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viernes, 22 de enero de 2010
Boto tierrita...
Contravoz
Por Gonzalo Himiob Santomé
“Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”.
Martin Luther King
…y me voy! Así, como los muchachitos, provoca exclamar a veces ante las desesperantes indiferencia y apatía que demuestran muchos venezolanos y venezolanas ante los males que nos aquejan. Quizás pueda en esta entrega estar un poco influenciado por el mal humor que me genera, lo confieso, esto de que la imprevisión, la corrupción, la chapucería y la ineficiencia del gobierno de Hugo Chávez Frías –no de los “gobiernos anteriores”, sino de este “mesmo”- haya devaluado nuestra moneda a destiempo y sólo para garantizarse una platica para la próxima contienda electoral sin que, para nada, le haya importando el impacto que esa medida tendrá, por la inflación que producirá, en los más humildes. También, puede ser que en esta verraquera que me gasto haya influido que Hugo Chávez me haya privado, por ineficiente e imprevisivo, de la luz como le ha dado la gana, además, en mi casa y en mi oficina por varias horas a la semana. Y también puede que mis líneas de esta semana se vean afectadas por la molestia y la vergüenza que me produce como venezolano eso de que Hugo Chávez, el presidente de mi nación, el que se supone que es nuestra imagen en Venezuela y en el mundo, no guarde la más elemental compostura que es inherente a su cargo y se permita decir –muchacho grosero y malcriado que es- en un programa de televisión que los integrantes de la oposición son “compotas de pupú”.
Quizás todo eso haya conspirado para que de estos párrafos no pueda extraerse, hasta ahora, más que la molestia e indignación de quien suscribe. Pero, ya que andamos en esas tónicas, debo expresar que no son sólo los desatinos y abusos de Hugo Chávez –que los ha lanzado en línea desde comenzó el año- sino también los nuestros, los de la gente –al menos los de una buena parte de ella- que aún no termina por entender que la cosa es no es sólo contra unos poquitos que pecan por oponerse al presidente, sino contra todos. Y es que la indiferencia política y social, y la negación de la realidad, en momentos históricos como el que estamos viviendo, son los más graves de los pecados.
Ustedes me perdonarán, amigos y amigas, puesto que voy a escribir algunas cosas, y voy a hacer unas preguntas, que no serán del agrado de todos. Pero ¿cómo es posible que todavía, a estas alturas, haya más personas pendientes de los resultados del béisbol nacional, de las telenovelas y de otras fruslerías que de nuestra realidad, sobre todo cuando el país, literalmente, se sumerge en la más absoluta oscuridad? ¿Cómo es posible que muchos de los que sufren, directamente y sin intermediarios, los abusos y despropósitos de este gobierno ineficiente y autoritario aún se atrevan a defender lo indefendible sobre la base de una lealtad política que no nos está dejando más que inflación, y miedo?. Sinceramente, creo que ha llegado el momento de poner las cosas en perspectiva y de que, con una mano en el alma, nos preguntemos si es cierto que ahora, casi once años después, estamos mejor de lo que estábamos antes. Y además, si esta progresiva degradación de país, si esta permanente y estéril pelea del poder contra la ciudadanía, es lo que queremos dejarle a nuestros hijos e hijas.
Y que conste que no estoy en este espacio haciendo llamados a la violencia o a la reacción espasmódica, irracional y coyuntural frente estas afrentas del poder contra el pueblo. De hecho hago todo lo contrario: El llamado es a la conciencia, al análisis objetivo de la situación y a la acción pacífica y resuelta. De hecho creo que, tal y como lo reconoció que lo había hecho con la crisis de Abril de 2002 (vean su intervención en la AN del 15 de Enero de 2004) Hugo Chávez, desesperado como está ante lo que sabe que se le avecina en lo económico y en lo social, está procurando deliberadamente, con sus actos y palabras, llevarnos a todos al único terreno en el que tiene mediana capacidad de control: El de la violencia. Y no soy yo quien morderá ese anzuelo o promoverá que se le siga el juego. Prefiero ver como los demonios que él mismo, y su ineficiencia y falta de previsión, le sobrepasan este año y le cobran sus costos en lo político, en lo económico y en lo social.
Pero ya el tema de si este gobierno nos sirve o no dejó de ser privativo de quienes se ocupan de la política. Ya la cuestión de hacia dónde nos llevan, o hacia dónde queremos dejarnos llevar, dejó de ser tópico para el debate exclusivo entre oficialistas y opositores. Ahora –y lo empezaremos a sentir todos más temprano que tarde- pensar en clave de nación y de futuro es un imperativo no sólo moral, sino de supervivencia, personal y colectiva. Ha llegado el momento de ocuparse del país y del gobierno, de confrontar los problemas, de aceptar su existencia y de buscar pacíficamente las soluciones que correspondan, antes de que la ineficiencia, la improvisación, el desprecio al conocimiento y la escatología presidencial terminen de dañar lo poco que queda sano y no haya, en verdad, nada que rescatar. Ha llegado el momento de abandonar el cómodo silencio, la apatía y la indiferencia y de analizar cómo podemos, cada uno de nosotros y desde nuestros particulares espacios, aportar nuestro grano de arena. Y si, ello debe hacerse aunque implique “dejar la casa y el sillón” como decía Silvio Rodríguez, aunque implique dejar el solaz y el entretenimiento en procura de angustias distintas: Las del que piensa no sólo en sí mismo, sino en los demás y en el porvenir de la nación.
Cierro esta entrega entonces con dos notas, la primera general, la segunda personal. La primera es para hacer un llamado a los indiferentes, a los “yo no soy”, a los “yo no me meto”, a los apáticos. La marea de esta debacle política y económica que tanto se ha denunciado les está alcanzando, a ustedes y a sus hijos e hijas. Y ha llegado el momento de que lo entiendan y de que lo asuman. No sean ustedes mismos, en su inacción y falta de conciencia, sus peores enemigos y, a la vez, los peores enemigos de esta Venezuela que les reclama valentía y acción. La segunda, ruego se me excuse el gesto, es mi sentida y pública condolencia a mi hermano y compañero de luchas Gustavo Tovar Arroyo por la muerte, el pasado martes, de su padre. Muchos no conocen a Gustavo ni lo que ha significado su trabajo por el país y por la juventud, y quizás aún no es momento de que se conozcan su aportes a la libertad y a la democracia, pero se que cuando la historia mire, desde el futuro hacia atrás, a estos lustros que ahora padecemos no verá sino con agradecimiento y reverencia los hechos y obras del poeta y escritor Tovar Arroyo. A él, y a su familia, todo mi afecto y solidaridad.
Y no se preocupen que, más allá de las indignaciones, ni “boto tierrita”, ni “me voy”. Ahora es que queda fuerza para luchar por la patria.
Publicado en el Diario "La Voz" el domingo 17 de Enero de 2010
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