Trino Márquez 18 de diciembre de 2020
@trinomarquezc
La
consulta popular realizada entre el 7 y el 12 de diciembre, concebida como
respuesta política a la farsa del 6 de diciembre, fue un éxito, a pesar de
todos los obstáculos que debió sortear. El llamado hubo que organizarlo en la
semiclandestinidad. Fue invisibilizado por el régimen, que prohibió difundir
propaganda a través de los medios radioeléctricos; en los numerosos medios
informativos que controla, el evento jamás se mencionó; las emisoras de radio y
televisión privadas, por miedo a sanciones, eludieron referirse de forma
taxativa a la convocatoria: jamás invitaron a sus promotores para que
explicaran los detalles y alcances de esa forma de protesta.
Para
Nicolás Maduro y su gente el suceso jamás existió. Este comportamiento del
oficialismo era esperable y explicable. Estamos en medio de un ambiente donde
la libertad de información se encuentra coartada, por el dominio que la claque
gobernante ejerce en la extensa red de medios públicos, y por el miedo y la
autocensura que ella provoca en el sector privado.
Lo que resulta más difícil de entender son las
barreras levantadas desde la misma oposición o, para ser más exactos, desde
algunos núcleos que dicen estar en contra del madurismo. Aquí la división fue
en dos toletes. La de los radicales y la de los cínicos. En el primer bando se
ubicaron quienes consideraron que la cita popular era insuficiente y blandengue
porque “ya sabemos qué opina la gente”, y, por lo tanto, “no es el momento de
consultar, sino de actuar”. Esa ala jamás dice qué se puede hacer en las condiciones
actuales del país: con partidos intervenidos, dirigentes políticos perseguidos,
exiliados e inhabilitados, sin sindicatos ni gremios, con el movimiento
estudiantil desmovilizado y el estamento militar penetrado hasta la médula por
el G2 cubano, los rusos y los iraníes.
Las voces más audaces de esa facción insisten en
proponer la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR), fórmula desechada hasta el cansancio por los gobiernos amigos de la
democracia. La otra ala es más aviesa. Se burló de la consulta con sorna. La
descalificó como ‘vapores de la fantasía’, según habría dicho Andrés Eloy
Blanco. Hizo guasa con los promotores de la iniciativa.
Fue esa la fracción que propuso ir a las elecciones
del 6D y solo logró atraer a 5% del electorado, aunque la presión del régimen
se desbordó para que la gente fuera a votar, independientemente de por quién lo
hiciera. Pero, las amenazas, el chantaje, las promesas y el gasto millonario en
publicidad no fueron suficientes para imantar al electorado. El no madurismo
burlón –de ese modo podría calificarse, pues cuesta llamarlos opositores- no se
plantea una autocrítica de por qué su propuesta política –acudir a las urnas
electorales– fue desatendida. La culpa, dicen, es de quienes fomentaron la
abstención. ¿Y esto a cuenta de qué? Si su oferta hubiese sido tan buena, la
gente la habría asumido sin prestarles atención a los abstencionistas. Algo
atractivo no se rechaza aunque existan algunos desadaptados que se opongan.
Estas obvias reflexiones no entran en los radares de los burlones.
Esas fueron algunas de las trabas que la consulta tuvo
que vencer, además del escepticismo de una población que lleva más de dos
décadas padeciendo la incompetencia, el autoritarismo y la corrupción del
régimen procubano. Una vez concluida la protesta pacífica, que logró convocar
el
doble de electores que el PSUV, sus detractores no se apaciguaron. Se parecen a
Donald Trump. Inventaron que las cifras señaladas por el comité organizador no
eran confiables puesto que no eran verificables. La agencia de noticias EFE fue
todavía más lejos.
Señaló que la consulta adolecía de una falla esencial:
no había contado con la presencia de observadores internacionales. Pero, ¡en
qué mundo vive esta gente! De cuál país con tradición democrática –todos en
contra de Maduro- podían venir tales observadores, si para ingresar a Venezuela
se requiere el permiso de las autoridades oficiales. ¿Iban a conceder esa
autorización, si ni siquiera habían permitido difundir propaganda en torno al
evento? En nombre del ‘periodismo objetivo’ se leyeron y oyeron unos disparates
insólitos.
A algunos sectores les cuesta entender que dentro de
las condiciones objetivas existentes –el cerco del régimen y la debilidad
intrínseca de la oposición- la manifestación de resistencia y protesta que se
dio el 12 de diciembre y los días previos, fue extraordinaria. Quedó claro el
rechazó al adefesio del 6D; se evidenció que la gente desea una salida
pacífica, democrática y electoral a la crisis; se hizo patente que el liderazgo
más influyente dentro de la oposición es el aglutinado en torno a Juan Guaidó y
a la actual Asamblea Nacional; y se le envió un mensaje a la comunidad
internacional: los venezolanos no nos hemos rendido y esperamos contar con su
apoyo.
La ciudadanía cumplió su parte. Los líderes nacionales
e internacionales deben responder.
PD: Les deseo lo mejor durante 2021. Nos vemos el año
que viene.
Trino Márquez
@trinomarquezc
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