HENKEL GARCÍA U. 12 de noviembre de 2023
@HenkelGarcia
“Al no tener reglas de juego claras, al no
contar con instancias creíbles de resolución de conflictos, al no tener mediana
certeza de cómo va a ser el futuro cercano, las empresas no realizarán
inversiones importantes dentro del país. La ausencia de una verdadera
institucionalidad inclusiva hace que la vida ciudadana sea incierta e insegura.
No hay normas claras, hay privilegios obscenos para determinados grupos
allegados al poder, mientras que el resto del país vive ‘a la buena de Dios’”.
Los seres humanos necesitamos un mínimo de certidumbre y seguridad para llevar adelante nuestras vidas, para desarrollar de forma plena nuestras capacidades. A medida que esos grados de incertidumbre e inseguridad (en sus distintos ámbitos) disminuyan, la dinámica social del país será más virtuosa y enriquecedora. Al lograr ese ambiente propicio nos sentiremos con confianza, y con ella podemos lograr muchas cosas, desde lo sencillo, hasta lo extraordinario.
La
confianza en Venezuela ha tenido décadas de franco deterioro. En primer lugar,
por un Estado que ha sido un claro agresor hacia la ciudadanía, tanto por el
cercenamiento de libertades (políticas, económicas y sociales), como por otras
formas más directas y violentas como la represión. Hoy el venezolano no confía en
sus autoridades y tiene un nivel alto de desafección hacia ellas. Por otro
lado, y tiene que ver con el primer punto mencionado, la ausencia de una
verdadera institucionalidad inclusiva hace que la vida ciudadana sea incierta e
insegura. No hay normas claras, hay privilegios obscenos para determinados
grupos allegados al poder, mientras que el resto del país vive “a la buena de
Dios”. Por último, no existen árbitros creíbles, en especial el actual Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ). No tenemos instancias en las que se puedan
resolver los conflictos entre los diferentes actores sociales, lo cual eleva la
incertidumbre a niveles extremos.
“Sin
un gobierno, sin un Estado que genere certidumbre y confianza será cuesta
arriba obtener los recursos necesarios para llevar adelante las obras
imprescindibles”
Las
consecuencias de esa carencia de confianza son amplias y diversas. Desde una
ciudadanía con signos inequívocos de ansiedad, hasta niveles muy bajos de
inversión y empleo. Como mi especialidad es el área económica y financiera, me
concentraré en ampliar un poco esos aspectos, sin quitarle importancia, claro
está, a la parte social que también se ve influida de manera negativa por tal
realidad.
Al no
tener reglas de juego claras, al no contar con instancias creíbles de
resolución de conflictos, al no tener mediana certeza de cómo va a ser el
futuro cercano, las empresas no realizarán inversiones importantes dentro del
país. Y me refiero a empresas en general, tanto las de capital nacional como
las de capital foráneo. Sí, habrá algo de inversión enfocada en negocios de muy
corto plazo y de poca inversión “hundida”, pero muy lejos de la que necesita
Venezuela para comenzar un ciclo virtuoso de crecimiento. Un muy buen ejemplo
de este punto lo tenemos en la reciente flexibilización de sanciones por
parte del Gobierno de EE.UU. a través de la emisión de licencias generales
referidas a la actividad petrolera. Su horizonte de tiempo es de apenas 6
meses. ¿Veremos montos importantes de inversión por parte de las empresas petroleras
con un horizonte de tiempo tan corto?, ¿el gobierno venezolano dará paso a un
proceso de reinstitucionalización y democratización para así generar confianza
tanto en lo interno como hacia afuera? Son inquietudes relevantes que sin
solucionarse no cabe esperar cambios importantes.
Si hay
un área que necesita inversiones cuantiosas es la petrolera. El Estado
venezolano no tiene los recursos para realizar los desembolsos necesarios para
elevar la producción petrolera. Por ello se hace primordial generar un ambiente
institucional sólido para que las empresas petroleras foráneas (y otros actores
internos) se animen a traer capital. Hoy hay un interés de muchas de esas
empresas dado el potencial energético que tiene nuestro país, pero todavía
no tienen la confianza necesaria para invertir decenas (¿centenas?) de miles de
millones de dólares estadounidenses necesarios para levantar, de forma
relevante, la cantidad de barriles producidos por día.
Esa
ausencia de confianza en Venezuela, y específicamente hacia el gobierno
venezolano, trasciende fronteras. Tanto gobiernos como entes multilaterales
muestran excesiva cautela con el accionar de los mandatarios de turno. Lo
menciono porque la inversión que tiene que hacer Venezuela en infraestructura y
en la prestación de servicios públicos es inmensa y está estimada en
decenas de miles de millones de dólares en los próximos años. Por ello tiene
tanta importancia el financiamiento que pueda venir de organismos como el Banco
Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y la Corporación Andina de
Fomento, sólo para nombrar algunas. Sin un gobierno, sin un Estado que genere
certidumbre y confianza será cuesta arriba obtener los recursos necesarios para
llevar adelante las obras imprescindibles.
Recuperar
la confianza en quienes nos trajeron hasta acá resulta prácticamente imposible.
Como le oí a un buen amigo en una conversación reciente: los venezolanos
sienten desamor por sus gobernantes, algo se rompió en esa dinámica y luce
irrecuperable esa relación.
Al
hacer diferentes análisis sobre lo que nos pasa como nación, llegamos a una
misma conclusión:
Para
lograr los cambios que necesitamos, un cambio de gobierno es necesario, más no
suficiente. Para recuperar la confianza de la ciudadanía, la de los actores
externos, para poder darnos, finalmente, una visión de largo plazo, para tener
una estabilidad macroeconómica, nos hará falta dicho cambio político junto a un
nuevo marco institucional al servicio de la gente.
HENKEL
GARCÍA U.
@HenkelGarcia
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