Áxel Capriles 10 de julio de 2014
Mientras el reparto del Estado
alcance, las mayorías se hacen la vista gorda
Ahora resulta que el problema es la
corrupción administrativa, que de repente se le han visto las costuras al
gobierno y cunde la indignación moral en el chavismo por causa de la
corrupción. Ahora resulta que los colectivos del 23 de Enero, los Círculos
Bolivarianos, Lina Ron o las unidades de batalla electoral nunca recibieron
generosas “ayuditas” por parte del Estado. Por lo visto, la corrupción en
Venezuela sólo se convierte en problema cuando “ya no queda nada pa’ mí”. Hay,
por demás, dos grandes tipos de corrupción, la inconmensurable, que
sencillamente utiliza la inmensidad del Estado como propiedad privada, y la de
las empresas de maletín. La primera es loable, la segunda condenable. Si usas
la mitad del presupuesto de la nación por vías extrapresupuestarias para
manipular las elecciones y así consolidar el poder, pues la Coordinadora Simón
Bolívar dice: muy bien.
La indignación ante la corrupción en
Venezuela ha sido uno de esos mitos de la doble moral nacional que nadie ha
querido desenmascarar. Con esa bandera subió Chávez al poder para constituir
uno de los sistemas políticos y económicos más propensos a la reproducción e
infección de esa enfermedad social. Una de las evidencias de nuestras
investigaciones para el Diccionario de la Corrupción en Venezuela (3 vol.) es
que la denuncia de la corrupción había sido el principal instrumento para el
ascenso de políticos corruptos al poder. Los denunciantes casi siempre
resultaron ser, también, implicados. En nuestra sociedad picaresca, la
corrupción nunca ha sido un problema siempre y cuando “algo me salpique a mí”.
Mientras el reparto del Estado alcance, las mayorías se hacen la vista gorda. Y
todo el mundo está esperando su cuota parte en el reparto. Si la corrupción se
constituyó en uno de los principales vehículos de apropiación y distribución de
la renta petrolera, no lo hizo por la mala voluntad de unos pocos sino por una
falla colectiva en la constitución subjetiva de las instituciones y las normas
en cada uno de nosotros.
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