Omar Barboza Gutiérrez junio de 2014
El tamaño y la profundidad de la
crisis que afecta a Venezuela en el momento de la más extensa bonanza petrolera
con el barril alrededor de los 100 dólares, está representada por la escasez,
la inflación, y por el hecho de que el llamado Bolívar “fuerte” sea el más
débil que conoce la historia de nuestro país, todo lo cual motiva a muchos
investigadores del mundo para que tengan el caso de Venezuela como digno de
estudio, sobre todo en estos últimos días cuando se comprueba también el
fracaso de las políticas sociales, la gran bandera de este gobierno, con el
aumento de la pobreza de acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de
Estadística (INE).
A la situación económica y social se
le suma la crisis institucional, como consecuencia de que todos los poderes
públicos han sido colonizados por el partido de gobierno, lo que le impide a
los que piensan distinto el ejercicio de sus derechos constitucionales, porque
siempre la respuesta es negárselos, incluyendo el derecho a la defensa, o la
represión abierta como manera de acallar las protestas justas y pacíficas. Con
el agravante de que todo este cuadro está acompañado por la creciente
inseguridad personal, por una corrupción galopante, y por la impunidad de los
delitos permitida por un gobierno cuyas instituciones solo son eficientes para
perseguir a sus adversarios políticos.
En medio de la crispación generada por
la situación antes referida, el gobierno llamó a un diálogo nacional para
buscar soluciones a la grave crisis que entre otras víctimas, tiene a la
producción nacional. Quienes desde la Mesa de Unidad Democrática (MUD)
entendemos que nuestro principal deber es luchar por el bienestar de nuestro
país por encima de las diferencias políticas, a pesar de que ese llamado era la
primera vez que ocurría en 15 años, y conociendo los riesgos que corríamos,
llegamos a la conclusión de que el interés nacional justificaba correr ese
riesgo ante gobernantes que no nos merecen confianza. Pero que, igualmente
debíamos exigir condiciones mínimas para trasmitir transparencia ante los
venezolanos, y protegernos ante la opinión pública nacional e internacional de
una mala jugada por parte de un gobierno acostumbrado a engañar.
Por eso, entre las dos condiciones
básicas que impusimos como previas para dialogar fueron: en primer lugar, que
esos encuentros se iniciaran con un debate en cadena nacional donde quedaran
claras nuestras posiciones ante el país; y en segundo lugar, que tuviéramos
testigos internacionales del diálogo para protegernos de las versiones falsas
que el gobierno pudiera dar, con la intención de descalificar la posición
honesta y de buena Fe de la oposición democrática venezolana.
Hoy, cuando Maduro miente al decir que
fuimos al diálogo para solicitar cargos públicos, gracias a esas previsiones,
le podemos probar al pueblo de Venezuela y al mundo esa falsedad, teniendo como
testigos calificados de la misma a los Cancilleres de Brasil, Colombia y
Ecuador, además de la representación del Papa Francisco a través de su Nuncio
Apostólico en Venezuela, quienes estuvieron presentes en las reuniones que
sostuvimos con el Presidente Maduro, en las cuales solo planteamos exigencias
fundamentadas en la Constitución Nacional. Nos negamos a reunirnos en privado
con el Presidente, porque con quien no tiene palabra no se puede conversar sino
en presencia de testigos calificados.
Ahora, la pregunta es: ¿Por qué
miente? Nosotros estamos convencidos de que lo hace para no rectificar, para
que las cosas sigan como están, y para descalificar a quienes pedimos cambios.
Miente porque concibe el poder como un fin en sí mismo, y no como un
instrumento para servirle a la sociedad y a nuestros intereses nacionales, en
vez de servirle al régimen cubano o a sus testaferros. Miente porque enfrente
tiene dirigentes democráticos que no van a Miraflores a negociar por debajo de
la mesa los intereses de la mayoría, entonces ese tipo de diálogo no le
interesa. Prefiere dialogar con los que estén dispuestos a entregar sus
principios por prebendas, y esos no están en la MUD.
Categóricamente responsabilizamos a
Maduro y al régimen en general por el estancamiento de este intento de diálogo
para buscar salidas a la crisis por la vía del consenso democrático, teniendo
como norte el respeto a la Constitución y
los derechos de todos los venezolanos. La historia no perdonará esta
traición a la verdad y al interés nacional para servirle al autoritarismo y a los
intereses de los aliados ideológicos y beneficiarios de nuestro fracaso
económico.
Hoy más que nunca, la lucha continúa
con diálogo o sin diálogo por el cambio político en Venezuela.
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