Heinz R. Sonntag, 31/10/2012
heinzsonntag@cantv.net
A juicio de los historiadores y analistas de los totalitarismos del
siglo XX, sus inicios se caracterizan por ser periodos de anomia y anarquía.
Tanto la caída del gobierno de Kerensky en la Rusia de 1917; la degeneración
del gobierno de Mussolini en Italia, a comienzos de los años veinte; el
surgimiento del nacionalsocialismo en Alemania a finales de esta misma década y
los inicios de los treinta, y la imposición del franquismo en España, al final
de una prolongada guerra civil, marcan los inicios de la imposición de
regímenes apoyada por amplios sectores sociales y liderada por personajes
impregnados de autoritarismo, mesianismo y egocentrismo, al igual que por su
convicción de establecer una “nueva sociedad” que daría nacimiento al “hombre
nuevo”.
En nuestro país, el “proyecto bolivariano” o el
“socialismo del siglo XXI” llegó con la elección de Hugo Chávez al final de lo
que fue la regresión de la democracia iniciada en 1958, a partir de finales de
los setenta, con la anomia social y la anarquía política crecientes cuya
manifestación más clara fue el Caracazo de febrero de 1989. Los dos primeros
años de la presidencia de Chávez estuvieron marcados por cambios políticos
significativos: la nueva Constitución y el desmontaje de la división de los
poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a favor del predominio absoluto del
primero. Sin embargo, la anarquía política heredada se extendió más allá y tuvo
su momento más álgido en los eventos de 2001 y 2002, en lo que el chavismo
llama “golpe de Estado” y la alternativa democrática “resistencia contra una
dictadura en estado naciente”.
Los acontecimientos de abril de 2002 marcan el
tiempo más agudo de las tormentas desatadas por la anarquía, con la separacion
de Chávez de la Presidencia y un gobierno de la oposición de pocos días
(apoyado por las cúpulas militares), y su retorno por la presión de las masas
populares. A partir de su regreso a Miraflores Chávez había logrado la calma
necesaria, esto es: la superación de la anarquía, para impulsar su proyecto,
paso a paso y durante casi tres lustros, radicalizándolo cada vez más,
enfrentado una oposición expuesta a una agresión permanente del Estado que tuvo
que tomar su tiempo para fortalecerse y llegar a constituir una verdadera
alternativa política y social.
El 11-A de 2002 marca para Chávez el momento a
partir del cual logra impulsar el totalitarismo, tal y como lo hizo Adolf
Hitler con el nacionalsocialismo después del incendio del edificio del
Reichstag en Berlín, en febrero de 1934. En adelante, ambos, en tiempos
diferentes, se hicieron con un poder absoluto para imponerles a sus sociedades
y sus individuos las formas políticas, sociales, culturales y hasta económicas
de su ideario. La comparación de Chávez con Hitler no es casual: ambos llegaron
con métodos democráticos a sus cargos.
Han pasado más de 10 años desde el 11-A. Reflexiono
sobre esto porque es importante para los venezolanos que mantengamos en la
memoria colectiva las circunstancias que puedan llevar a mantener la
inclinación a seguir apoyando el totalitarismo, esto es: de no caer en la
anarquía política ni en la anomia social, ni mucho menos en las promesas que
supuestamente las evitarían. También es una obligación ética de nuestro pueblo
no permitir nunca más caer en las trampas de cualquier totalitarismo. Es
indispensable mantener la unidad en la solución de nuestros problemas, más allá
de lo que pueda separarnos en nuestras visiones acerca del futuro.
Quienes no caímos en el proyecto totalitario o nos
separamos de él estamos comprometidos con terminarlo tal como lo iniciamos: a
través del más democrático de los procedimientos políticos: el voto. ¡Ojalá lo
logremos!
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