas. El régimen, y desde luego los venezolanos, nos habíamos sacado el premio gordo de una lotería que no necesariamente tenía que ser maldita, aunque la historia parece indicar que incomprensible y dolorosamente así lo ha sido.


En pocas décadas la industria petrolera creció a niveles exponenciales en toda la amplia gama posible de sus actividades, incluida por supuesto la producción de gasolina. Si algún sitial teníamos en el mundo cuando Chávez llegó al poder era el de ser una de las grandes potencias petroleras. A propósito del catastrófico derrumbe de Pdvsa precipitado en dos décadas de chavismo, se ha recordado que la capacidad instalada de las cinco principales refinerías nacionales daba para producir 1 millón 100 mil barriles diarios. Pero si ese dato no fuera suficientemente revelador tómese en cuenta que entre 1975 y 1982 se fugaban hacia Colombia 300 mil litros por día. Y nunca oímos decir que eso fuera causa de escasez de combustible en Venezuela.

Con la misma estúpida fatuidad con la que Chávez fanfarroneaba de tener en los puertos una fila de barcos argentinos llenos de alimentos importados, al tiempo que condenaba a muerte la producción agrícola y pecuaria en un país con todos los elementos para potenciarla, el régimen celebra ruidosamente la llegada de tanqueros iraníes con gasolina. Sólo faltó declarar un día de júbilo y la consabida retreta de cohetes.

Pues sí, después de más cien años de una poderosa industria petrolera estamos importando gasolina. Por las redes hay quien ha visto semejante desgracia como el que Escocia tuviera que importar whisky o España aceite de oliva y jamones serranos. Detrás de la celebración es fácil imaginarse el corre corre en artículo mortis para ver cómo reactivan algunas de las plantas gasolineras de un país paralizado.

La primera semana de “distribución” ha llevado a la frustrada ciudadanía, otra vez, al borde de la histeria. Escenas denigrantes: en medio de una situación de pandemia, los usuarios son obligados a una espera de más de doce o quince horas, como mínimo, para recibir 30 litros de gasolina, en filas interminables expuestas al hampa y a la intemperie, reyertas, detenciones, censuras y detenciones de periodistas, para regresar finalmente la mayorías de ellos sin una gota de combustible a sus hogares donde usualmente falta comida, agua, gas y electricidad.

¿Qué más quieren, señores del régimen? ¿Qué más les queda por destruir? ¿Qué más les falta para disfrutar lo mal habido bajo el ala protectora de sus cómplices cubanos? ¿No está bueno de fracasos y de ensañamientos? ¿Qué tal si, al fin, se deciden a dejar que los venezolanos reconstruyamos en paz a esta atribulada Venezuela que ustedes han convertido en un mantel de cenizas?

07-06-20





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