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jueves, 16 de febrero de 2012
Primer round: Fuenteovejuna
Gustavo Yepes
Febrero 15, 2012
«¿Quién quemó los cuadernos? / Fuenteovejuna, Señor / ¿Quién es Fuenteovejuna? / Todo el pueblo, Señor».
Comenzó el combate. Un combate atípico porque uno sólo de los contrincantes quiere pelear.
En esta esquina: El Comendador. El superhéroe de comiquita que expropió, se robó, todos los poderes. El que tiene a la mentira y a la violencia como sus armas más eficaces. Para él, todo es un combate, una batalla, una confrontación. No cree en el diálogo porque sabe que hasta una mosca lo zarandea en este terreno. Grita, vocifera, manda, amenaza, porque tiene que esconder el gran miedo que lo carcome. Ese miedo que siempre ha sido y hoy es, más que nunca, su gran debilidad.
En la otra esquina: El Conciliador. Tiene el poder que le conferimos más de tres millones de moscas que juntas generamos un zumbido aterrador que no deja dormir al águila ni a sus también atemorizados aguiluchos. No quiere confrontar sino armonizar. No quiere dividir, sino unir. No quiere vociferar, sino escuchar. No quiere prometer sino resolver. No quiere expropiar sino proveer. No quiere involucionar sino evolucionar, y eso si es una revolución.
El combate tendrá tantos rounds como quiera el Comendador porque ese es su ambiente natural. Es asombrosa su capacidad de atacar, de mentir, de generar violencia. Sin embargo, el Conciliador será quien decida si hay combate o no porque él sabe que quien pelea sólo puede quedar en ridículo, lidiando contra su propia sombra, y en ese terreno el Comendador es muy, pero muy débil, porque él mismo es su peor enemigo.
El primer round fue un ejemplo claro de lo que puede pasar en adelante. Apenas se escuchó el sonoro campanazo del 12 de febrero, el Comendador salió como una tromba y ordenó a uno de sus poderes, el que tendría que estar ocupado de la justicia, que mandara a arrodillar y a atemorizar a tres millones de moscas, para así acallar el ensordecedor zumbido que lo atormenta. Él pensaba que el Conciliador iba a traicionar la confianza que se ha ganado en buena lid. Sin embargo, fueron las moscas, Fuenteovejuna, quienes le salieron al paso. Los cuadernos los quemamos todos y todos somos responsables de esas cenizas que impiden la creación de otra lista de la infamia. Cada uno de nosotros, con su mente, si no con sus manos, quemó su cuota de cuadernos y le dijo al Comendador que no nos vamos a arrodillar, que se vaya a amedrentar a otros porque nosotros no nos vamos a dejar.
Lo que pasó el 14 de febrero fue heroico y debe sentar un precedente para lo que viene. Yo estoy seguro que muchos de los que no fueron a votar hoy se arrepienten de no haberlo hecho, y ya no somos tres millones sino muchos más, y esta cifra crecerá día a día, siempre y cuando no nos arrodillemos y, bajo el liderazgo del Conciliador y el apoyo de ese cuarteto de valiosos venezolanos que sacaron menos votos que él, le enviemos mensajes claros y contundentes a quienes pretenden humillarnos.
En el clásico de Lope de Vega, el pueblo finalmente se impuso sobre el Comendador con la fuerza de la unión. Hoy, Venezuela es Fuenteovejuna. No queda otro camino.
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