Benigno Alarcón 09 de noviembre de 2020
@benalarcon
Mientras
las elección en los Estados Unidos, con el triunfo final de Joe Biden, agudiza
las angustias y la desesperanza de muchos, que veían en Trump la última
esperanza para Venezuela, nosotros seguimos avanzando hacia una elección
parlamentaria cuestionada, dentro y fuera del país, y en la que la gran
ganadora será la abstención, abonando a un conflicto al que podría sumarse la
base social del chavismo, en la que el descontento va creciendo con un mayor
protagonismo en movilizaciones contra el régimen, lo que abre posibilidades
para que el liderazgo de este sector y el de la oposición se encuentren en
áreas existenciales y de interés común, como lo son la defensa de la
Constitución y el derecho a participar democráticamente
La polarización sobre las elecciones en los Estados
Unidos
El pasado sábado, tras la adjudicación del estado de
Pennsylvania al candidato demócrata, Joe Biden, se puso fin a cuatro días de
agonía que iniciaron la noche del martes cuando comenzaron a mostrarse los
resultados del proceso electoral en varios estados, que evidenciaban un
resultado, que por lo cerrado, era opuesto a la casi totalidad de las
encuestas que no consideraban la reelección como un escenario probable.
En la medida que comenzaron a contarse los votos
enviados por correo, lo cual es totalmente válido en los Estados Unidos, y que
este año representaron dos tercios del total como consecuencia de la pandemia,
los resultados comenzaron a parecerse más a las predicciones, y Trump empezó a
perder terreno para terminar con el resultado que ya todos conocemos.
Al tiempo que la noticia sobre el resultado de
Pennsylvania se difundía, los demócratas comenzaban a celebrar, el liderazgo
republicano comenzaba a reconocer, progresivamente, el resultado, los líderes
del mundo libre, incluido Guaidó, hacían llegar sus felicitaciones al
Presidente número 46, y la gente salía a las calles de los Estados Unidos, no
para confrontarse, como muchos anunciaban, sino para celebrar el triunfo, no
solo de Biden, sino de la democracia, en escenas que todos queremos algún día
replicar en las calles de Venezuela.
Toca a nosotros, los venezolanos, aceptar la realidad,
dar las gracias al gobierno de Trump por su apoyo y por los intentos,
independientemente de sus aciertos, errores, resultados o falta de ellos, y no
permitir que la elección de los Estados Unidos, en la que no somos nosotros
quienes elegimos, se convierta en un nuevo tema para dividirnos. Toca a los
venezolanos entender que la democracia en Venezuela es para los Estados Unidos
un asunto de Estado, en el que hay consenso entre demócratas y republicanos,
entender que el partido de presidentes como Woodrow Wilson, Truman, Roosevelt,
Kennedy, Clinton, Obama, no es un partido comunista, dejar a un lado los
prejuicios sobre Biden, y darle la oportunidad al nuevo gobierno de demostrar
que tan importante será Venezuela en su agenda, y trabajar para que si hay
cambios de estrategia, que seguramente los habrá, sean para superar los
errores, mejorar resultados, y materializar el cambio democrático, por el que
tanto hemos luchado, lo más pronto posible.
La polarización entre quienes se oponen a Maduro
Tras la muerte de Chávez y el ascenso de Maduro a la
presidencia en 2013, ha ocurrido un progresivo deslave de las bases del
chavismo que, sin pasar al otro extremo, o sea a la oposición, no sólo han
abandonado su compromiso con la élite gubernamental, sino que comienzan a
adversarla de manera cada vez más evidente.
En la medida que este distanciamiento va creciendo, en
diversos círculos se ha venido evaluando la posibilidad de que se establezcan
puentes entre los liderazgos de la oposición y del chavismo disidente, tomando
en consideración intereses comunes como la defensa de la democracia y la
Constitución, sin lo cual nadie opuesto al régimen tendrá existencia política.
Para el próximo año es muy posible que aumenten los
niveles de represión como consecuencia de un incremento en la movilización y
las protestas, al tiempo que se agudiza el deterioro de la situación social y
económica. Ello implica una oportunidad para intentar acercamientos entre estos
sectores, considerando que muchas de las protestas que en los meses recientes
se han desarrollado en el interior del país, han sido acompañadas por
dirigentes que en otras épocas militaban en el oficialismo, pero del cual se
han ido alejando.
Esto obliga mutuamente, tanto a la oposición como al
chavismo disidente, a considerar la necesidad de tender puentes, sin que la primera
busque liderarlo, pues resulta poco probable por las enormes brechas
discursivas que existen entre este sector y la oposición. Podría tener mayor
factibilidad si se abren caminos a la coordinación en aquellas áreas donde
existen zonas de acuerdo posible, como pueden ser la defensa de la Constitución
vigente y la democratización del sistema, que es una aspiración común, ya que
ambos grupos buscan que se garantice el derecho a elegir, organizarse y ser
elegido. También hay posibilidades de coordinación para la movilización
ciudadana y las protestas relacionadas con este objetivo y/o por las
condiciones de vida, así como para resistir y aumentar los costos de la
represión para un régimen que también irá contra ellos en la medida que se
vuelve más cerrado y autocrático.
Uno de los elementos clave que requiere ser abordado
es la incertidumbre que existe en las bases populares del chavismo descontento
sobre lo que podría ocurrir si se produce un cambio político que lleve a la
oposición al gobierno. Estas dudas se generan por miedo a la retaliación, a la
exclusión. Y se derivan de los discursos agresivos de algunos opositores
que niegan cualquier posibilidad de reconciliación o convivencia y que se
propagan a través de canales como las redes sociales, desde donde se contribuye
a exaltar estos temores.
También debe considerarse el impacto de la narrativa
que establece una división entre quienes están con el imperio, catalogados como
enemigos, y los que se mantienen como aliados, dentro y fuera del país. Este
paradigma o modelo no sólo explica la posición del régimen frente al mundo,
sino la naturaleza de la oposición desde la óptica del chavismo, incluido el
disidente, que ven a la oposición, no como un liderazgo alternativo y
democrático, y por lo tanto elegible para gobernar, sino como actores
subordinados a intereses foráneos, y por lo tanto no comprometidos con los
intereses nacionales y las necesidades del pueblo venezolano.
Una de las mayores limitaciones que tiene la
dirigencia disidente chavista -y con mayor razón la opositora-para incidir en
las bases del chavismo descontento está en la poca disponibilidad de canales de
comunicación e información. Por lo general este sector continúa informándose
por los medios oficiales, como Venezolana de Televisión. Esto explica el hecho
de que este sector del chavismo, a pesar de sus marcadas diferencias con la
cúpula gubernamental en general, y con Maduro en particular, no crea en el
déficit de democracia, así como tampoco pareciera enterarse de temas tan
trascendentales como los informes sobre derechos humanos de las Naciones
Unidas.
No obstante, las redes que ha ido creando el chavismo
disidente les ha permitido impactar en la movilización sobre asuntos que tocan
directamente a la gente. Las recientes protestas en algunas regiones del país
que, por su tendencia mayoritariamente oficialista, resultaron inéditas, como
las de Yaracuy y Portuguesa, así como las del centro de Caracas (La
Candelaria), asociadas a la deficiencia de los servicios públicos; fueron
lideradas por estas redes del chavismo disidente, lo cual hizo que su represión
fuese complicada y políticamente costosa, considerando la negativa tanto de
colectivos armados como de policías locales a reprimir.
El gobierno, al tanto de esta dinámica y consciente de
la alta probabilidad de que la conflictividad social aumente como consecuencia
del deterioro de la situación económica y social, está reorganizando a una
porción escogida de estos colectivos, en lo que se conoce como las CUPAZ
(Cuadrillas de Paz) que, en contradicción a su denominación, son mucho más
violentas, lo que implica una dinámica de control social, represión y violencia
de pueblo contra pueblo. Es así como la relación y el control del régimen sobre
las bases sociales se da no solo a través de la relación clientelar, sino
además por el miedo.
Tanto para la oposición como para el liderazgo del
chavismo que se hace llamar democrático y pretenda trascender y existir tras
una transición democrática, resulta urgente desmontar los temores relacionados
con posibles retaliaciones, persecución y exclusión como consecuencias de un
cambio político. Pese a este problema, desde hace tiempo identificado, el
liderazgo opositor no le habla al chavismo, sea madurista o antimadurista,
lo que hace mucho más difícil avanzar hacia una transición democrática.
Pavimentar este puente roto es uno de esos asuntos urgentes que debe atenderse
desde la agenda estratégica del chavismo disidente y de la oposición, pero no
solo a nivel de los liderazgos visibles, sino desde el diálogo social que
sucede en cada calle, escuela, universidad, mercado, iglesia, comunidad o
rincón del país.
Tomado de: https://politikaucab.net/2020/11/09/el-puente-roto-entre-el-chavismo-disidente-y-la-oposicion/
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