Por Dr. Pedro
Delgado, 07/09/2014
Las
sociedades necesitan organizarse para su supervivencia y para buscar los
mejores niveles de bienestar común. La democracia es la forma de orden
socio-político que parece ofrecer el modelo más eficiente de organización
social. Parte del principio del deseo de la mayoría, entendiendo que este
usualmente es lo mejor para todos. Esta concepción utópica de democracia se ve
desvirtuada muchas veces por la experiencia de la realidad.
No
necesariamente se comprueba que la mayoría tiene el mejor juicio para escoger
lo que más le conviene a todos, una vez que se prueba la escogencia.
A la
sociedad sociedades siempre se le ofrece una ilusión , una esperanza. Con
frecuencia los líderes ofrecen bienestar para todos a cambio de votos. Es una
ecuación sencilla. Se supone que con el simple ejercicio del voto el tan
mentado “pueblo” va a recibir todas las prebendas, más si es una sociedad
opulenta como la nuestra.
La
mayoría con frecuencia se deja llevar por el sentimiento y no por la razón. Se
deja seducir por la idea que lo mejor es dejar en manos de otro el futuro, pues
parece una formula sin riesgo de fracaso
Nos
conformamos con pensar que hay una relación directa entre el acto de votar y la
mágica transformación de la sociedad hacia un orden más justo. Por ello la desilusión
es repetida y se piensa que cambiando los líderes va a cambiar todo.
Sobre
todo en nuestras sociedades latinoamericanas donde está muy arraigado en el
inconsciente el arquetipo del caudillo (fomentado por la ausencia paterna en la
mayoría de las familias). Un padre salvador que todo lo va a resolver. Uno a
uno se han idos sucediendo los gobiernos democráticos sin que esto ocurra como
prometido.
Algunas
pequeñas cosas pueden haber cambiado favorablemente pero en esencia persisten
los problemas esenciales (seguridad, salud, educación,, servicios públicos,
inflación). Los ofertantes de ilusiones y esperanzas nos han demostrado que
siempre piensan más en su proyecto personal o político que en el real beneficio
de todos, a pesar que nos dicen lo contrario.
Lo que
prevalece es el despojo descarado de unos pocos. La democracia parece que lo
que más produce son ricos repentinos y no bienestar colectivo. La falla no es
de la democracia es de quien le ejerce y como la ejerce.
La
sociedad no puede permanecer en simple contemplación, y tratando de “agarrar
aunque sea un poquito” pues eso es conformismo que lleva a la frustración y
desesperanza creciente.
Debemos
dejar de ser pasivos e ingenuos. Hay que ser como Santo Tomás “ver para creer”.
Votar no corrige mágicamente nuestros males, y no debemos dejarnos deslumbrar
con ofertas de utopías, Hay que ejercer una democracia con exigencias y
participación directa. No importa nuestra condición oficio o color político
pues los males los compartimos por igual. Tenemos que destinar parte de nuestro
tiempo y esfuerzo a exigir a reclamar dentro de un espíritu pacífico y
democrático.
No
quedarnos callados y pasivos. No se puede tolerar la ineficiencia o la
corrupción pues eso nos convierte en cómplices. Tenemos que exigir nuestros
derechos y apoyar a quien lo hace….. juntos!!!
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