Adelita Coriat 11 de noviembre de 2023
@adelasaltiel
Las historias que se narran en los
campamentos de migrantes, en Darién, son de terror, y aunque cada una cuenta su
particularidad, todas coinciden en que la selva se ha convertido en un
cementerio
Los
miles de migrantes que comienzan el viaje a pie por la selva de Darién, saben
que la muerte les acompaña hasta terminar el trayecto que les toma
aproximadamente cinco días.
“Todos
los muertos están regados por el tapón panameño”, asevera Carelis Garrido, una
mujer que sobrevivió al tramo más desafiante que ha hecho en su vida.
La muerte puede aparecer en un acantilado, al cruzar un río y desafiar la corriente, con la mordida de una víbora, en una fractura o en una deshidratación severa.
Son
las 7:00 de la mañana en Bajo Chiquito, el primer poblado del lado panameño que
encuentran los migrantes al salir de la selva, y entre la multitud estaba
Carelis Garrido, su pareja Luis Cordero y su hija Valentina de 10 años. Al ver
la cámara y la grabadora, con cierto tono de enojo Luis cuestiona: ¿por qué
usted no cuenta lo que está pasando?
De
nacionalidad venezolana, la familia se animó a hacer la travesía para huir de
la violencia de Ecuador, el primer país al que migraron. Ambos, con ansias de
contarlo todo, describen el cielo y el infierno en la misma ruta.
El
primer tramo de la selva que empieza en Acandí, ubicado en el Chocó colombiano
dominado por la organización criminal del Clan del Golfo, fue prácticamente un
paseo. Antes, recuerda Carelis, tuvieron que hacer un recorrido de más de 80
horas en bus y lancha por el que pagaron más de $120 por persona entre
'impuestos' y transporte.
“Ahí
nos abordaron y se nos dijo que debíamos pagar el guía que era de $175 por
persona, la niña paga $25”, relata Luis como si fuera un paquete turístico.
Esa es
precisamente la campaña que intentan contrarrestar las autoridades panameñas,
que divulga el crimen organizado en las redes sociales. “Lo venden como si
fuera un tour turístico, cuando en realidad se enfrentan a la muerte”, decía en
una entrevista previa la directora de Migración, Samira Gozaine.
Los
relatos de la familia Garrido-Cordero detallan un paquete con todo incluido:
guía, alojamiento, baños limpios, atención médica y asesoría.
“Son
muy organizados”, asevera Luis Cordero, quien, junto a su esposa e hija, está listo
para iniciar el segundo tramo hacia Estados Unidos. “Iban por grupos de 100 o
150 personas, y un guía cada 20 personas, dependiendo de la demanda. En todo el
camino dentro de territorio colombiano fue una supervisión total, un
acompañamiento impresionante”, asegura Luis.
Carelis
no sale de su asombro cuando habla de la organización tan minuciosa que
demostraban los guías.
“Cuando
alguien no podía caminar, lo ayudaban; le decían por dónde pisar; si te veían
deshidratado, te daban agua”. Eso, dice, les costó $320 por persona.
Los
mochileros, rememora, “te cobran de acuerdo al peso que cargan, unos cobran
$100, otros $150. Es tal la organización, que en sus camisetas llevan escrito
el cargo de cada uno”. Por ejemplo, los mochileros llevan camisetas color
naranja y un número respectivo. “Nunca nos dejan solos”, repite la madre.
Cargan una especie de camilla, en caso de accidente, “ahí mismo se lo llevan
rápido”, reitera.
“Te
cobran de acuerdo al peso que cargan, unos cobran $100, otros $150. Es tal la
organización que en sus camisetas llevan escrito el cargo de cada uno”
CARELIS
GARRIDO
MIGRANTE VENEZOLANA
“Nosotros
no entendíamos por qué teníamos que pagar para ir a la selva. Pero luego nos
dimos cuenta”, reflexiona la mujer con cierto tono de emoción.
Enseguida
describe que la noche la pasan en un campamento instalado al aire libre o bajo
techo de acuerdo con el orden de llegada: “usted no tiene que preocuparse por
armar la carpa, tienen sitios predeterminados, usted solo llega a dormir”,
describe la mujer.
En el
campamento donde durmieron había venezolanos, colombianos, rusos, chinos,
afganos, ecuatorianos, haitianos, entre otras nacionalidades.
La
mujer describe una infraestructura aparentemente planificada para el negocio
del tráfico de migrantes: “Tienen baños impecables, y por el servicio pagas un
dólar. Eran con foseta y para ducharte tienen bombas de agua y plantas
eléctricas para iluminar los campamentos hasta la noche”.
La
ruta que señala la familia es una de las cinco que identifica el Servicio
Nacional de Fronteras (Senafront), como parte de los atractivos que ofrece el
crimen organizado y los traficantes de personas para migrar al norte en busca
del sueño americano.
El
catalizador para emprender el viaje por lo general radica en la situación
económica, la violencia y la falta de oportunidades en los países de origen, lo
que ha ocasionado el gran flujo migratorio.
La
ruta que tomaron Carelis, Luis y su hija, es de las más atractivas, porque
empieza en moto o carreta a caballo en un terreno plano. Ese camino es como de
una hora dentro de la selva, hasta llegar al campamento al que llegaban por
grupos.
A la
mañana siguiente, la familia escuchó las explicaciones de los organizadores
desde una especie de plataforma, donde daban las instrucciones para la segunda
parte del camino.
“Ahí
empezaron las lomas, pero siempre con supervisión. Si alguien se cae le dan
atención médica”, narra Carelis.
El
acompañamiento finaliza al llegar al hito imaginario entre Panamá y Colombia,
en el que los migrantes han dejado su huella con la bandera de su país,
bautizado como “las banderas”. “Ahí se para uno de los guías con un parlante y
dice: Hasta aquí nosotros podemos acompañarlos, tenemos terminantemente
prohibido pasar al otro lado”, recuerda Carelis.
El
crimen organizado tiene trazado el camino a seguir con bolsas de colores azul,
verde y roja amarradas a los troncos de los árboles. Las rojas indican peligro.
Doña
muerte
Ahí
empieza el verdadero infierno.
La
niña, Valentina, me dice que un día antes de la entrevista vio como un muchacho
se cayó, se pegó la cabeza con una piedra y falleció.
Ninguna
autoridad puede decir con certeza a cuántas personas se las ha tragado la
selva. Informes extraoficiales indican que desde 2018 hasta mediados de este
año, 258 personas no lograron salir.
“Vimos
como a una familia de cinco personas la arrastró la corriente del río, y no los
vimos más”, me contó Lauren Peredo, una joven madre que se aventuró a viajar
con sus hijas menores de edad.
Milexis
Mago, otra madre que cruzó la selva con sus dos hijas, se siente bendecida de
estar viva. “Pensaba que hasta ahí llegaba, no podía devolverme, sientes miedo
de seguir”. No para de llorar por la culpa que siente al someter a sus hijas:
“Había huecos, farallones, mi esposo cargaba a una hija y yo a la otra, y me
ayudaron algunas personas”. Lo más difícil es viajar con niños. No se lo
recomienda a nadie: “se ven muchos acantilados, se ven muertos. Le dije a mi
esposo que cuando viera muertos no me dijera, porque yo no quería verlos”.
El
comisionado Reinel Serrando, jefe de Senafront en Darién, explica que han
identificado una segunda ruta, ampliamente documentada en las redes sociales
que emplean más los asiáticos que pueden pagar $1.200.
Es la
ruta que divulgan en Tik Tok: se inicia en Necoclí, también en el lado caribeño
de Colombia, hacia Puerto Escocés en Guna Yala, territorio comarcal panameño
donde incursionan en lanchas rápidas en la madrugada con 40 o 50 personas,
generalmente de nacionalidad china.
Un
migrante asiático rescatado en un operativo de Senafront narró que de Necoclí
viajaron en lancha a puerto Escocés, luego lo transportaron a caballo hasta
Canaan Membrillo, y más abajo los buscaron en carro para llevarlos al puesto de
recepción de migrantes ubicado en San Vicente, Darién, donde abordan el bus
hacia Costa Rica.
“Ellos
tienen coordinación con indígenas gunas, y los que manejan los autos son
panameños”, detalla el uniformado jefe de zona.
El
trato, precisa Serrano, era que no iban a caminar, por eso es tan cara la ruta.
“Nos dimos cuenta que ellos no llegaban destrampados, venían limpiecitos porque
vienen a caballo”, revela el comisionado.
Los
asiáticos dicen huir de un sistema cada vez más represivo y de una economía que
no termina de recuperarse después de la pandemia.
El
Parque Nacional Darién tiene una extensión de más de 5.000 km, lo que hace
prácticamente imposible para los uniformados cubrir el territorio en su
totalidad.
Información
de inteligencia recopilada por Senafront indica que la ruta del Pacífico es
controlada por disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC),
desertores del Plan para la Paz de Colombia. Este trayecto comienza en
Medellín, en vez de ir a Turbo, pasa por Buenaventura. Llegan a Juradó donde
hay embarcaciones que navegan por los límites fronterizos con Panamá.
Luego
los dejan en la playa hasta ser rescatados por el Servicio Nacional Aeronaval.
En esta ruta se han aprehendido cuatro embarcaciones y “tenemos un bloqueo,
pero la mayoría de asiáticos que se han visto más que en el pasado, entran por
Jaqué”, reconoce Serrano.
Así
logró entrar Stefany Ramírez, quien se encontraba en el Centro de Recepción de
Migrantes de San Vicente en Darién, donde había docenas de asiáticos.
Este
centro es más organizado que Lajas Blancas, donde los migrantes duermen en
casas de madera, limitadas, o en carpas al aire libre.
En San
Vicente se ha gestionado un espacio de la mano de la Organización Internacional
de Migrantes, Global Brigades y Unicef, que ofrece dormitorios separados para
familias y adultos varones.
Unicef,
de la mano de Global Brigades, proporciona baños limpios y duchas gestionadas
por personal que entrega papel higiénico y jabón. Las instalaciones parecen de
cinco estrellas comparadas con Lajas Blancas. Hay agua potable, alimentación y
atención médica de la organización Médicos Sin Fronteras y Cruz Roja.
Luis y
su familia acudieron a ese centro porque su hija, Valentina, presentaba un
cuadro de diarrea y deshidratación. “Escriba en su artículo que estoy muy
agradecido por la atención médica que le han dado a mi hija”, pidió.
En
esta estación, así como en Bajo Chiquito y Lajas Blancas, existe un espacio de
recreación para los niños gestionado por Unicef, en el que cantan, pintan y
desahogan los miedos o tragedias que vivieron en el camino.
La
ruta del Pacífico
Stefany
Ramírez, de nacionalidad venezolana, estaba con la plancha del cabello en una
mano y el cepillo en la otra tratando de reconocerse en el espejo después de la
travesía. Como muchas familias, viajó con su esposo y su hija de siete años.
“Fuimos
rescatados en Cocalito, territorio panameño ubicado en el sector del Pacífico a
pocas millas de la frontera colombiana, por la guardia costera”, recuerda.
Recrea
el camino: “Entramos como turistas a Colombia. En Buenaventura tomamos una
lancha a isla Solano, un sitio turístico”, explica mientras se mira en el
espejo. Para dar la pinta de turistas mostraron dinero a las autoridades
colombianas.
“Después
pasamos a Juradó, ahí nos llevaron a un lugar solitario. Luego, viajamos 30
minutos en lancha y nos dejaron en un lugar desierto”, cuenta la mujer de no
más de 35 años. Supuestamente tenían que caminar dos horas, pero se atrasaron
el triple por el ritmo de los niños. Era una selva en la frontera, pero no tan
peligrosa. Cuando llegaron después a un sitio desierto esperaron tres días para
ser rescatados por la guardia de Panamá.
Al
igual que las otras rutas, Stefany fue guiada la primera parte por un
colombiano a quien pagó $350 por persona. “Íbamos en lanchas, la primera era
bien bonita, pero la segunda era pequeña de un motor, no teníamos salvavidas ni
nada”, recuerda la mujer.
Realizaron
un trasbordo en alta mar para despistar a la guardia fronteriza. El grupo era
de 9 adultos y 2 niños, pero cuando llegaron al punto aislado se encontraron
con 26 asiáticos. De ahí, un grupo de indígenas les cobró $20 por persona para
trasladarlos en lancha a un asentamiento donde había un agente de la guardia
costera panameña.
Luis y
su familia, Stefany, así como los miles de migrantes que cruzan el tapón de
Darién deben esperar ... por un transporte hacia Costa Rica en su camino a
Norteamérica.
Tomado
de: https://www.blogger.com/blog/post/edit/2659310394195835179/4767710619602116679
Invitamos
a suscribirse a nuestro Boletín semanal, tanto por Whatsapp como vía correo
electrónico, con los más leídos de la semana, Foros realizados, lectura
recomendada y nuestra sección de Gastronomía y Salud. A través del correo
electrónico anunciamos los Foros por venir de la siguiente semana con los
enlaces para participar y siempre acompañamos de documentos importantes,
boletines de otras organizaciones e información que normalmente NO publicamos
en el Blog.


No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico