Por Redacción SIC
Recientemente, desde
esta publicación, nuestro llamado ha sido a avanzar con esperanza; así lo hemos
expresado y así lo creemos, por más difícil y adverso que luzca todo.
Pero para que haya
esperanza es necesaria la claridad y la conciencia.
Decía C.S. Lewis que
“[…] hay esperanza, cuando nos enfrentamos sin prejuicios a un problema sin
solucionar. Sin embargo, no hay esperanza si actuamos como si el problema no
existiese”.
No se trata pues de
pretender simplemente pensar que las cosas están bien o van a estarlo, porque
queremos que estén bien. Las cosas están bien cuando están bien, no antes. Y
hoy en día en Venezuela las cosas no están bien y lo sabemos.
La esperanza
exige claridad y digámoslo con claridad: las cosas no están bien
cuando hay hambre en la gente, cuando los servicios básicos fallan, cuando los
sueldos no alcanzan, cuando el miedo inhibe las iniciativas.
Las cosas no están
bien, aunque en algunas pequeñas y particulares burbujas aparezcan productos,
se perciba movimiento y se intente cierta normalidad. Las cosas no
están bien cuando la indiferencia nos enceguece ante el sufrimiento del otro.
Lázaro y el rico Epulón nos lo hacen saber sin ambages. A aquel hombre no se le
acusa de ningún crimen específico ni de haber obtenido sus riquezas
injustamente. El problema no era su burbuja, sino haber ignorado que Lázaro
estaba a la puerta. Sin Lázaro a la puerta, su riqueza no tendría nada de malo,
podría ser inobjetable, pero una vez estando allí, lo que sí está mal es que
sea causa de sufrimiento y no se atienda al que sufra.
En Venezuela los
problemas están aquí a la puerta. Nos increpan a todos y nos llaman a
actuar en concreto, a pensar e implementar soluciones que permitan superar las
desigualdades que hacen indigna la vida de tantos.
Entre las disciplinas
deportivas existen las carreras de larga distancia –o largo aliento–,
entendidas estas como certámenes o competencias en las cuales los atletas
participantes entrenados para recorrer distancias extensas ponen a prueba sus
condiciones físicas y mentales, su resistencia, sus capacidades naturales y
también sus sueños, anhelos, empeños y convicciones, para llegar a la meta. Es
decir, en las carreras de largo aliento son necesarias tanto las aptitudes como
las actitudes. El corredor debe saber de dónde parte, por dónde se encuentra y
a dónde quiere llegar.
La imagen aplica
perfecto para el caso de nuestro país.
La esperanza también
demanda conciencia, y digámoslo entonces con toda conciencia. Desde SIC entendemos
que el país se encuentra atravesando una crisis de largo aliento que
nos afecta a todos y que no será superable de manera rápida ni sencilla. Es
crucial asumirlo así para poder salir de esta compleja realidad en la que
estamos inmersos. Requerimos comprender con honestidad en qué situación nos
encontramos y por ello ofrecemos e insistimos en la importancia del análisis
social, económico y político, en nuestro caso con una visión desde la fe
cristiana.
Proponemos un destino
al cual queremos llegar: un modelo de sociedad basado en los planteamientos del
pensamiento social de la Iglesia. Pero además necesitamos querer llegar a ese
destino con ánimos, con ilusión, con alegría y sin dejar a nadie atrás en el
intento.
¡Sí! Es un tema de
largo aliento que requerirá de todas nuestras fuerzas y que, por supuesto,
tomará tiempo. Quedarnos orillados no es opción. Regresarnos menos.
“Comienza haciendo lo
que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo
imposible.”, aconsejaba San Francisco de Asís.
Hagámosle caso.
09-03-21
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