Rosalía Moros de Borregales
@RosaliaMorosB
Desde tiempos ancestrales los seres
humanos han tenido el inmenso deseo de descifrar su destino. Es una fuerza
intrínseca del hombre el querer preceder a los hechos de su propia historia.
Realmente, muchos quisiéramos contar con la bola de cristal en la que
pudiéramos ver nuestro futuro. Y con este deseo, también existe el anhelo conjunto
de poder cambiar los hechos que no nos agradan, el ser capaces de tomar las
decisiones acertadas ante la exposición adelantada de sus consecuencias; en
fin, quisiéramos poder ver nuestras vidas proyectadas en una película y saber
cuál es el camino que debemos tomar en los diferentes tiempos de nuestras
vidas.
Por esta razón, una inmensa mayoría de
los cristianos ha acudido a toda clase de fuentes que de una u otra manera le
calman un poco esta terrible ansiedad por el futuro. Muchos se guían por los
astros, y más allá del horóscopo se confían de una carta personal dictada por
éstos a ciertos aventajados en el arte de la pronosticación. Otros acuden a la
numerología, también a la adivinación en todas sus formas a través de cartas,
café, tabaco, etc. De igual manera, hay
quienes depositan su confianza en fenómenos obscuros como la brujería, y la
hechicería; y en estas prácticas entregan sus vidas a personas que declaran
tener contacto con seres que ya se han ido de esta tierra y supuestamente les
confieren poderes especiales.
Sin embargo, en nuestra fe contamos
con un recurso que muchas veces ha sido subvalorado; una herramienta que ha
sido poco apreciada pero que es capaz de desatar en nuestras vidas las
bendiciones más maravillosas e inimaginables. Una herramienta a través de la
cual podemos tener comunión con nuestro Hacedor, y determinar en nuestras vidas
el destino que El de antemano preparó para cada uno de nosotros. Hablamos de la
oración, hablamos de hablar con Dios, de dejar de vivir una vida de desaciertos
propios, de eventos fatídicos creados por las fuerzas que nos rodean y pedir de
su corazón todo lo bueno, todo lo noble y todo lo puro que El ha planeado para
nosotros.
En la Biblia encontramos numerosos
pasajes que nos muestran como la oración fue usada por hombres y mujeres de fe,
y como a través de ella el poder de Dios obró cambios en las circunstancias y
en personas opuestas para bendecir a sus hijos. Un ejemplo sobre la oración que
me gusta mucho lo encontramos en el libro de I Crónicas en el capítulo 4, en los
versos 9 y 10. Allí en un libro dedicado a las genealogías israelitas, en el
cual leemos nombre tras nombre sin muchas explicaciones, de repente nos hablan
de un hombre llamado Jabes, el cual según las escrituras era un nombre cuyo
significado era literalmente dolor, pues su madre al darlo a luz con inmensa
pena le nombró de esta manera. A parte de su nombre, la Biblia dice que Jabes
fue más ilustre que todos sus hermanos, y añade que Jabes invocó a Dios a
través de esta manera: "¡Oh Dios, dame tu bendición. Ensancha mi
territorio. Que tu mano sea sobre mi, y me libres del mal para que no me haga
daño.” Y lo más impactante son las
palabras a continuación: “ Y Dios le concedió lo que pidió”.
Una oración es una expresión de
nuestra dependencia de Dios. Al invocar el nombre de Dios en cualquier
situación estamos, en primer lugar, teniendo un acto de humildad en el cual
reconocemos nuestras limitaciones, y en segundo lugar, un acto de
reconocimiento del poder de Dios. Cuando Jabes oró de esta sencilla pero concisa
manera estaba poniendo su confianza en Dios, a quien él reconocía como el único
capaz de cambiar el destino que había determinado su madre a través del nombre
que le había dado. En pocas palabras él no quería que su vida estuviera
designada por el dolor sino por todo lo que Dios tenía para él.
Cuando nos entregamos a Dios a través
de esta clase de oración, estamos expresando nuestra confianza de que al ser
guiados por El, no habrá circunstancias, ni eventos, ni personas, ni aun
nosotros mismos, podremos cambiar el destino que Dios ha preparado para
nosotros.
“Hasta ahora nada han pedido en Mi
nombre; pidan y recibirán, para que su gozo sea completo.” Juan 16:24
@RosaliaMorosB
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