JEAN MANINAT viernes 11 de julio de 2014
@jeanmaninat
Pasados los sofocos de La Salida,
ahora cuando se sabe que no habrá una rendición de cuentas por parte de quienes
la diseñaron, dirigieron y luego lanzaron al Guaire; habría que preguntarse si
vale la pena seguir insistiendo en el tema de la Unidad (así con mayúscula de
categoría platónica) o conformase con la idea de que hay posiciones
encontradas, algunas de ellas sin la mínima disposición a mantener el esfuerzo
unitario. Al fin y al cabo la diversidad no es mala y puede enriquecer el
"debate", colorear la "discusión" y sacarnos de la
tranquilidad de nuestras certitudes, nos dicen.
Esa visión idílica, multicolor, digna
del Mago de Oz, está cortocircuitada por las aspiraciones de quienes han
pretendido, desde los lejanos tiempos fundacionales de las primarias, que les
corresponde genéticamente dirigir a la oposición y han hecho todo lo posible
para que el mundo lo sepa y concuerde con la apreciación que sobre sí mismos
tienen. Desde el momento en que Henrique
Capriles fue designado como candidato del grupo opositor, se abrió también la
carrera para llegado el momento sucederlo. El resbaloso: "lo espero en la
bajadita".
La última operación de los
laboratorios encargados de sembrar angustia y desánimo es señalar que hay
quienes habrían propuesto esperar hasta el 2019 para continuar la lucha
opositora. Dejan pasar –adrede o por descuido lo que es igual de irresponsable–
que el año entrante hay elecciones legislativas que son cruciales y que se
requiere de un inmenso esfuerzo de gente y recursos para enfrentarlas con éxito
derrotando al gobierno. Por supuesto, sus mentores no estarían para perder
tiempo, su labor es salir del régimen ya, exigiendo la renuncia, un
revocatorio, una constituyente. Todavía no han empezado a recoger las firmas
que harían realidad cualquiera de las tres opciones. Muy probablemente le pidan
a la MUD que se las recoja y de no hacerlo, la acusarían de traición y
colaboracionismo con el gobierno.
Una vez más distraerán la atención
vendiendo ungüentos milagrosos en la plaza pública, sin advertirles a los
esperanzados compradores que en la letra chiquita de la etiqueta que ilustra el
frasco se puede leer: no nos hacemos responsables si no surte el efecto que
anunciamos.
Cuando se den cuenta de su
despropósito tricéfalo lo lanzarán a toda prisa de nuevo al Guaire, y exigirán
ser candidatos y candidatas a ocupar un "puesto de lucha" en la
Asamblea Nacional con el apoyo, por supuesto, de la MUD, que de no hacerlo
sería acusada de traición y colaboracionismo con el gobierno.
Si algo nos enseñan los últimos años
de luchas democráticas, es el valor de
la unidad en base a una estrategia compartida. La saga de Henrique Capriles
–hoy convenientemente desmerecida por algunos– se sustentó en su liderazgo y el
apoyo de las fuerzas democráticas unidas en torno al proyecto que él
representaba. Ha sido una labor sostenida y dura que enfrentó electoralmente al
caudillo fundador primero y luego a sus sucesores. Los resultados –con todas
las dificultades encontradas– están allí y pueden ser fácilmente contrastados
con los de otras opciones.
El PSUV no puede discutir libremente
porque la libertad no forma parte de su ADN y está acorralado por el desastre
económico y social que desataron sus propietarios en el país. La oposición
democrática representada en la MUD no quiere discutir abiertamente para no
descascarar más aún la Unidad, una suerte de corrección política que sus
enemigos explotan.
Lo políticamente correcto en estos
momentos es asumir abiertamente el debate sobre la participación unitaria en
las elecciones legislativas del año entrante. Entonces, cuando cada vela se
pegue a su mástil se podrá navegar por un solo cauce y responder con propiedad
a la pregunta: ¿Quién le teme a la Unidad?
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