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jueves, 10 de junio de 2010
La esfera del poder
“Sé de memoria los sitios,
Que dan vigencia al recuerdo”
Comercial de Polar con Carlos Olivier
Por Andrés F. Guevara B.
Venezuela ha sido un país tradicionalmente pepsicolero. Distinción poco usual, puesto que la principal competidora de Pepsi, Coca-Cola, es considera por muchos como la primera compañía de refrescos en el mundo y un titán publicitario.
No es que Coca-Cola y los demás refrescos no tengan una porción importante del mercado venezolano. Esos datos los manejan con precisión los publicistas, creativos y los profesionales en investigación de mercadeo.
Pero cuando se habla de Pepsi en Venezuela, se trasciende a la bebida y se llega al umbral de la memoria ciudadana. Por razones propias de la singularidad de nuestro país, la vida del venezolano se acompaña de Pepsi del mismo modo que ha estado rodeada de marcas tradicionales: Toddy, Fama de América, Savoy, Galletas María Puig, Maizina Americana.
Sería grato recordar las experiencias que cada individuo ha vivido alrededor de estas marcas. Sí, marcas. Y todo lo que ellas implican: consumo, dinero, mercadeo, capital, intercambio de bienes y servicios con un sistema de precios. Lamentablemente no es así. No se puede alumbrar un recuerdo cuando su origen está amenazado.
En una nota de prensa de la agencia ABN, se informó que la Alcaldía de Caracas –seguidora de los dictámenes del socialismo bolivariano– ratificó la orden de remoción del “Globo Pepsi”, ubicado en la torre Polar de Plaza Venezuela.
La alcaldía motivó su decisión en virtud de que presuntamente el “Globo Pepsi” no cumple con las normas de arquitectura y municipalidad vigentes.
No hay que ser un genio para comprender cuál es el problema de fondo. El gobierno bolivariano, con base en un argumento leguleyo, pretende eliminar otra manifestación del “sistema capitalista mundial”; lo que equivale a suprimir los restos que aún subsisten del Estado de Derecho y las libertades individuales.
El gobierno sabe que una revolución implica socavar las bases del régimen anterior para construir un nuevo orden. Tabla rasa rousseauniana. En este contexto, la posibilidad de que los ciudadanos puedan ver el “Globo Pepsi” en la cúspide de un edificio representa una amenaza.
La tragedia del comunismo en ciernes es que su final se sabe de antemano. Pobreza, ignorancia y brutalidad. Ese es el Producto Interno Bruto comunista. Su legado.
Pepsi, transnacional norteamericana ligada a Empresas Polar, la compañía privada más grande de Venezuela, constituyen la punta de lanza de aquello que más aborrece el comunismo: emprendimiento, libre iniciativa, superación del individuo por sí mismo sin los mendrugos del Estado.
Sumido en la miseria, no tardará el venezolano en recordar otros tiempos. Etapas de su vida en las que ver una novela criolla en horario prime time no equivalía a buscar agua en el desierto. Períodos en los que la harina no era un lujo en el anaquel y la posibilidad de ver resultados de elecciones no dependían de boletines oficiales del Estado.
Esas imágenes se resguardan en la memoria. Permanecen allí. Anidadas. Latentes. Pero la maquinaria gubernamental no descansará hasta sepultarlas para luego hacer brillar la clásica iconografía de izquierda.
Pero seamos justos. Asumamos la postura contraria. Supongamos que el “Globo Pepsi” incumplió las normas de la Alcaldía. Incluso en este caso, la medida es irracional. A Pepsi se le debe garantizar el derecho a la defensa, al debido proceso. La posibilidad de ir a tribunales y solicitar un amparo para que la materialización del acto administrativo no cree un perjuicio para la compañía. En el peor de los casos, si se llegase a demostrar que la administración tenía razón, habría que evaluar si existe una responsabilidad patrimonial del Estado por los daños infringidos a Pepsi.
Parecen cosas de ensueño. La justicia en Venezuela se fue de parranda. El Globo Pepsi es mucho más que latón pintado de colores. Refleja nuestro arco iris de miseria.
Publicado por:
http://www.cedice.org.ve
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