JUAN PABLO II 12 de septiembre de 2020
Es
mucho el tiempo que llevamos confinados. Quizás, para la mayoría, lo más duro
de esta pandemia ha sido tener que afrontar el dolor en soledad, no poder
“sentir” el consuelo de otros ante las situaciones difíciles que sobrellevamos.
Ahora, el cariño y la cercanía ni siquiera se pueden manifestar con un buen
apretón de manos o un abrazo, hay que conformarse con ojos que sonríen sobre la
mascarilla o codos que se chocan.
Esta nueva normalidad parece haber
llegado para quedarse, al menos por un buen tiempo o hasta que se encuentre la
vacuna. Pero, ¿cómo vacunarme contra otros virus que nos asechan en tiempo de
cuarentena? ¿Cómo protegernos frente a la indiferencia, el egoísmo que pueden
alojarse en la nueva rutina y elegir darme a los demás aunque
cuide el distanciamiento social?
No encontré mejor persona a la que plantearle mis
dudas, que aquel que ha merecido el apelativo del Papa Amigo, que mantuvo
activa la imaginación de la caridad aún en tiempos de guerra,
siendo víctima de traiciones o en medio de la clandestinidad.
Santo Padre, ¿Cómo vivir la verdadera amistad en una
época en la que hay mucha conexión pero poco contacto real? ¿Cómo descubro al
verdadero amigo que se entrega al 100%?
En una ocasión el periodista Tad Szulc vino a verme.
Quería escribir mi biografía. Entonces le dije que una biografía tiene
que ser algo más que una retahíla de fechas, acontecimientos y citas… Tiene que
llegar a lo que en polaco llamamos ‘el corazón del hombre’, a su alma, a sus
pensamientos íntimos[1]. Eso es lo que conocen los verdaderos
amigos.
El 27 de Octubre de 1995, nos reunimos varios hermanos
sacerdotes y en aquel ambiente festivo[2], muchos de ellos, yo también, brindé el
testimonio de mi vocación sacerdotal. Les conté la verdadera historia de mi
vida, la historia de mi amor de amistad con Jesús, el gran Amigo.
Las palabras que pronuncié en aquella circunstancia
tuvieron un eco muy grande. Más
adelante me pidieron que volviera a tratar, de un modo más amplio, el
tema de mi vocación, con ocasión del Jubileo sacerdotal. Y escribí el
libro “Don y Misterio”.
En ese texto, todo lo que digo (...) pertenece
a mis raíces más profundas, a mi experiencia más íntima. Lo recuerdo ante todo
para dar gracias al Señor (…). Lo ofrezco a los sacerdotes y al pueblo de Dios
como testimonio de amor. Ahí, los nombres de muchos de mis mejores
amigos se suceden unos a otros en una sinfonía de voces que podría reconocer
siempre. Ecos de aquella voz primigenia con la que Dios llama a cada hombre,
desde el principio: “¿Dónde estás?”[3], a un amor de amistad[4].
Sé bien que El hombre no puede vivir sin amor.
(...), su vida está privada de sentido si no se le revela el amor[5]. Ten la seguridad: Jesús Vivo,
cuenta contigo hoy. Desde la calidez generosa y franca de una verdadera amistad
invita, a esos amigos tuyos, quizá decepcionados a ¡No [tener] miedo
de acoger a Cristo y de aceptar su potestad![6] Diles, desde la ascendencia de la
intimidad: “Permite al Señor, que te hable en el silencio de tu corazón, porque ¡Sólo
Él tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!” Te volverá a llenar
de alegría el milagro de la resurrección.
¿Me puede dar un consejo de amigo para saber cuál es
la mejor actitud para afrontar esta pandemia?
Crecí en una Polonia que se debatía entre la esperanza
y la angustia. La esperanza que infundió la recuperación de nuestra
independencia, finalizada la Primera Guerra Mundial, se vio de nuevo asaltada
por la angustia de otra guerra. En 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial[7]. Esto cambió de modo radical la
marcha de mi vida; [nuestros profesores] intentaron comenzar de todos modos el
nuevo año académico, pero el 6 de noviembre (...) las autoridades alemanas
convocaron a todos los profesores a una asamblea que acabó con la deportación
de aquellos respetables hombres de ciencia, al campo de concentración de
Sachsenhausen[8].
Comparto contigo estos recuerdos para mostrarte
que la historia de la humanidad es una trama de la coexistencia entre
el bien y el mal [que] crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana.
Después de la caída de los sistemas totalitarios, las sociedades se sintieron
libres, pero casi simultáneamente surgió un problema de fondo: el del uso de la
libertad (…) [asistimos al desarrollo] de una civilización que, aunque no sea
atea por sistema, es ciertamente positivista y agnóstica, puesto que se inspira
en el principio de que se debe pensar y actuar como si Dios no existiera[9] (...) [ésta será siempre la terrible
amenaza de nuestra autodestrucción].
Por eso te invito a volver, sin miedo, a Aquél que es
“Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6). Para saber cuál debe ser tu actitud ahora, y
después, cuando nuevas angustias te sobrevengan, busca siempre al Amigo que no
defrauda y pregúntale en la intimidad de tu corazón: ¿Qué hacemos? ¿Hacia
dónde sigue nuestro camino? Y lánzate… Mar adentro[10](Lc 5,4).
[1] “La biografía de Juan Pablo II por Tad Szule”,
Yago de la Cierva, 1 de noviembre de 1995. https://www.aceprensa.com/religion/la-biograf-a-de...
[2] Don y Misterio, SS Juan Pablo II. Vatican. Va,1996. http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/books/documents/hf_jp-ii_books_19960301_dono-e-mistero.pdf. Las siguientes
palabras de SS Juan Pablo II están tomadas del mismo texto referido: Don
y Misterio.
[3] Gn 3,8-9. Cfr también Karol
Wojtyla El taller del Orfebre.Meditación sobre el sacramento del
matrimonio expresada a veces en forma de drama.Biblioteca de Autores
Cristianos.Madrid. 1980. (Traducido del polaco por Ana Rodón Klemensiewizc).
Cfr, Manuel Peña Muñoz,”El taller del Orfebre. Una obra escrita por el
papa”.http://www2.escuelascatolicas.es/pastoral/BibliotecadeRecursosPastoral/Eltallerdelorfebre.pdf
[4] “Os he llamado amigos (I): ¿Dios tiene amigos?”
enhttps://www.opusdei.org/es/document/os-he-llamado-...
[6] SS Juan Pablo II. Homilía del comienzo de su
pontificado, 22 de octubre de 1978. http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homi...
[7]Cfr Carta del papa emérito Benedicto XVI en el
Centenario de San Juan Pablo II.www.romereports.com/2020/05/15/carta-completa-de-b...
[9] Sobre este tema central que la Ética tuvo, tanto
en el pensamiento como en el ministerio petrino de SS Juan Pablo II, quisiera
señalar que la lectura de la carta que Benedicto XVI acaba de escribir para
celebrar su centenario me ha parecido particularmente iluminadora
[10] Juan Pablo II, Carta apostólica, Novo
Millennio Ineunte. Al Episcopado, al Clero y a los Fieles. Al concluir
el Gran Jubileo del año 2000.
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